Le disparé en la pierna, cayó al suelo, lo tomé de la espalda y lo usé como escudo humano.
Varios disparos le dieron en el pecho, destruyendo su chaleco antibalas y su torso.
Le disparé a dos hombres en la cabeza, otros dos llegaron al lugar, a uno logre cortarle el cuello y al último le disparé en el hombro.
Cuando lo desarme, corrí hacia él.
Le pegué en la cara y le di una patada en el estómago, le puse el cuchillo en la garganta.
-Hijo de puta….
«¿Vas a decirme dónde está?»
-Vete al infierno.
Se escucharon varios pasos, eran dos Garradores, se escucharon sus grandes uñas rasgando el piso y las paredes.
—Son ellos o yo, tú eliges.
Ese hombre miró a lo lejos a esas criaturas que atravesaban los callejones.
«Prefiero morir antes que traicionar al Señor, tú y tu grupo arderán en el infierno».
Lo empujé y le disparé en las piernas.
Ese hombre gritó, hasta que esas criaturas comenzaron a devorarlo vivo.
Mientras me alejaba de ese lugar, alguien me miraba por encima de los tejados.
«¿Lograste algo?»
«Nada, no parece que traicionen a su grupo».
Esas criaturas lograron detectarme, después de destrozar al hombre, se abalanzaron sobre mí.
Saqué el revólver de mi cinturón, dos tiros limpios y rápidos le dieron en la cabeza.
Anais logró volarles la cabeza antes que yo.
«Vayamos del 5 – 8.»
«No sabía que matar esas cosas era un deporte nuevo».
Ella solo se río y dijo.
«No hay muchas cosas que se puedan hacer en este mundo».
Se escucharon más disparos, ella corría por los techos, yo iba al suelo, recargando mi arma.
Recargó su rifle y me lo dijo.
«Terminemos con esto, ya está oscureciendo y además, ¡no quiero seguir estando en su territorio!»
Se colocó entre unas ventanas y empezó a disparar.
«¡Mata a los que se me escapen!»
Ella me dijo, respiré pesadamente, mi mente se llenó de furia, me corté la palma de la mano con el cuchillo y del dolor solté un fuerte grito.
Mis ojos se volvieron morados, mis sentidos se intensificaron, mi herida se cerró y mi condición física aumentó.
Tres hombres corrieron a disparar contra Anais.
Antes de que lograran tenerla en la mira, logré intervenir.
Con mi brazo le atravesé el pecho de uno.
Los otros dos hombres intentaron dispararme, me cubrí detrás de un coche.
Los disparos destruyeron partes de él, más de ese grupo se unió para destruir el auto por completo.
Eran cinco, coloque mis las piernas en la puerta del coche y lo empujé con todas mis fuerzas.
Ese auto se llevo por encima a los cinco hombres, destruyendo sus cuerpos.
Otros dos hombres me interceptaron inadvertidamente, intentaron acribillarme el cuerpo, pero dos disparos les destrozaron la cabeza.
Anais fue de gran ayuda.
A lo lejos estaban Esteban, Erick, Martin y Melissa, iban corriendo en esta dirección. Anais disparó a los que los nos perseguían.
Se escucharon gritos, del fondo de una calle salieron tres Drenadores, estaban detrás de nuestras espalda, uno de ellos trató de morderme el cuello, pero lo esquive.
Eran grandes, algo gordos, con tumores y grandes bolas de grasa en parte de la cara y los brazos.
Anais le disparó en la cabeza, pero solo logró dispararle a los brazos.
Esas criaturas se cubrieron cuando disparó, no podré continuar después de que mi energía se agote.
Uno de ellos trató de golpearme, lo esquivé y le di tres tiros en la cara, las balas no le hicieron mucho a estos monstruos.
Esa criatura se alejó por los disparos que le di, los otros dos intentaban destrozarme.
Uno intentó golpearme, esquive su golpe, el cual al impactar con el suelo se destrozo con una facilidad.
Mientras lo esquivaba, no podía concentrarme en el otro monstruo, arranco un poste de luz y me golpeo en la cara con él.
Sentí como si mi mandíbula casi se rompiera, ese golpe me envió volando a una casa.
Rompí una ventana con la espalda, rodé por el suelo y terminé chocando contra una pared, me levanté.
«Hijo de puta, ahora es mi turno.»
Salí de la casa, pateando la puerta.
Anais estaba disparando a esas criaturas, la distracción me ayudó a concentrar mis fuerzas.
Corrí hacia uno y lo golpeé en la cara, por la fuerza la mitad de su cráneo fue destrozado.
El cerebro y la sangre mancharon mi mano y mi ropa.
El otro Drenador trató de golpearme con su brazo, pero lo bloquee con ambos brazos y con mucha fuerza se lo arranqué.
Lo golpeé con su propio brazo y pateé su rodilla, rompiéndola.
Luego me subí a su espalda y vacié las últimas balas en su cráneo.
El último drenador que quedaba vivo intentaba golpearme, en el quinto ataque expulso un líquido de las bolas de grasa.
Me cubrí con la tapa de la alcantarilla que estaba sobre el asfalto.
Tenía el líquido pegajoso, el cual corroía la tapa, Anais le disparó a la criatura en su pierna derecha, haciéndola arrodillarse.
Le arrojé la tapa, la cual se incrustó en su cabeza, corrí hasta la bestia y pateé con mis pies juntos aquella tapa incrustada en su cráneo, partiéndolo en dos.
Anais bajó de la casa y se unió a los demás.
Tenían lo que necesitábamos, empezaron a correr y yo estaba detrás de ellos.
Un Garrador se lanzó desde un callejón, Erick disparó con su escopeta, destrozando su pecho.
Llegamos hasta el punto de salida, encendieron una gran camioneta, debíamos volver.
Mi fuerza se desvanecía, mis ojos volvían a su tono negro y mi respiración se hacía pesada.
—¡Vámonos! el Doc solo puede darnos unos minutos más!
Gritaba Erick, tocó un botón y explotaron dos edificios a lo lejos.
Subimos a la camioneta y nos fuimos del lugar, disparos chocaban contra el vidrio y parte del auto.
A mí el cansancio me gano, parece que ya llegué a mi límite, decidí acostarme en la parte trasera del vehículo.
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