Pueden romper tus puertas
si las hallan cerradas
porque hablas de ellos.
Pueden proyectar su veneno
hacia los que buscan ayuda
para sanar las almas rotas.
Pueden engañarte diciendo
que este es país de maravillas
con todo quemándose alrededor
dentro y fuera, moral y material.
Pueden engañar nuestra hambre
los chivos del estraperlo oficial
prometiendo que nos ayudarán
mientras la alacena aún espera.
Pueden entonar cantos de salvación
en tanto que ocultan tras la espalda
su puño con filoso puñal
(peor, con un fogoso fusil).
Pueden decir manos abiertas,
no obstante los puños apretados,
listos para propinar golpes.
Pueden hincar rodillas en tierra
mientras vamos a pie por ellos.
¡De rodillas, nunca! ¡De pie, siempre!
Ya no baje nadie la guardia.
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