La odisea de la paz

La odisea de la paz

Ema UB

07/07/2021

–Me han dicho que su guerra es ilógica.

No tiene que repetírmelo. Sabemos que la guerra es innecesaria, que se trata de un derroche de tiempo, pero comprenda que para aplaudir se necesita de dos manos. Nosotros no hemos elegido ser esa segunda mano. Nosotros solo queríamos vivir, así como usted y cualquier otro, pero nos patearon mientras dormíamos, nos gritaron, acusaron e insultaron: debíamos responder.

La guerra es inútil, pero cuando el prójimo viene de visita con la pistola cargada, el puñal afilado y unas intenciones obscuras respecto a sus ideales, en ese momento la palabra deja de ser palabra y se convierte en acción. Créame, si existiera respeto, la guerra no existiría.

No. No existe el respeto, el mundo está sumergido en una competencia extraña: determinar quién tiene la razón, la razón de qué, de todo. De pronto, por gloria y poder muchos creen tener la receta de la perfección y luchan por su imposición, en ese momento la guerra despertó.

Usted podrá pensar que estoy delirando sin conocer el camino, pero yo soy quién ha nacido, crecido y envejecido entre las faldas de la guerra. Me creo con licencia para opinar del tema, eso es lo que haré.

Si da vuelta a la izquierda, podrá ver esa enorme montaña que se eleva por encima de las otras, allí nací, eso fue hace 50 años y desde el día que adquirí la capacidad de razonar y entender, he estado rodeado de guerra. Mi padre fue asesinado por un grupo paramilitar que buscaba igualdad con miras a beneficiar a los pobres, pero le digo, mi familia era una de las más pobres del pueblo. Me pregunto, ¿por qué mataron a mi padre, si defendían ideales similares? ¿Acaso había alguna riqueza en mi padre?

No pude responderme a esas preguntas y por eso asumí que se trató de un accidente; mi padre estuvo en el camino de una bala perdida. Cuando asesinaron a tres familias, incluyendo al perro y los cerdos, comprendí: los accidentes de ese estilo no existían.

¿Quién nos defiende? ¿Es cierto que todo ese aparato institucional y la gente que lo regenta vela por nuestros intereses? ¿Quién me preguntó si quería ser defendido de esta manera?

No tengo respuestas concretas, pero hasta hoy, la experiencia de estos cortos 50 años, me han enseñado que, nadie lucha por otros, todos, incluyéndome, luchamos por intereses individuales, por aquellas cosas que me den bienestar. Digo luchar por mi familia, pero lo hago porque sin ellos yo no sería nada, perdería toda motivación para agarrar la daga y clavarla en el pecho del que fisgonea por la noche entre los montes.

El joven que está sentado junto a las rocas, él le dijo que no tiene familia, pero alguna vez la tuvo, los mataron a todos. Si bien ya no hay razones para seguir con el fusil sobre el hombro, le digo que, el instinto de venganza inspira, a veces lo hace mejor que la misma vida, pero ¿quién le dijo a él que debía vengarse? Probablemente nadie, es presa del dolor emocional y así es imposible usar la lógica.

La guerra nos lleva a la muerte, la destrucción de los objetos materiales, y más que eso, nos lleva a la destrucción del espíritu humano, eso es lo que piensan o predican aquellos que han vivido en la paz, pero nosotros, aquellos que hemos probado el acero de la guerra sabemos que el espíritu humano se fortalece cuando se lucha por defenderlo: la supervivencia de nuestros anhelos, creencias, tradiciones, esas cosas que nos hacen ser diferentes en práctica, porque en esencia le diré que, todos somos iguales: no veo a nadie vistiendo algo inusual, todos llevamos carne, huesos y fluidos, lo que cambia es el pensamiento, la interpretación, la forma de ver la vida y vivirla, o ¿me podría usted decir que el corazón de un católico funciona diferente del de un musulmán, que la forma de respirar de un norteamericano es diferente a la de un oriental?

No, no tiene una respuesta preparada y la razón es porque no existe, pero si le pregunto por la diferencia entre el predicar de un católico y un musulmán, tal vez recaiga en alguna diferencia, pero esas “diferencias” las ven los inteligentes de convencimiento y tontos de entendimiento. Yo le diré que, en ese tema no existen diferencias: las dos religiones creen en un ente superior que desconocen, las dos practican una religiosidad y las dos tienden a esclavizar a través del miedo, la diferencia está en el “dicen” que quedó impregnado en las escrituras.

Verá, yo creo en Dios, lo que no creo es que viva sentado en una nube observando cómo nos matamos, jugando al ajedrez y maldiciendo al ver que su creación se deja llevar por la ambición de imponer la razón.

La guerra, esa palabra que hace temblar naciones, que mueve millones de papeles o metales a los que llamamos dinero y que hace trabajar a las mentes humanas en: ciencia, tecnología, biología, ingeniería y psicología, de una forma que ninguna otra peste puede provocar. Le dicen que es por defender territorio, a nuestras mujeres, nuestros niños, nuestra forma de vida “libre” y otras tantas cosas con las que aspiramos los humanos, pero que no tenemos. Usted sabe que la libertad es una utopía y nada más, respecto al territorio, la tierra, el mar, el bosque, el agua, nada es nuestro, nosotros somos unos arrendatarios ingratos, eso es todo.

La guerra, sigue siendo todo lo que alguien más dice, pero nunca lo que nosotros creemos, siendo así, seguramente me preguntará: ¿qué hago aquí?

Soy participante de la guerra por la búsqueda de la paz. Es una respuesta tonta, pero es lo que espera que diga y yo cumplo con la esperanza de otros.

Nosotros somos la única raza cósmica que viviendo en aparente calma se alborota, pierde la paz. Vamos a la guerra para encontrar la paz que voluntariamente perdimos. Cada vez que lo digo en voz alta me río como un loco. Al parecer, estamos hechos para perder las cosas importantes, salir gritando, pateando al perro y acusando a todo el mundo de haber tomado lo que hemos perdido y mientras gritamos y pateamos, causamos la cólera del otro, ese que se siente acusado falsamente. Aquel también grita, yo grito y él grita más, el gritar no funciona, así solo nos queda invocar a la violencia, en ese momento nació la guerra. Cabe recalcar que, esa patada al perro pudo matarlo o herirlo de gravedad, esos gritos pudieron alborotar la meditación de los monstruos del prójimo, así se arma la guerra.

La odisea de la paz es innata a la guerra, son hermanas gemelas que juegan con cualquiera que se deje. A veces, la paz oculta más guerra que la misma guerra y la guerra viene siendo el pretexto perfecto de la paz.

La paz, esa vestida de caridad, comprensión y hasta respeto, oculta bajo sus faldas un arsenal nuclear, ideas de experimentar con el objeto de limosna y hasta grandes ideas de cobrar la caridad con intereses. Notará que la paz también suele ser egoísta.

Finalmente, la paz tiene su propia odisea, jamás cumplió con sus tres letras, siempre fue guerra en reposo.

El verdadero alcance de la paz, quizá como dijeron nuestros hermanos caídos, solo en las tumbas se encontrará y siendo que todos mueren por esa paz, esa, esa es la verdadera paradoja de la paz.

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