Prologo

Estoy enamorado.

De ese enamoramiento en donde las mariposas caníbales crecen en tu panza. De ese enamoramiento en donde no logro negarte nada. De ese enamoramiento en donde los dos no podemos dejar de suspirar con tan solo pensar en el nombre contrario.

Solamente de ti y de la hermosa mirada que me diriges. Esa que cala en mi cuerpo y hace temblar mis huesos.

Estoy enamorado de todo los pequeños detalles que hay en ti. De esos que muchas veces quieres ocultar de las miradas externas, pero que son tan visibles para mí, haciéndome sentir afortunado por tenerte solo para mí.

Te observo desde que desperté y no puedo evitar suspirar de amor, este amor que me sale de mi cuerpo y trato de sostenerlo con mis manos.

Escucho golpes en la puerta y refunfuño. Siempre alguien más jode nuestros momentos especiales, y con los dedos de mis dos manos puedo contar a cada una de esas personas tan inoportunas.

Tomo una de tus camisetas negras, dejando solo mi ropa interior debajo de esta, camino con pesadez hacia la puerta de nuestro departamento. Sin importar mi apariencia abro la puerta.

Dos hombres están frente a mí, y admito que ambos llamaron mi atención por su fornida apariencia, pero tú les ganas en todos los aspectos.

Cabello plateado y mirada gélida, el otro, mantenía el cabello corto y su mirada de color negro. No pude evitar morder mi labio inferior.

Me recuerda a ti.

Pregunta por mí, así que les afirmo que soy yo.

Luego preguntan por ti, les digo que duermes, porque estábamos cansados de nuestra actividad nocturna. Ambos hombres se sonrojan, y el de cabello corto no deja de observar mi cuerpo.

Ruedo los ojos, mientras revuelvo mis cabellos rubios y le recuerdo que te tengo a ti, y no tenía la necesidad de engañarte, pero si ese hombre estaba dispuesto a tener un trío con nosotros, entonces no se lo negaría.

El hombre se ahoga con su propia saliva, es gracioso.

Por último, el hombre de mirada gélida se acerca a mi rostro y me pide el permiso para hablar sobre ti con ellos, ya que tendrían un trabajo para ti y era mejor conocerte en bocas de otros.

Era extraño, pero no me niego. Los hago pasar y ambos ponen mala cara cuando llegan a la sala.

Ellos preguntan si estoy enamorado y tampoco se los niego.

Entonces, le hablo de ti.

I: Rojo

El color rojo es denominado el representante del amor, la pasión, lo sexual e hipnótico. Todo lo que tenga que ver con la unión de dos cuerpos, es el color rojo.

El rojo adorna nuestro cuerpo cuando se trata de unir nuestras vidas de una manera más profunda, de unir nuestras almas frente a las personas más importantes, ignorando las palabras vacías del mundo.

El rojo que se da cuando llega la primera vez que se resguarda como un recuerdo. El dolor que transciende al placer carnal.

Delicioso placer carnal.

El rojo que adorna en aquel momento la tina de nuestro baño, son como pétalos esparcidos de amor en la clara agua, en donde nuestros cuerpos se encuentran sumergidos.

Amor en color rojo que siento crecer en mi interior.

El olor dulzón de las velas rojas, solo hacen que el sonido de nuestros cuerpos siendo uno incremente y suave olas se creen. Que, de tus labios hinchados por los besos, dejen rojizas marcas de pertenencia en mi piel, que no dudaría yo en enseñar con orgullo cuando el invasor solar se establezca en el cielo.

Un dolor entre mi hombro y cuello me hace quejar, pero pasa desapercibido por el delicioso toque en mi interior.

Una sonrisa coqueta crece en tu rostro, y en tus blancos dientes la evidencia de mi sangre está presente.

Ese momento me resultaron atractivos los vampiros.

Pero, al igual que el rojo se va oscureciendo, el movimiento de tu pelvis iba aumentando.

Nuestras voces acrecientan de tono y los te amo llueven a una velocidad increíble.

Y yo me pierdo en el universo que compartimos, llenos de estrellas que solo tú logras hacerme alcanzar. Cuando regreso, el color negro de tus ojos me da la bienvenida y una leve risa escucho de tus labios.

Me veo reflejado en tus ojos, tus pupilas se dilatan, las relajantes caricias empiezan en mi espalda en compañía de besos en mi mejillas.

