El ayuno prolonga la reminiscencia espectral del sueño. Veo el mundo con los ojos cerrados, a través de los párpados etéreos. La conciencia se resiste aún a la vigilia, y lo cubre todo de fantasía ecto-plásmica. El pasado se mantiene aferrado a la materia aun cuando no puede tocarla. Entonces despierto dentro del sueño de la vigilia, dentro del sonambulismo lúcido. Los pasos que me guían consagran sus esfuerzos al aire, la melancolía de las alas es combustión onírica. Pronto lo cotidiano entra en ignición, estalla en un llameante alarido, y el humo sirve de recipiente al delirio, que lo posee y se fabrica un desfile de cuerpos. La morfosis se desintegra hacia lo ‘meta’, los rostros circundantes devienen en fractales, sus elementos se separan y se aparean con otros dando luz a nuevos rostros. Emerge el caleidoscopio de la existencia, y nos revela a todos como la extensión de uno mismo. Un solo rostro, el del cosmos, y un solo cuerpo, el del sueño.

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