Ayer estaba de nuevo frente al tablero que siempre me había intimidado. Aun así aprendí a disimularlo, esquivando la mirada, peinando los pocos cabellos que acompañan mi cabeza o repitiendo el taconeo hasta el hartazgo. Siento la frialdad de los dados al caer en el espacio, a veces no quisiera verlos como tenía por costumbre...
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