Ambos reímos, nos quejamos de lo fría que esta el agua, pero lo olvidamos, al momento de perdernos en nuestros labios.

El amor ciertamente llega a ser rojo en los mejores momentos, más cuando en el espejo del baño, el lápiz labial rojo, quedo escrita tu primera infidelidad, y el inicio de nuestra emocionante relación.

—Entonces, ¿ustedes eran amantes al inicio? —pregunta el hombre de mirada gélida, mientras yo levanto mi pierna, colocando encima de la otra. Dejo que mis dedos piñizquen mi labios inferior. Recordar mi habían encendido un poco.

—Exacto, el rojo de nuestra travesura.

II: Azul

Odio el azul.

Es mi enemigo natural.

Desde que tengo memoria e aborrecido ese color. No importa dónde estuviera, simplemente buscaba la manera de deshacerlo. Jamás logré pintar el cielo cuando estaba en el jardín de niños, y la mayoría del tiempo peleaba con los niños por el color de mi ropa.

Había días en las que mi madre me vestía contra mi voluntad con colores aceptable para mí, pero no me quejaba, apreciaba mi vida.

Pero, no podía hacer lo mismo con mis ojos. De niño le rogué a mi madre para que me quitara estos ojos, y ella solo decía que el color de mi ojos eran un regalo de mi padre.

Según ella el azul de mis ojos eran hermosos, y no vine a creerle hasta que llegó él.

Antes de ser amantes, antes de desbordar el rojo de la pasión fuimos compañeros de trabajo, y a él le gustaba el azul.

Fue complicado saber que todo lo que lo rodeaba a él, tendría que estar el color azul, pero no me quejaba porque necesitaba mi trabajo.

Entonces, él empezó a elogiarme, por mi trabajo, por mi atuendo, luego por mis ojos. Siempre me recordaba lo mucho que amaba mis azules ojos.

Palabras como único, cautivadores, deslumbrantes, jamás faltaron.

Mayormente lo hacía cuando estábamos solos, para evitar problemas con los demás empleados, pero luego sus palabras fueron guiadas con suaves toques.

Toques inocentes, pero que fácilmente lograban entrar en mí.

Descubrí al mismo tiempo que su gusto por el azul incrementaba por mí, porque según él, todo lo que fue relacionado con el color azul, su mente proyectaba una imagen mía.

En algunos momentos decía, que el azul que veía en mis ojos cuando estábamos solos era como como el inmenso y oscuro mar durante la noche.

Y si solo disfrutábamos de nuestra compañía, sentados en el césped de casa mirando el cielo o solo compartiendo en nuestro trabajo, salía de su boca, lo mucho que mi mirada lo relajaba. Que ese momento mis ojos, lo tranquilizaba.

En esos momentos no odiaba el color de mis ojos, simplemente disfrutaba lo hipnótico que era conectarla con su mirada oscura.

—Cuando él decía eso, todo mi ser se volvía loco, entonces le conté todo sobre mí, todo lo que desconocía, y aun así me acepto.

Esta vez no preguntan cómo lo creí, se limitan a asentir con sus cabezas entre ellos, como si respondieran a preguntas mentales. Muy gracioso.

—Oliver tiene algo que me gusta algo que enloquece, algo que lo hace único a mis ojos. Algo que jamás lograría en mí otra persona —observo sus miradas interrogantes por mis palabras, pero sedientas de curiosidad—. Les mostraré ese algo que me vuelve loco.

Camino hacía nuestra habitación, tomando de la mesita de noche lo que es el regalo más apreciado que lograste darme, y entre mis manos lo llevo hacia mis invitados, ambos quedan mudos de la impresión, no puedo evitar reír.

—Esto chicos es el mejor regalo que mi amorcito logro darme.

III: Negro

El color que amo, siempre ha sido el negro.

En mi infancia, mamá siempre buscaba la manera de esconder todo lo que tuviera que ver con mi color favorito. Ella estaba asustada.

Ella tenía miedo de que me fuera por el camino distinto al que ella quiera, y tuvo razón, pero no fue por mi color favorito, eso fue por lo que regía en mi alma.

Aunque ella me vistiera como eran sus gustos, pero no pudo conmigo, se rindió, y en la adolescencia la mayoría de mis novios fueron pelinegros, amantes del lado oscuro. Ver su rostro lleno de ira por lo que yo hacía, era divertido y doloroso, ya que, si se rindió con las palabras, los golpes deberían de ayudar.

