Mi hogar: un cementerio

Muchos años llevaba yo viviendo en aquel derruido pero pintoresco cementerio, mi casa era aún más antigua que este, pero los años y el crecimiento del cementerio le habían ganado terreno, cosa que nunca me molesto pues atrajo a mi conocimiento la presencia de numerosas animas, gente que ya no caminaba entre los vivos, pero con quienes logré compartir un espacio y conocerlos.

Entre las filas de fría piedra gris oscura, invadida y transformada por humedad y musgo con el paso de los años, estaban los mausoleos y nichos, algunos derruidos, otros que pronto lo estarían. Los caminos de adoquines conectando a todos esos lugares de descanso era algo poético a pesar de que muchos mausoleos estaban abiertos o rotos y que muchas lapidas estaban rotas y el nombre del fallecido ya había desaparecido.

En estos pasillos silenciosos pude hallar consuelo, entablar conversaciones eternas y aprender, así como ser de compañía. Escuchando a estos redimidos seres espectrales pase por miedo, alegría, tristeza y emoción. Uno de ellos era un hombre de mediana edad con una gabardina beige que se levantaba de su mausoleo, abierto de par en par y casi derrumbado para tener largas charlas conmigo. era un hombre común y corriente pero muy sabio y sobre todo conocedor del cementerio y de sus vecinos. se preocupaba por mí y por los demás espíritus que luchaban por no padecer una existencia umbría y vacía en tan deprimente limbo terrenal. Este afable hombre me recordaba de darle las buenas noches a la tímida joven quien siempre salía a nuestro encuentro desde su minúsculo nicho subiendo unas antiguas escaleras sin baranda, ella también me deseaba a mí las buenas noches y compartíamos así el cariño que siempre anhela todo ser humano, incluso después de dejar de respirar. El tercer espectro era un poco umbrío, solitario, callado y pocas veces se hacía presente, era un hombre alto, disfrazado como el payaso de la famosa obra Pagliacci. Como puede suponer el lector, mi primera impresión fue de desconcierto e incluso de miedo. Pero, mi buen amigo el primer fantasma me hizo saber una vez que el payaso hizo una fugaz aparición durante una de nuestras conversaciones, que era amigable y pacífico. Así fue como yo con el tiempo logre vislumbrar el arte de esta espectral figura, así como admirar su imprescindible presencia. Sus blancas ropas destacaban e incluso brillaban en el oscuro escenario, era misterioso y albergaba grandes respuestas a muchas preguntas. Era muy apreciable el saber que estaba allí y el saber que algún día podría conseguir de él grandes respuestas a muchas preguntas a pesar de ahora no tener el valor.

Etiquetas: relato corto

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