La primera pelea es hasta esperada, porque no sabemos nada y todo es nuevo. Queremos saber cómo nos van a responder y que, para donde va a ir la discusión y eso puede ser hasta emocionante.
La segunda pelea ya empezas a imaginar que te van a decir según lo que vos le digas, y eso a veces puede hacer que no quieras decirlo. Pero tenes esa esperanza de que te respondan algo distinto, así que lo decís y seguís la discusión sin importar que dijeron justo lo que vos pensabas.
La tercera pelea no estas segurx si la queres tener, porque crees que ya sabes todo lo que te puede responder y la omitís como si la idea de que no pasara te hiciera sentir que nunca existió, que el desacuerdo nunca estuvo.
Y así pasan las peleas, algunas decidís que son más importantes que otras y las tenes, pero otras solamente son peleadas en tu cabeza con las respuestas que crees saber que van a pasar.
Las ultimas peleas son desgastantes y sentís que no van a ningún lado; porque mientras la discusión va transcurriendo empezas a pensar que te va a responder y dejas de escuchar. La pelea imaginaria empieza a hacer más ruido que la verdadera. Después de tantas peleas y de conocer tanto a una persona creemos que ya no hay respuesta que nos den que no podamos anticipar.
¿Qué tan real es esto? ¿Realmente llegamos a conocer tanto a una persona o es solo una ilusión?
Será que las personas somos como el rio de Heráclito, y como el agua de este nunca somos las mismas. A pesar de que a simple vista el agua siempre se ve igual, cambió porque fluyo con el rio y las circunstancias de los días y lo va a seguir haciendo hasta que ya no haya más agua.
Con las personas pasa lo mismo, lo que cambia es tan íntimo y personal que para conocer esa nueva persona solo hay que repetir las preguntas, sin importar que sepamos las respuestas porque capas nos sorprendemos y la respuesta no es la misma que memorizamos hace años.
Las peleas son inevitables y hasta necesarias por momentos, pero lo que hay que evitar es el dejar de escuchar a la otra persona en estas. Hay que defender nuestros pensamientos y discutir si lo creemos necesario, pero nunca dejemos de escuchar a la otra persona para darle y darnos la oportunidad de conocer su cambio.
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