Ella, decía que el color negro era del diablo, era representación del mal y la oscuridad.

Siempre le respondí, que no solo era de eso, era mucho más, la elegancia, superioridad, no todo lo que decía ella era lo correcto. Solo me creyó cuando le presente a Oliver.

Fue la primera vez que ella no me reclamo por mi pareja o que fuese del mismo sexo, por primera vez mi madre no me regaño. Antes mis parejas no pasan de la puerta para sala, mamá no lo permitía, pero Oliver logro quedarse a cenar.

Pero, fue distinto, mamá le sonrió, mi madre lo acepto.

Mamá entendió que el color porque el cual vestía lo representaba, ese día Oliver se vistió de negro, y cada una de las cosas que yo le recalque, él las represento. Él fue el mejor ejemplo para que mi madre entendiera.

Hasta logro la bendición de nuestra boda. Y no es necesario saber cuál fue color temático.

Él siempre ha conocido todo de mí, es compresible, un poco arrogante, algo enojón, pero nada que no se quite con unas cuantas rondas de hacer el amor. Amante del chocolate, aunque lo niega siempre cuando estamos frente a un desconocido. Es único, romántico, siempre piensa en los dos.

Oliver… es la representación de todo lo que soñé y alcance.

Ambos hombres frente a mí ahogaron un jadeo, y no los culpo, para mí es igual de impresionante. Aquel brillo en el color negro es cautivador e hipnótico, por eso lo amo, el mejor de los regalos.

―Cálmense, esto es algo que siempre quise y él me concedió ―reí por el terror que había en sus ojos―. Iré por algo de agua para que se les baje los nervios.

―Nicolás… no es necesario.

―Son mi invitados… así que acéptelo, por favor.

IV: Ojo

Decir bendito el día que nuestras miradas cruzaron sonaría muy cursi de mi parte, pero si no hubiera sido por el señor oscuro, dudaría que nuestras almas fuesen a encajar. El señor oscuro supo cuando enviarme a uno de sus demonios.

Ardiente demonio, de sonrisa coqueta y devorador de mi alma.

Deseoso de todo lo que hay en mí, incapaz de negarle algo.

Él siempre ha sido muy observador, es su especialidad, haciendo caer a mucho con aquella mirada brillosa, fría y calculadora. Pero, que se llena de amor y lujuria al verme.

Ese color negro de tus ojos, siempre logré compararlo con la caída de la noche y el inicio del pecado.

Tan deslumbrante y exclusivamente para mí.

Solo para mí.

Fueron los únicos dedicados a mi presencia desde que pise aquella empresa. Esos ojos me siguieron hasta desaparecer por las puertas del ascensor.

Los únicos que me observaron, analizaron, cautivaron y vieron lo que había dentro de mi alma, algo que ningún otro logró, ese algo que se esconde de las miradas externas.

Fue después que escapamos de tu loca novia, que las cosas mejoraron. Pude apreciar el cambio en esa mirada.

La lluvia de emociones surgir en ella, lograron calar en mi oscuro corazón, eras el indicado. Todo mi ser me lo gritaba, cada una de tus acciones me lo confirmaba.

No podía dejarte ir tan fácil.

Somos partícipes de tantas aventuras en donde corrimos hasta acabar con el límite de nuestras respiraciones; saltamos desde el acantilado más alto; reímos de las bromas que construimos, y otros caían

Pero, jamás lloramos, porque no había esa necesidad. No entre nosotros.

Tuvimos una vida muy dura, y desde nuestra tierna infancia mantuvimos nuestros ojos cristalizados, pero ya no. Ahora seriamos nosotros, quienes la provocaríamos, quienes buscaría el dolor en los demás.

Esas emociones en su mirada fue lo que me enamoró.

―Deberían de verlo en acción.

Entrego al hombre de mirada gélida el vaso de agua, y cuando me proponía a hacer lo mismo que con el segundo hombre, resulto este ser torpe, dejando que el vaso cayera y se quebrara.

Era una lástima perderlo. Ignoré sus disculpas y me incliné parar recoger los pedazos, sin embargo, una pregunta de parte del hombre con mirada gélida me sorprendió.

― ¿Cree que podamos hablar con su pareja?

Error. Me corte.

― ¿Te-e encuentras bien? ―pregunto el otro hombre, solo asentí como respuesta sin dejar de observar la sangre en mi mano.

No creo que estén preparados para verlo.

