Precipicio

Precipicio

Cris GG

18/09/2020

Él se acerca despacio y abre la puerta cautelosamente, el aroma de su perfume entra en forma de hilo transparente y recorre toda la habitación, aromatizando hasta el último recoveco.

Ella, sentada en la cama, lo mira durante una fracción de segundos, no es capaz de mantener la mirada. 

A medida que se acerca, el hilo transparente recorre su garganta y la aprieta, obilgándole a inhalar más intensamente y provocándole un ardiente dolor de barriga. Ella está segura de que su olor causa un extraño ‘efecto adrenalina’ en las mariposas habitantes desde hace años en su estómago, que hace que enloquezcan y revoloteen sin parar chocando con fuerza unas con otras, llevándolas completamente al límite. 

Esta sensación antes le encantaba, la hacía sentir viva, ahora en cambio, la perturba, la desequilibra y la hace sentir pequeña e indefensa en la cima de un precipicio que parece estar a punto de caer.

– Siéntate. Por favor y dime solo la verdad, ¿has tenido algo con esa chica?, dijo ella con la voz temblorosa.

-Te prometo que no, te lo juro por mi vida, por mi madre, por nuestros futuros hijos, no he tenido nada con esa chica. Yo solo te quiero a ti, solo tengo ojos para ti, mi corazón es solo tuyo.  Cariño, mírame, ¿de verdad crees que podría engañarte?, sabes que te quiero.

– Pero ya son demasiados rumores, demasiadas coincidencias y yo me siento cada vez más insegura. Tengo miedo. Miedo de quererte tan fuerte, miedo de no poder soportar el dolor que sentiría si todo lo que me cuentan es verdad, miedo de imaginarte besándola y a pesar de todo, miedo de perderte.

– No me vas a perder, tú y yo juntos, siempre, lo sabes.

Él se acerca para abrazarla, ella no se opone, se deja abrazar. 

Él la besa, ella se deja besar. Se deja llevar. Se deja hacer. Parece que disfruta, pero en lo más profundo de su ser intuye que algo no va bien.

Se siente hechizada por un amor lunático que la guía, la manipula y la engaña. No quiere vivir con esa desesperante desconfianza, pero ese amor es demasiado fuerte. 

Si el la besa, ella ya no razona, su cordura desaparece, sus dudas se evaporan, y entonces descubre que ahí está el problema. 

En sus besos.

Este escueto diálogo repleto de inquietud,  amor y  dolor se recitó en numerosas ocasiones en la vida de aquella pareja, y todas con el mismo final, ambos comiéndose a besos.

Besos más o menos verdaderos.

Y digo esto porque sí, él la engañaba, la engañó durante años.

Y ella aun sabiéndolo, no lo quería saber, quería seguir perdiéndose en sus besos, hasta que un día el precipicio cayera y todo acabara para siempre.

Cuando caes el golpe duele, duele mucho, pero finalmente aprendes que aquellas mariposas dolían mucho más.

                                                                          FIN

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