Escribir es el arte de la transparencia, de la desnudez. Es desnudar el pensamiento y exponer la intimidad de nuestro espíritu a todas las miradas ajenas. Es mostrar las heridas etéreas que supuran aún el vapor de la sangre. Sí, las heridas escriben, a la vez que las heridas son escritos en sí mismas, y el dolor humano es un fractal interminable de historias sobre cuerpos desnudos cuyas heridas se hablan unas a otras, se narran sus dolores desde aquel primer dolor que es el nacimiento, esperando con silente melancolía aquel último dolor que es la muerte. Heme aquí, este soy yo, vivo y muero a la vez, y estas letras son la sangre que me habita.

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