V: Sangre

 Siempre llegamos a ese punto envidiados por otros, en donde ambos conocíamos tantas cosas del otro que mentirnos era complicado. Y era mejor así, la confianza siempre es superior que cualquier problema en nuestra relación.

Pero, cuando escuche esas palabras de sus labios, fue como si recibiera la mejor compensación, antes nos habíamos propuesto ofrendar a nuestro dios, pero nos mantuvimos tan ocupado en nuestras mundanas vida que no logramos eso hasta ese día.

Al principio no me sentí lo suficiente valiente para realizar aquel acto, quizás por temor como cualquiera otra persona, desconocía muchas cosas, pero sabía que tú estabas allí para mí, y podía confiar.

Todo estará bien, repitió todas las veces que observaba mis azules ojos, y confesaba todo el amor que él mantenía dentro de su ser. Muchas veces, él decía que las acciones eran la mejor manera de expresar lo que temes dañar con las palabras.

Y lo hicimos, en la madrugada de mi cumpleaños, pero

Primero fueron nuestras manos, las cuales besamos con los ojos cerrados. Luego, fueron nuestros cinco sentidos, y de último un beso en el lado izquierdo del cuerpo, donde se encontraba el corazón, una equis fue dibujada.

Me ayudo a introducirme en la bañera, y el rojo nuevamente estuvo presente, en todo nuestro cuerpo, manchando las baldosas brillosas. Sus pisadas creaban un lindo escenario de recuerdo, el cual estaba seguro de que no borraría.

Quiero que esto sea especial para ti.

Y sus dulces palabras para tranquilizarme se volvieron reales.

Conocí el inicio y el fin de la oscuridad cuando sus manos hicieron estragos mi cuerpo, y los besos se convirtieron en nuestro mejor juego.

Sus labios crearon un camino del placer hasta mi sexo, y cuando su lengua hizo aparición, rojo golpeó mi mirada, y su nombre se convirtió el mejor cántico que entoné.

Me deje llevar por su voz, por el aroma de esas velas, el rojo de nuestros cuerpos, y el color negro de su mirada, llamándome, enloqueciéndome, llevándose una parte de mí, como si fuese el dios de la muerte deseoso de mi alma.

El primer golpe de placer fue callado por sus delgados labios, mientras sus manos sostenían mi cadera para marcar aquel delicioso movimiento.

Entonces, el tono de su voz, grave por el goce de nuestros cuerpos, me repitió una y otra vez que lo hiciera, era lo mejor para nosotros, para nuestras almas.

Y el segundo golpe de placer que tuvo mi cuerpo, llego al probar su dulce, y espesa sangre

―No estuvo mal, fue la primera vez que nos sentíamos increíble, fuimos uno solo en cuerpo y alma ―muerdo mi labio inferior, sin despegar la mirada de las gotas de sangre en la alfombra―. La frase que siempre repetía es razonable para nuestra situación.

― ¿Cuál era?

No contesto de inmediato, les doy la oportunidad de pensar en muchas cosas, mientras observo la palma de mi mano, y la sangre saliendo de la recién herida, sonrío, acercándola a la punta de mi lengua.

Siento mi cuerpo estremecer, y cierro los ojos por instinto, al notar en mi paladar el sabor metálico de mi sangre.

El recuerdo de tu sangre y la mía en aquella danza de placer en la que nuestros cuerpos estuvieron, se instaló en mi mente, era como si pudiera estar presente en ese recuerdo.

En nuestro ritual sexual, como ofrenda a nuestro único dios.

Cuando alzo la mirada, no puedo evitar reír por lo estúpido que ambos hombres se ven, mientras apuntan sus armas en mi dirección. Yo, solo me acomodo en mi sillón, dejando que tu camiseta deje a la vista la piel de mis muslos―. La vida es corta cuando bailas con el diablo.

End

Observo nuevamente a que el color que amó de ti y no puedo evitar suspirar de amor.

Aquello ojos qué lograron hipnotizarme, se encuentran resguardados como la primera vez que me los diste, en aquel botella de vidrio, rellena de aquel líquido que lograste conseguir para que durara mi regalo.

Mi regalo ahora es visto con desagrado por esos dos hombres, quienes no entienden lo que es el verdadero amor entre dos personas.

—Entonces, admites haber drogado a tu pareja, colocado en una bañera y con tus dedos quitar ambos ojos.

