No hay nada que hacerle.

Todo lo que rodea a la muerte es kitsch, bizarro.

Hoy retiré de la cochería las cenizas de mamá.

Dolió. Duele…

Volver a ese mismo lugar donde hace una semana estaba burocratizando la muerte.

Me dieron una urna de madera con su nombre. La señora muy gentilmente me dijo que si quería le sacaba los tornillos. “Quedate tranquila, está todo en una bolsita de plástico”.

El lugar común de “no somos nada” sobrevuela.

Volví a casa y la guardé en la cocina, al lado de los productos de limpieza y la aspiradora. Sentí una mezcla de tristeza graciosa.

Momentáneamente, es un buen sitio para ella, una fanática de la limpieza y la prolijidad.

Su destino final será su barrio, sus calles.

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Las dos Anas

Arbol en la entrada del Tortoni, plaza Congreso, esquina de Belgrano y Entre Ríos: sus lugares.

Esos cruces que nos depara la vida hicieron que Ana me acompañe a despedir a mi Ana.

Esas causalidades que nos depara la vida hicieron que yo haya nacido a media cuadra de uno de esos lugares.

Hoy cerré una parte de mi vida. Chau mamá… eras muñeca brava, nos peleamos, nos amigamos, compartimos buenos momentos… la vida… Brindo por nosotras!!

Etiquetas: relato corto

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