Paseo en lancha

El día que fuimos a la presa rentamos una lancha de pedales. El paseo era muy agradable, pero de pronto, apareció un ganso y empezó a seguirnos. Graznaba furioso, nadaba, cerca muy cerca, junto a la lancha. Sus ojos eran rojos y mostraba sus afilados dientes. Yo tenía miedo porque sentía un gran enojo en aquel animal y pensé que me atacaría. Fue tanto el acoso del ganso que empecé a gritar con desesperación. Regresamos la lancha antes de que venciera el tiempo, tan solo 40 minutos de uso. La dueña aclaró que nos quedaban 20 minutos, pero le contamos sobre el ganso desquiciado.

—Se llama Juanito. Él era muy tranquilo, siempre nadando junto a su patita. Hasta que un día unos perros se la mataron. La despedazaron. Quedó solo el plumero porque ni una tripita dejaron. Desde entonces Juanito se pega a las lanchas y grita desconsolado.

No quedamos calladas. Luego, nos fuimos al puente y miramos a Juanito perseguir a otros paseantes. Yo soy bruja y conozco infinidad de conjuros para quitar la vida, pero ninguno para regresarla. No me mal entiendan, soy capaz de revivir a los muertos, pero tengo mis límites. Los que regresan del otro lado cambian drásticamente, nunca vuelven a ser los mismo. Sentí mucha pena por Juanito. Y pensé que era muy cierto eso que dicen: detrás de una gran ira existe una gran tristeza.

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