Las enseñanzas que dan los hijos (2).

Las enseñanzas que dan los hijos (2).

Adriana, Ernesto y yo paseábamos un diciembre por los andadores del Parían. Mi hijo aún no cumplía los dos años de edad, por lo que lo llevábamos en la carriola. Al llegar a la esquina de Juárez y Allende el niño nos empezó a decir:

– ¡El schiñol tene shed -.

Mi esposa y yo nos acercamos y le preguntamos:

– ¿Qué dices hijo? -.

– ¡El schiñol tene shed! -.

Nos repitió, a la vez que señalaba con su dedito a un Santa Claus que repartía propaganda junto a una de las columnas. El pobre señor era un hombre como de cincuenta años , de complexión robusta, que debido al disfraz de terciopelo, las barbas postizas, la peluca, el gorro y el tremendo calor que hacía a esa hora del día, tenía la cara completamente roja y sudaba profusamente. Al verlo le dijimos al niño:

-¡Ah sí! ¡El señor está muy acalorado! -.

Pero Ernesto insistió un poco desesperado:

– ¡No! ¡El shiñol tene shed! ¡Coca! -.

– ¿Quieres que le compremos una Coca? -. Dijimos.

– ¡Shííí! – . Dijo mi hijo, feliz porque habíamos entendido lo que quería.

Compramos una Coca Cola bien fría y Ernesto se la entregó personalmente al Santa.

– ¿Es para mí? ¡Gracias chiquito! -. Dijo, y tomando el refresco se lo empezó a beber con una satisfacción tal, que si lo hubiéramos pensado para comercial habría tenido un rotundo éxito. Enseguida le platicamos al señor lo que había sucedido y enormemente conmovido le dijo:

– ¡Que Dios te bendiga! ¡Sigue siempre así! -. Y le dio un gran abrazo.

La enseñanza que me dio Ernesto ese día fue la de la Misericordia, es decir, el poner la disposición de nuestro corazón para satisfacer las necesidades de los demás. Vio al sediento y quiso calmar su sed. Nosotros como adultos, todos los días vemos personas con muy diversos tipos de necesidades, tanto físicas como espirituales y nos volvemos indiferentes ante ellos. Sé muy bien que no podemos resolver todas las carencias del mundo, pero algo podemos aportar en la medida de nuestras posibilidades. Recordemos que todos en la vida somos miserables; necesitados de comida, abrigo, comprensión, compañía… y un poco de amor.

Centro comercial «El Parián», Aguascalientes, México.

Publicidad de Santa Claus bebiendo Coca Cola.

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