Cuento borrador

Sacó el cigarrillo que tenía metido detrás de la oreja y se lo puso en la boca. 

Agarró un guijarrito y lo tiró contra la roca, 

una llama estalló. 

Se inclinó sobre ella y respiró hondo.

Cerró los ojos. 

El hambre le hizo gruñir el estómago. 

Suspiró, aplastando su cigarrillo contra un tronco seco de un árbol.

– Ay, duele …

– ¿Eh?

– ¡Me lastimaste, miserable!

– Quizás querías que tirara mi cigarrillo a los arbustos, que prendiera fuego al bosque. ¿Por quién me tomas?

– No se podía fumar, eso hubiera evitado aplastarlo en mi corteza.

– Qué?

– ¡Estas no son cosas para hacer, no se fuma en un bosque!

– Pasa un buen día. Tengo negocios que están cerca de mi corazón. Tengo una comida que preparar y un estómago que llenar.

– Miserable!

– ¡Qué te pasa, viejo árbol!

– Tú, te burlas de mi ?

– Ah, eso crees. ¡Paso, eres demasiado predecible!

– No creo en nada vil, malhumorado. Fuera de la vista, antes de que uno de mis brazos se te pegara.

– O que te patee el trasero… ¡Eso quieres!

– ¡Crees que eres un asno!

– ¡Y tú no puedes caminar!

– Sigue tu camino, asno. Espero que EL lobo te encuentre de su agrado.

– El lobo, ¿qué lobo?

– El hombre lobo, el del pequeño claro. Esta noche es luna llena. Le gusta venir aquí, ir a la granja.

– Los hombres lobo no existen, mentiroso.

– ¡Como los asnos que hablan y que fuman!

– ¡Anda ya!

– Qué dices?

– Nunca he visto a un árbol hablar y gemir al mismo tiempo.

– ¡Idiota!

– Sí, no tienes nada más que decirme, ¡me inclinaré ante ti e iré a buscar mi comida de inmediato!

– No he terminado contigo. Conozco un sauce llorón, vive al lado del río un poco más abajo …

– ¡Nada que ver conmigo!

– Déjame terminar entonces. Claro, un fumador y asno grosero, no tienen nada que ver el uno con el otro.

– Crees que eres inteligente, viejo.

– El baúl viejo, te dice mucho. Tengo doscientos cincuenta años, junto a un joven cachorro de asno esquelético de uno o dos años.

Que parece un anciano. No harás huesos viejos, eso es seguro.

– Tiene razón !

– Quien habla ?

– Su vecino, justo detrás de ti. Asno, no los vemos todos los días, viene, se va. Seguimos ahí, somos parte del paisaje.

Me recuerdas al asnito que pasó por aquí el mes pasado. Un fumador como tú, además de tener la cara sucia.

Le había advertido que «fumar daña gravemente la salud y la de los demás». No me escuchó. Fue a la casa del granjero a dar un paseo por su gallinero. 

Lo vimos regresar, sin gallina. 

Estaba sin aliento. Boca abierta, plomo en los oídos o lo que quede de ella. 

No podía poner su trasero detrás de lo que le quedaba de la oreja. Está sentado allí donde tú estás parado. El infortunado, hizo todo lo posible por liberarlos, trozos de carne se soltaban cada vez que lo intentaba, era una pérdida de tiempo. 

Estaba plagado de bolas de plomo. Se levantó con dificultad, cojeando por el bosque. Pasó junto a nosotros, nunca lo volvimos a ver.

El viejo granjero, lo conocemos. A veces viene al bosque a hacer un picnic y aprovecha para quitarnos las verrugas de los pies.

Los llama hongos. Habla con las flores, incluso les da nombres. 

Cuando terminó el almuerzo. 

Recoge su embalaje, no deja residuos.

Te aconsejo que te pongas los pies alrededor del cuello y corras mientras aún hay tiempo. El granjero es un buen tirador. Acortará tus orejas . . .

En cuanto al hombre lobo al anochecer, enhebrará su cadáver bajo sus colmillos.

El asno se había escapado, dejando que los dos viejos robles temblaran sus hojas, jadeando de placer . . .

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS