El monte sin sol

El monte sin sol

La realidad es que ya lo tenía marcado. Ese día, nunca me voy a olvidar, el calor no dio tregua. Aunque era setiembre parecía verano. Acá parece que nunca se acaba el verano. Y los matorrales y el canal que corre más allá al fondo y la gente que es una desconsiderada, tiran lo que sea donde sea, todo se pudre. Se llena de olor por acá sabe y por aquel lado, del descampado yendo para el monte, ni le cuento. Estamos muy lejos de todo.

Le juro que algo me vino por adentro ese día cuando lo vi saliendo de la casa. No era la primera vez que salía solo. La madre es sola ella vio y tiene mucho trabajo, apenas si le alcanza con las pocas monedas que gana. Hace lo que puede esa pobre mujer. Acá todos hacemos lo que podemos la verdad. No queda otra. Lo único que tenemos es el calor, la mugre que casi nos tapa, el barro cuando llueve. Apenas si algo más que miseria. De todo eso ya se habrá dado cuenta supongo. Pero la gente intenta, no crea que no. Igual se vive. Esta familia es muy humilde como le decía, son cinco ellos. La madre y cuatro chicos. Las tres mayores son mujeres, una chiquitas muy respetuosas y tranquilas. Si las comparamos con las demás de su edad, esas nenas son unas santas. Todo el día en la escuela o en la casa ayudando a la madre. Las escucho jugar en el patio a veces, pero no hacen mucho ruido. Y por último está el varón, Ramirito. Ocho años tiene él. Le repito: no era la primera vez que salía solo. Eso puede parecer de mala madre o de descuidada pero acá es muy común. Acá nos manejamos de otro modo no sé si me comprende.

Nunca paso nada del otro mundo, nunca así. Algún que otro choreo, un arrebato al pasar, nada más. Porque la verdad, que van a robar acá si ni esperanza le queda a esta pobre gente. De eso hasta las lauchas se dieron cuenta. Pero en este caso y eso es lo terrible mijo, no tratamos con una laucha, sino algo con mucho peor ¿Usted vio como la dejó a la tía del chico? Ese hijo de puta no es de este mundo. El nene vivió si pero, y esto, desde esa, no existe noche que no me lo pregunte: ¿Vivió “gracias a dios” en este caso? ¿Hay algo que agradecer? ¿Dónde estaba él cuando ese nene, desobedeciendo a la madre (y esto lo sé porque no hubo vez en que la madre le dijera que atravesando el monte no, que aunque tuviera que dar toda la vuelta por campo abierto, que fuera por la calle, ella era madre, ella sabía) agarró por donde no debía? Y en realidad, si lo pensamos bien ¿Dónde estaba unos días antes cuando esta bestia se cruzó en su camino, como un vecino más, como alguien que lo vio crecer (cosa cierta por otro lado, acá nos conocemos todos) y hasta lo acompañó dos o tres veces a hacer los mandados? Yo lo vi ese día, yo iba a salir y preguntarle donde iba. Pero no lo hice.

Más tarde, cuando me vinieron a llamar, me enteré que la tía, que vivía del otro lado del descampado, pasando justo ahí esa punta del monte, estaba enferma. Atardecía, él llevaba una conservadora de telgopor que en las manitos se veía más grande de lo que en realidad era. Por la ventana, pude ver a su madre con el índice en el aire y aunque no alcanzaba a escuchar, sabía muy bien lo que le estaba diciendo. El asentía sin pensarlo, cansado ya de siempre lo mismo. Con la conservadora en las manos, de pantaloncito corto y una remera a rayas que le quedaba demasiado apretada lo vi perderse por el descampado. Mientras no agarre para la derecha pensé, hacia el monte, está todo bien. Y eso es todo lo que vi. De lo otro me enteré después por los vecinos. No quise ir hasta allá. Creo que fue en el descampado que lo interceptó y lo hizo desviar al nene, justamente por donde no debía. Después, no sé cómo, llegó antes a lo de la tía de Ramirito, entró y bueno, ella, vieja y enferma no pudo hacer mucho. El tipo la destrozó. Y al rato llegó él con la conservadora, seguro que asustado pobrecito pensando en el castigo que creía se le venía encima por haberse demorado tanto.

Un vecino de la tía, que llegaba de laburar lo vio al chiquito en la puerta justo antes de entrar. Le pareció raro que todas las luces de la casa estuviesen apagadas por lo que un rato más tarde, habrá pasado una hora más o menos, se cruzó a ver si necesitaban algo. Creo que le pasó lo que a mí cuando lo vi salir solo a Ramirito. Llegó a la entrada y vio que no sólo las luces seguían todas apagadas si no que la puerta estaba apoyada, ni siquiera completamente cerrada. La empujó apenas, con cuidado, tratando de no hacer mucho ruido, y de repente, de en medio de la oscuridad le empezó a llegar un llanto apagado, un llantito de dolor. Intentó forzar la mirada para aprovechar la poca luz del farol amarillo de la calle, pero no sirvió de nada. En un segundo el animal se le abalanzó con un tramontina y alcanzó a cortarle por debajo de la tetilla. Cayeron los dos al suelo. Forcejearon. El vecino le vio sangre en las manos y en la ropa, mucha sangre. Estaba claro que no podía ser la proveniente de ese corte. Lo agarró como pudo. A todo esto ya varios vecinos, alertados por los ruidos, estaban en la puerta de sus casas y otros tantos se acercaban a retenerlo hasta que llegara la policía. Mientras lo tenían sujetado con la boca en la tierra el vecino entró en la casa y prendió las luces. Treinta segundos después salió corriendo y con el tramontina con el que había sido tajeado hacía unos minutos y sin dar a los demás tiempo de nada, le abrió, de izquierda a derecha, un hueco en la panza. Tardó en morir mucho más de lo que uno pensaría. Ojalá hubiera sido una hora y media después, justo cuando llegaron las ambulancias y la policía.

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