Su música es gentil. Es compasiva, pero a la vez furiosa. Es una amalgama de emociones, una tormenta gris y celeste. Notas frías de asuntos sin terminar, de besos ocultos y perdidos en calles donde la gente se sienta a soñar. ¿Cómo poder explicar un fenómeno tan extraordinario como lo es la lluvia? Cae del cielo como si de un ángel se tratara, tizna de matices lóbregos la abundante claridad del firmamento. Aunque no deja de ser luz, pues siempre encuentro tranquilidad en sus extensos brazos de agua meliflua.
Hoy está lloviendo y mi mente se ha desvariado con total libertad, tal cual ave en pleno vuelo. Querida lluvia, ¿me harías el honor de acompañarme en este llanto mortecino? Me estoy desvaneciendo, ven y regrésame a la vida. Aun sin tocarte me provocas un frenesí inexplicable, es por la forma en la que tus gotas muy bien definidas y pequeñas bailan divertidas en mi ventana. Cuando se engrandecen y su danza golpetea sin descanso sobre cualquier superficie material; nunca he podido descifrar si te encuentras en extrema alegría, en funesta tristeza o es rabia angelical la que domina tus instintos.
He venido a visitarte con pies descalzos. Me provocas curiosidad y mucho frío también. Cierro los ojos mientras dejo que tu tempestad me sacuda el cuerpo. Mi rostro se va mojando con lentitud, no tenemos prisa, ¿verdad? Escucho el tambor de tu corazón, tratando de comprender lo que deseas decirme.
Eres melancolía, aquella que me extrae el recuerdo de un ser querido convertido en polvo de estrellas. Eres un dolor punzante en el corazón, tus gotas son como dagas que me atraviesan cada fibra emocional. Eres la aflicción que me embarga, eres el trago amargo de sueños sin cumplir, eres lo que nunca pasó al haberse extinguido. Eres el pañuelo que limpia mis lágrimas.
Un trueno pasa brincoteando por todo el valle, profiriendo su presuntuoso rugido. Me veo en la necesidad de abrir los ojos para admirar el espectáculo de luces que monta en la vasta negrura de la noche. Me parece muy fascinante que es imposible no caer rendido ante la lluvia. El suelo está cuajado de ti y ese afrodisíaco petricor me eleva a un paroxismo de placer. Tu aroma es ineluctable, me siento tan indefenso.
Lluvia, ¿recuerdas ese día? Cuando decidiste bajar a saludarme en el preciso instante en que di mi primer beso. O ese día en familia, mojaste toda la ciudad sin exceptuarnos, pero las risas no faltaron ni la experiencia de haber vivido. Me das alegría y calor y me recuerdas que hay cosas maravillosas por las cuales alegrarse. Mi música preferida eres tú.
Tal vez la lluvia no es más que un simple fenómeno meteorológico. Pero nosotros, los humanos, tenemos esa necia hambre de convertir todo lo bello en arte, o de encontrar arte en cosas tan comunes como la lluvia. Y es un hábito que creamos porque es lo que nos mantiene vivos.
La lluvia es un milagro del cielo.
OPINIONES Y COMENTARIOS