Al cerrarlos no se encuentran en su posición original.
Nunca tienen la suficiente fuerza de habla.
Es por eso que soy escribar.
Mi fuerza en las estrellas blancas es débil.
No suelo sonreír por la debilidad de las mismas.
Suelo poseer un rostro pasivo y serio.
Escucho un sonido que siempre rechina.
No es una puerta, son los pasos de los años en mis huesos.
Un rechinar, un dolor, poco tiempo.
La carne hace todo lo posible por no astillarse con el calcio que llevo dentro.
Pero en mis intentos mejor suelo escribir un testamento.
Puesto abrir los ojos es un milagro.
Pero volverlos a cerrar por las noches.
Es un enigma.
Soy tan corto de vida.
Como de fé.
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