Pasada la medianoche, salgo a la calle, azadón en mano, vestido con pantalones cargo, una remera camuflada y un antifaz de cuero que me cubre la mitad superior de la cara. Otra vez he oído una voz que me alerta de un ciudadano peligro. Viene de una avenida, a unas diez cuadras. Tan sólo debo...
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