Cada día cuenta

Cada día cuenta

Cris GG

18/09/2020

Paso mucho tiempo dentro de mi habitación de estudio. Es mi pequeño mundo, mi espacio favorito por excelencia. Allí dentro soy más yo que en ninguna otra parte. No se si es por su cálida luz, su acogedora organización, su ambiente estimulante o sus colores… pero cuando estoy en la silla frente al escritorio con ropa cómoda, un té calentito y rodeada de todas mis novelas, libros, archivadores… me siento completa y feliz.

Pero hoy la protagonista de esta historia no soy yo, ni tampoco mi estudio, son unos pocos más de diez folios en blanco, guardados en una vieja carpeta que llevo años sin abrir. Folios totalmente idénticos, uno detrás de otro, mismo tamaño, misma textura, mismo grosor y mismo color… viviendo todos juntos dentro de una carpeta de cartón olvidada en el fondo del armario, entre decenas de señores archivadores.

Es posible que pienses que estos folios son irrelevantes y carentes de importancia. 

Puede que tengas razón. 

Pero solo ellos saben el tiempo que llevan fantaseando sobre su futuro, esperando ansiosos que la tinta los impregne y por fin los convierta en algo valioso, algo diferente y único; dejando así de ser un simple, repetido y común folio. Llevan años imaginando y divagando sobre en qué se convertirán, para que serán utilizados o como acabarán sus vidas…

En mi escribirán una receta antigua de las de las abuelas, que guardarán como un tesoro en el cajón de la cocina y me utilizarán siempre que quieran cocinarla, dijo uno de ellos.

Pues yo me convertiré en el plano de una casa de ensueño, dibujarán en mí con pasión e ilusión y diseñarán la casa perfecta, añadió otro emocionado.

Pues yo lo tengo claro, yo seré una tierna y romántica carta de amor y me conservarán con cariño durante toda la vida, imaginad el amor que se guardará en mí, dijo un tercer folio añadiendo finalmente un fuerte grito ¡muero de amorrrr! que retumbó haciendo eco en la fría oscuridad de aquella vieja carpeta.

Yo tengo una idea mejor, espetó otro, yo quiero ser el lienzo donde un niño escriba por primera vez su nombre, así su mamá me guardará con entusiasmo para siempre. Ésta es buena ¿eh?, dijo el folio de la esquina superior izquierda doblada, de muy muy buen humor… algo que sorprendió gratamente al resto, pues era realmente extraño en él, ya que siempre está triste. Se siente estropeado, imperfecto y está seguro de que cuando se abra la carpeta él será el primer folio que se desechará o se utilizará para cualquier tontería y terminará en la basura más pronto que tarde. Sus compañeros en cambio lo envidian, esa pequeña doblez lo hace único y especial allí dentro.

¡Shhhhh callaos ya!, chilló con voz ronca y de pocos amigos el folio que permanecía callado la mayor parte del tiempo; lleváis toda la vida imaginando que va a ser de vosotros en el futuro, ¿no os dais cuenta?, estamos aquí encerrados, nadie sabe de nuestra existencia y es muy probable que de esta mierda de carpeta apestosa pasemos al maldito cubo de basura. ¡Dejad de fantasear!, me aburrís con vuestras visiones patéticas de futuro. Es mejor callar y esperar, que pase lo que tenga que pasar.

¡Eres un estúpido insensible!, dijo el último folio, el que roza una de sus caras con la solapa trasera de la carpeta, ¡déjanos soñar! ¡es nuestra vida!

                                                                      ….

Hoy, ordenando mis apuntes, he encontrado una carpeta vieja que ni si quiera recordaba, la he abierto con entusiasmo a ver qué recuerdos guardaba dentro, pero solo había unos cuantos folios en blanco.

Sí, son esos folios, los protagonistas de esta historia, y aun no se muy bien que uso les daré, pero ellos me han ayudado a reflexionar sobre algo:

Todos nosotros nos pasamos la vida imaginando y fantaseando sobre nuestro futuro, y, aunque nos opongamos, es algo inevitable;

¿Dónde viviré?, ¿a qué me dedicaré?, ¿conseguiré mis objetivos?, ¿seré feliz? …

Cada nuevo día de tu vida es como uno de esos folios en blanco. 

Tú decides como rellenarlo. Tú decides que hacer con él.

Puedes invertirlo en quejarte, en lamentarte de tus desdichas. Puedes utilizar tonos oscuros y opacos que solo reflejen la desidia, coloreando tu vida de negatividad y arrojando tu día directamente a la basura. Pero también, puedes hacer algo productivo que te ayude a avanzar en el camino de tus sueños o emplearlo en algo especial, que perdure en tu recuerdo para siempre.

Colorear tus días con sonrisas, abrazos, besos y amor, siempre es la mejor opción.

Como ves, cada día de tu vida es único e irrepetible, como lo son aquellos folios.

Cada día cuenta, haz algo bonito.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS