Reina mía, mire en lo que me convertí,
tan solo una estrella oscura entre el polvo,
una chispa destinada a desvanecerse,
aunque la fugacidad en sus ojos no refleje.
Pero esta función será mi obra maestra,
provocando un nuevo cosmos,
lejos de este mar vacío,
de la ausencia de todo.
Le mostraré que a partir de las cenizas
todo es posible,
porque el destino termina
cuando uno comienza.
Reina mía, yo atravesé todas sus capas
y bajo ellas, se reveló la luz,
ese secreto para un astro común,
un corazón puro, de llamas blancas.
Déjeme hacerle participe de algo mucho más grande, de una historia sin final.
Seremos poesía con melancolía menguante,
escribiremos sobre la piel de la eternidad.
Le haré saber que todo lo que conoce
es solo un fragmento del infinito
y no es más que una triste sinopsis
de un universo atrapado en mi libro.
Reina mía, mire en lo que me convertí,
solo una estrella oscura entre sus otras estrellas,
solo polvo entre hojas secas,
un suspiro en el viento que a la nada lleva.
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