—Dejar que su cuerpo se desangrara en la cama matrimonial que ustedes compartían, en los últimos tres días —continúa el hombre de mirada oscura.

Me vuelvo a decir que no tan increíble como la tuya. Y a sus palabras muevo la cabeza, afirmando a lo dicho. Me escojo de hombros, dejando que un bostezo salga de manera involuntaria. Ellos llevaban repitiendo lo mismo.

—Suena más malo de lo que cree, señor oficial, solo cumplí con algo que cualquier enamorado haría en su sano juicio.

—No estás en tus cabales, estas enfermo —me recrimina el hombre de mirada gélida.

Ruedo los ojos por su infantil manera de querer ofenderme.

—Ahora resulta que estar enamorado es una enfermedad —hago un puchero, mientras juntos mis manos y las atraigo a mi rostro, dejando que mi mejilla derecha descansara en el dorso de esta—. No los puedo entender, ustedes se contradicen a casa rato, pobrecitos.

Y debido a sus expresiones, lograron divertirme, por ello, río sin importar que tan alto lo haga.

—Estás loco.

—Pero, no por ti, cariño —guiño mi ojo en respuesta, al verlos salir.

Apenas el sonido metálico de la puerta inundó la pequeña habitación de interrogación, la sonrisa de mi rostro desvaneció.

Y no es porque finja mi alegría, no lo hacía, y tampoco me veía con esa necesidad, solo que me molestaba la manera en la que ellos miraban mi amado regalo.

Siempre he sido así, y el hecho de que me recuerden como acabé con mi última pareja, solo denotan la falta de profesionalismo que había en ellos. Estoy seguro de que no soy la primera persona que sostiene y duerme con el cadáver de su pareja.

Dejo escapar un suspiro mientras estiro con dificultad mi cuerpo, al final no puedo evitar temblar. Esos hombres no me dieron la oportunidad de tomar algo de ropa, solo mantenía en mi cuerpo aquella camiseta negra.

Maldigo por el frío.

Por un momento dejo que mi mente recuerde tu rostro, Oliver, la palidez de tu piel, pero suave al tacto; lo fornido de tu cuerpo; tus delgados labios los cuales se conectaron a los míos, siendo un ladrón de mis suspiros y dueños de las marcas de mi cuerpo.

No me siento culpable, no como ellos creen.

Tú lo dijiste, aunque esos hombres no lo sepan.

¿Quieres algo de mí? Anda te doy la libertad para que escojas el regalo perfecto.

Y te lo dije, y tú aceptaste.

¿Eso quieres? Vaya… es más fácil de lo que pensé.

Cuando robe tu último aliento de vida con mis labios, sonreíste. Tú no me odiabas como ellos se empeñan a decir, tú me amabas como lo hacía yo contigo.

Un amor con locura y devoción.

Me disté más de lo que creí, más de lo que siento yo que te devolví.

Porque éramos una pareja que nadie entiende, una que solo conoce lo que guardaba el corazón del otro. Nadie nos entendía. Solo éramos y yo contra el mundo.

Pero ese mundo, tan tóxico, tan ingenuo e ignorante, me condena por nuestra manera de amar.

El perfecto negro de tus ojos fueron testigo del dolor en mi mirada, al mover dentro de mi boca, aquella Gillette que siempre llevaba conmigo en la boca.

Un recuerdo fugaz de ti diciendo lo sexy que era, cala por mi mente.

Hago un corte debajo de mi lengua. Soportando el dolor, sé que me iré contigo, y ellos no me detendrán.

Dejo escapar una risa por lo estúpidos que logran ser ellos, la sangre se mantiene como evidencia en mis dientes, y no puedo evitar observar la esquina de la habitación en donde te encuentras con los brazos cruzados, y manteniendo esa sonrisa arrogante de la que me enamoré―. No lo entienden, jamás lo comprenderán.

Jamás lo harán.

Quizás en sus pequeñas cabezas creerán que sí, porque dueño de lo que les rodea se creen, pero mejores que tú no son… jamás lo serán.

Y resulta gracioso, ya a la mirada de ellos, yo fui tu perdición, yo fui quien te condenó, quien causó la desgracia en tu joven vida…

Pero, la realidad es otra.

Y esa es fácil de saber, pero no les daría tiempo, ya que viniste a buscarme…

Porque entre los dos sabemos que ese color negro en tus ojos fueron la caída de nuestras almas, o el renacer del infierno para otro.

Ese color negro que tanto amo.

Fin

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