Los días me atraviesan, la vida se va y mi cuerpo no se mueve, se queda ahí sin voluntad alguna como si del suelo crecieran dos gruesas cadenas irrompibles que rodean mis tobillos. Pero, a diferencia de mi forma física, mi mente no se detiene, pienso, demasiado para mi gusto, en lo que será, también en lo que fue y no puedo excluir las miles de posibilidades que podrían llegar a suceder.

Quiero y siento que puedo hacer muchas cosas, pero hay algo que no está bien, surge de nuevo esa yo a quien no le gusto, me grita y me asusta, no puedo contra ella, lo he intentado. De verdad intento. Después, ambas nos tranquilizamos y hacemos a un lado nuestras diferencias, nos sentamos a jugar o ver algo en televisión, pero cuando somos conscientes de nuevo el caos vuelve, ella se exalta y me recrimina lo infelices que somos, yo no quiero escucharla, le suplico que se detenga, pero es cruel, me hace daño y después me pasa la mano por la cabeza como si fuera un perro al que patea y luego, por sentimiento de culpa, alimenta para que siga vivo.

Cuando hago algo que no le gusta, ella toma mis recuerdos menos agradables y los transmite de forma aleatoria esperando que la deje salir, pero no puedo hacerlo porque sé que si ella escapa no seré la única perjudicada. Ella acabará con todos.

Etiquetas: drama

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