Sube por mi habitación
un viejo alarido que retumba en los armarios.
Lo noto atrincherado en mi pecho.
Otra vez no se quiere ir.
«NO PIENSES MÁS EN ÉL»
Pero ya está metido en mi cama.
Abro las ventanas, ventilo y me oreo.
Me fumo un cigarrito mientras miro
cómo todo lo ha impregnado,
como la pintura a la pared.
No se distingue una sin la otra.
Yo no me reconozco sin él.
La extensa mancha de mi monotonía.
Ya no hay marcha atrás, está la feria en mi sien.
He entrado en su bucle de atracciones.
Norias, montañas rusas, caídas libres.
«ROMPE LA JAULA DE PAPEL»
Pero ya ha amanecido en mi cuarto.
Espero paciente, cansado y apático
la tormenta debajo de mi techo.
Ya están las nubes de humo y los truenos.
¿Dónde está la lluvia de reproches?
Concluye mi aburrimiento de las promesas que fallaron
y de las mentiras que construyen el poema.
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