Buscando la cifra redonda

¡Ya me gustaría decir como el bueno de Paco Umbral que «he venido aquí a hablar de mi libro»! Sin embargo, pasan las semanas, los días, pasan las horas con sus minutos, segundos y el resto del gremio y aún continúo en el mismo punto muerto, como muertas están mis neuronas de tanta raya que me he metido mendigando un poco de inspiración.

Ya sé qué estás pensando, lector: que soy un cero a la izquierda en esto llamado escritura. Pero me dirás que ya empiezo a perder algún que otro tornillo teniendo en cuenta que estoy a tan solo un capítulo para terminar mi ¿obra de arte? Pues ya te confirmo que mi temor no está en la página en blanco precisamente. Treinta y dos capítulos de escritura bajo los efectos de los «polvos flu» y ahora, leyendo las últimas páginas, me doy cuenta de que tremenda bazofia estoy a punto de entregarle a mi editora, a tan solo un click. ¡Ay, Pilar!, ¿qué viste de luz entre tanta oscuridad que me envuelve desde que tengo uso de razón si es que lo he tenido en alguna ocasión? «Ánimo, Carlos, no pierdas el ánimo». Se nota que soñar sigue siendo gratis y, por lo que veo, eres experta en aprovechar este tipo de ofertas golosas.

Ojalá pudiera emularte y navegar de forma permanente en tu mundo interior. Bueno, ¿dónde tengo la cabeza, si ya buceé en él más de una vez y durante algo más de un año? ¡Justo el anterior! Qué tiempos aquellos… Bueno, tampoco me ayuda el ponerme nostálgico, como si se tratará de un siglo. ¡Qué exagerado eres, Carlos! De algún modo me ayudó en mi proceso creativo pero lejos de convertirse en una rutina con visos de tener continuidad en el tiempo, fue más la atracción del momento o como se dice habitualmente: flor de un día. Obvio es que si de verdad me quiero dedicar a esto de la escritura, no puedo vivir de arrebatos de pasión cada vez que quiera rellenar folios.

Treinta y tres son las castañas que llevo encima; mejor que una cruz, por supuesto. El treinta y tres es mi meta, es el número total de capítulos que abarcará el manuscrito y tendré el puñetero libro terminado. ¿Terminado? Qué rara suena la palabra viniendo de una lengua pegada al paladar. Creo que farfullo y todo; he vuelto a pasarme de la raya y nunca mejor dicho. Trescientas treinta y ocho páginas hasta el momento de este monstruo hecho a base de ensamblar piezas de distintos puzles, un sinsentido aparente o, al menos, es impresión mía. Pero me anima a seguir la certeza de que a ella le gusta, todavía le convence mi estilo narrativo ecléctico. Dice que vengo a ser como un cocinero de vanguardia. A veces no tengo del todo claro o, mejor dicho, no acabo de escuchar mi voz narrativa. ¡Ya está, soy un experimento! Pero de los que casi nunca tienen buen final, pues suelen ser turbios y más tirando a un buen chanchullo televisado.

De todas formas, quiero tener una cifra redonda para tí, Pili, como fui capaz de tenerte hasta perderme en tus redondeces: doce páginas me separan de la gloria… ¡Vaya, todo se contagia! Iluso de mí por pensar que dicha gloria se reserva para alguien como yo, un pelagatos con delirios de novelista best seller que, de los dos títulos que tengo errabundos por el mercado como espectros insulsos, apenas cuento con unas cuantas reseñas hechas por lástima y provenientes de mi entorno más cercano. Tan triste como verídico. Esa es mi vida a grandes rasgos.

Hasta el teclado de mi portátil está aburrido de tan larga espera por ser martilleado de una condenada vez, a fin de dar vida a esas doce valientes que, por parecerse a algo, más se asemejan a la eterna penúltima caña que me pido en mi bar de confianza, a la misma hora insomne; el mismo que ni se le cruza por la cabeza moverse de la esquina que conquistó más de veinte años atrás.

La pregunta del millón de aplausos, chupitos o huevos podridos arrojados hacia mi persona cuando por fin llegue (si es que llega) la presentación de mi libro, es la misma que me hace Iñaki, el barman y, casualmente, mi psicoanalista con mandil: «¿para cuándo mi ejemplar?» Yo le respondo barriendo el aire con mis palabras somnolientas que tal vez mañana, cuando concluya las doce de la discordia y lo bautice como «El libro interminable» del que he venido a hablar aquí.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS