Su hermenéutica hiperbólica convertiría, semanas más tarde, lo que viene siendo “tomar un café” en un cementerio de libretas dedicadas al amor no correspondido.
Es tarde, coges el último tren que te lleva de regreso a casa. No hay mucha gente en él. Te sientas en el primer asiento que ves. Pero de repente alguien se sienta a tu lado y no parece que sea casualidad.