Ana en la calle diecinueve

Ana en la calle diecinueve

Hadit

13/01/2021

Un sonido muy fuerte que golpea repentinamente sus tímpanos la alertó, produciendo en ella un susto y que su corazón latiera rápidamente , al mismo tiempo que percibe el rosar de las ruedas de un automóvil que logra esquivarla, y como lo sospechó, su intención fue indicarle que se apartara del medio, ella no podía culparlo, aceptaba que andaba distraída y no lo vio venir.

Pero, ¿que hacía su mente en ese momento?, mientras sus piernas parecían caminar solas realizando una acción motora, sus pensamientos divagaban entre una burbuja cargada con los problemas del diario vivir.

Adony su única adoración, su motivo de existencia, que solo con verle su rostro diciéndole mamá la llenaba de ternura, entusiasmada cada día de llegar a casa para consentirlo antes de que se fuera a la cama, pero se siente culpable, con tan solo cinco años es educado por su tía, ojala tuviese mas tiempo con él, pero eso no era posible ya que tenia que trabajar.

Un olor agradable entra por sus fosas nasales para indicarle a su gusto que quiere probar, a su estómago que tiene hambre y a su mente le trae el recuerdo de una tarde familiar, pan con café, como le gusta a su hermana, pan relleno de guayaba, el favorito de su hijo y pan de queso con malteada de chocolate, como lo acostumbra a comer ella. El aroma la conduce a la panadería de la esquina de la calle diecinueve.

En ese momento se da cuenta de un murmullo de gentes alborotadas de aquí para allá, miró hacia arriba para descubrir si un nublado cielo le anunciaba que caería agua, pero no fue así, solo el astro rey le indicaba que sería una tarde cálida y seca. Al contemplar a las familias con bultos de comida y grandes colas en el supermercado pensó por un minuto que se trataba de la rebaja de algunos productos comestibles, sin indagar mas se acercó a una señora conocida para que le explicara lo que estaba sucediendo…

El comentario de la vecina la dejó pensativa, no era posible que aquel virus misterioso que apareció al otro lado del mundo se hubiera expandido tanto, dicen que se transmite rápidamente y que la enfermedad no tiene cura. Más dudas surgieron en ella, lo único que podía entender era lo que ocurría en ese momento en la calle diecinueve, las personas compraban comida suficiente para refugiarse en su casa y no salir durante varios días, pero ¿cómo era esto posible?, no sé imaginaba estar en sus cuatro paredes encerrada durante varios días, semanas y quizás meses. Al parecer nadie sabía lo que podía suceder, y ella no era la única con dudas, el signo de interrogación flotaba sobre las cabezas de todas las personas en la calle diecinueve, así que se apresuró a hacer sus compras e irse rápidamente a su casa.

-​ ¡Ana!- la llamó su hermana por su nombre de pila al verla entrar a la cocina.- ¿Vistes las noticias?.

-No Berta, no he visto las noticias, ¿Cuál es la novedad?- respondió Ana.

Antes de que su hermana pudiera contestarle suena el teléfono de Ana. -Es del trabajo- dijo Ana.

Berta le hacía señas insistiendo en que se apresurara a contestar y la miraba como si supiera el tema de la llamada. Al colgar el teléfono Ana se quedó perpleja, sus ojos quedaron mirando algún punto desconocido como si su visita traspasara está dimensión. – ¿Qué ocurre?- le preguntó si hermana. Y Ana sin hallar como explicarlo le dice:

-Me dijeron que no fuera a trabajar durante todo el mes, que me quedara en casa y no saliera, ¿Crees qué hallan despedido?.

-Las empresas tienen el deber de seguir pagándole a los trabajadores – le dice Berta.

-¿Es lo que intentabas decirme Berta?, ¿salió todo esto en las noticias?- pregunta Ana sacando sus propias conclusiones.

– Entonces tenían razón esos comentarios que hacían las personas en la calle diecinueve.

-Si, todo el mundo lo comenta Ana- le afirma Berta. -Es por la pandemia, parece que hay contagiados en el pueblo y todos debemos estar en cuarentena.

Muy temprano en la mañana antes de que el sol calentara se encuentra Ana dando sus pasos hacia la panadería para tomar su acostumbrado café con leche. Retira su mascarilla de la cara para percibir el olor y sabor del capuchino.

-Disculpe señora, no lo puede consumir aquí, solo se sirve para llevar- le dicen aconsejándola que no permaneciera mucho tiempo dentro del local.

Otro día no muy agradable en la calle diecinueve, en la mañana ajetreado, gentes comprando alimentos, todos con tapabocas y la tarde solitaria, los locales cerrados y las personas encerradas en su casa, los automóviles no pueden transitar por las calles después de las seis de la tarde, son las nuevas reglas de la calle diecinueve.

Seis meses han transcurrido desde que se inició la cuarentena. Luego de ver a su hijo llorar rogándole que lo sacara a pasear Ana trata de no entrar en depresión, anhela que las cosas fuesen como antes, ya al no ir a trabajar solo cobra el salario básico y esa cantidad no le alcanza para cubrir sus necesidades y con el miedo de perder totalmente el empleo.

Una noticia en la radio sorprende a las familias en la calle diecinueve cuando apenas sale el sol, el riesgo de contagio parece que ha disminuido y el presidente anuncia que se levante la cuarentena para que el pueblo pueda salir de nuevo a la calle.

Ana pasea con su hijo por la calle diecinueve, todas las familias reunidas de nuevo, los pequeños en sus juegos tradicionales, los negocios abiertos y las personas muy contentas comprado. El olor que más le agrada a Ana la lleva a la panadería, con su hijo Ana disfruta de su rico café con leche junto con el sabroso pan relleno.

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