Qué pensaría de esas almas libres que se detienen dentro de tu burbuja y van a un ritmo invisible.
Un ritmo donde pocos pueden percibirlas.
Algunos años atrás pensaba en la ridiculez de cantar con los auriculares puestos; hoy creo que es un acto revolucionario.
Que salir y caminar de la mano, era la cursilería de los románticos, pobremente ilusionados.
Y entonces dejé de imaginar y me pregunté “¿por qué no?
Curiosa pregunta, casi infantil, donde morís de vergüenza y esperar ser juzgado.
Ah. ¡Sí, claramente!
No tenés idea ese momento de inseguridad vespertina donde te suda el punto más hijo de puta de tu cuerpo, porque necesitan recordarte que ahí estás.
Ahí, otra vez.
Reviviendo.
Reconstruyendo.
Te vés, yo sé que te véa.
Te subís a ese dolor que pocos comprenden, porque se mueve así como tu mundo; considero que ese proceso tiene que ir lento.
No tan precoz no, por favor.
Los síntomas van a durar.
En ese silencio, donde rebotan esos pensamientos vagos, idolatrados por la luna creciente; encuentro que ese el el punto de partida para estas almas, almas eternas que no quieren perder el paso. Que quieren estrellarse, sin dolor. Con dulzura, como esa guitarra acariciada por Luis Salinas, que tampoco tenía idea de quién era hasta que me pregunté ¿por qué no?
Cada día el reloj nos hunde en ese tiempo tan enlentecido; siento que pegué el estirón una vez más.
No quiero que me sobreestimulen. Me dijeron que desde la docencia está mal visto y desde la inocencia, prejuzgado.
Y quizás, puedas esconderte en ese mundo que se detiene. Refugiarte en planetas agitados, donde los seres que te rodean se convierten en eso que nunca te imaginaste. Esos amores amarillos, esos que podes ver más allá de lo que el sol te permite descubrir en 3 minutos al mirarlo fijo.
Te dije que se trata de almas libres.
Te dije que se trataba de ser rápido, pero no furioso.
Te conté que es un mundo donde para amar no hay generación ni género.
Creo que se están por extinguir; dudo que sepamos cuándo será la última puesta de sol.
No creo que descubramos el fin de los mundos solxs; digo mundos por y para todas nuestras vidas.
Quizás en el lado sur del acantilado o en el pastizal marítimo desaliñado, rodeado de innumerables fantasías, inimaginables opciones, ardido en cuestiones vitales.
No lo sé. Quizás sólo escuchaba y nada más.
Quizás sólo necesitaba silencio, nada más.
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