La muerte de mis amantes

La muerte de mis amantes

Ema UB

03/08/2021

Dicen que algunos cisnes cometen suicidio, por la soledad que les causa la muerte de su pareja, se les vio levantar vuelo y caer en picada, encontrando en el suelo el remanso que no les dio el agua.

Esa apariencia romántica, ¿existe? O es una invención mental creada por nosotros para poder ajustar un acto animal infame al amor retratado en la novela trágica de Shakespeare. Hay que mantener el respeto a tan gran literato que alumbró el mundo, pero debemos dejar por el momento ese dramatismo. El amor, si es que existe, no creo que permita semejantes sacrificios, ocurre que somos una sociedad tremendamente masoquista y por eso nos justificamos con todo.

En la historia que le voy a contar, no hay Romeos, Julietas, Otelos u otro amante empedernido en la estupidez. Solo hay razones, fuerza mayor y más razones lógicas.

Yo moriré más no sé cuándo.

Yo moriré más no sé dónde.

Yo moriré más no sé cómo, pero si muero quiero recibir el último beso de mi amante en mi lecho mortuorio.

  • Eso es todo. No le parece extraño ser viuda de 7. Pensaría que es usted la mujer más infortunada del mundo o su amor es demasiado aplastante para la existencia de cualquier hombre.
  • Ni lo uno, ni lo otro. No le niego que me gustaría matar de amor a cualquiera que me viera, pero nada más lejos de la realidad.
  • ¿Cuál es la realidad?

Es usted demasiado joven de corazón y viejo de cuerpo, así que debe ser agradecido, la vida ya no le dará el gusto de conocer lo que yo he conocido, aunque, para mí, después de hoy acabó toda la algarabía.

Tenía 16, ese día comprendí que el amor hace tiempo que se extinguió, después del eros y la mentira disfrazada de felicidad, la nostalgia del decía me llevó hasta los pies de la tumba de mi madre. Ella murió asesinada por mi padre, me defendía de una paliza. Usted se imagina lo que se siente ser asesinada por el tipo que juró amarte y protegerte, todo lo contrario, ¿no?

Conocí a leonardo cerca de lo cardos de la plaza mayor, tenía 17 y trabajaba como mesera del restaurante de aquella vieja bruja que se hacía llamar mi tía. Leonardo venía todos los días, ordenaba el desayuno asqueroso que servíamos, no lo comía y se iba. Aquella tarde mi tía recibió un sobre y yo partí de la mano de Leonardo, tenía 35, un solterón con dinero, que me compró entera y cuando se tiene hambre, se puede ser ciego. Él fue mi primer esposo y no lo maté. Lo mató su mejor amigo Fabio, ese que se enamoró de mí y para robarme tenía que liberarme, así que, por Leonardo, no asumiré nada.

Favio, decía amarme, pero el amor le duró el tiempo exacto que dura huir de la cama después de una noche pasional. Me lucía con sus amigos viejos, el karma le saludó y su buen amigo Abelardo se empecinó con la hiel de mi piel, contrató un sicario y así fue.

Abelardo, un gran hombre, experto en negocios, experto en hacer sentir bien a las damas, todas las damas, ese fue su pecado, hizo que me enamorara, enloqueció mi fe en el amor y finalmente, me dejó por una de sus amantes en turno. No le niego, rogué mucho por su amor, mientras más rogaba, parecía obtener respuestas negativas, cargadas de odio y valía. El amor acabó, resbaló un dardo envenenado de mi mano hasta su nuca. Le aseguro que fue intencional.

Marco, no hay mucha historia. Escogí un camino placentero, me entregué a la belleza de lo temporal y encontré una oportunidad; un hombre descuidado, de esos de los que una mujer se puede aprovechar. Lo hice, un poco de dinero, unas joyas y por supuesto, una de sus casas, pero de entre todas sus amantes, había una que tenía poderío, intentó acaparar con todo. Me negué a dejar lo mío, se disgustó y trajo a Marco. Bajo tal embrujo pasional, él veía en mí un estorbo listo para eliminar. Fue en defensa propia, ese día él estaba en su barco, trató de lanzarme por la borda, lo empujé, resbaló y el resto, bueno, eso usted lo conoce; lo encontraron navegando en aquel charco cerca de los acantilados.

Daniel, mi abogado defensor por la muerte de Marco. Digamos que encontré una forma conveniente de pagarle, me esmeraba por complacer todas sus apetencias varoniles, a fin de que se esforzara en mi defensa, él fue buen cumplidor, así lo hizo. Salí libre de todo cargo, pero en mis hombros llevaba la presión constante de un sádico sexual, entenderá que encontrase en esas circunstancias lleva a dos caminos: morir o matar. Lo segundo, fue fácil, un poco de miel, LSD y una dosis pasional difícil de tolerar.

Diego, periodista atolondrado, buscaba un minuto de fama, quería una viuda negra para investigar y no una mujer dispuesta a contar su verdad. Encontró una dama comprensiva, adiestrada por la vida en el arte de conquistar, buscando amor sin hallar. Él fue al sitio, pero escuchar, fue terreno baldío y todo lo vacío tiene que dejarse caer al viento.

Emanuel, es lo que usted ve. Queda el puñal en el lado izquierdo, no me arrepiento. Me mintió, dijo amarme, tomó mi cuerpo y en el éxtasis pasional, dijo jamás a otra buscar.

– Se atribuye la muerte de esos 7 hombres. Es evidente. Le espera cadena perpetua, es usted muy joven.

    No me atribuyo la muerte de nadie, simplemente estoy diciendo la verdad. Cualquier persona con una gota de racionalidad hubiera hecho lo mismo. Le puedo jurar que usted hubiera hecho lo mismo.

    (Segundos de silencio)

    Sabe, hace tempo leí algo, un estigma psicológico denominado como “efecto lucifer”. Este efecto explicaba como cualquiera puede convertirse en un malvado, hasta la persona más buena podría actuar sádicamente si tiene el incentivo correcto. Por aquellos días yo tenía el incentivo: vivir.

    Todo está dicho, no estoy testificando o atribuyéndome la culpa, solo le cuento esta pequeña historia de la muerte de mis amantes, dijeron que yo era suya y que ellos eran míos, empero en esta vida terrenal solo hay un dueño de todos: la muerte.

    Etiquetas: relato

    URL de esta publicación:

    OPINIONES Y COMENTARIOS