Se levantó más temprano de lo habitual, aunque no le costó para nada, hace rato que estaba despierto. Miró por la ventana, el cielo estaba púrpura y caían copiosamente las primeras gotas de una incesante tormenta. Metros abajo, en el jardín las plantas recibían con alegría el final de la sequía.
El aire se cortaba a su paso, se abría para dejarla avanzar libremente hacia la tierra ávida que la atraía. El viaje era interminable y el aire también la fragmentaba a ella. La dividía en miles, todas iguales y todas diferentes. Ella no podía sentir porque no tenía alma. Pero, si hubiera podido, habría sentido...
A pesar del clima gris, un paseo se convierte en una aventura llena de alegría y conexión. La complicidad es palpable recordándonos que la felicidad se encuentra en los momentos simples y en la compañía de aquellos que amamos.
Ana observa la lluvia a través del cristal y al pájaro que se protege en el alfeizar. El agua cae con rabia y el cielo se tiñe de rojo, el animal y ella se miran y él inclina su pequeña cabeza. Lo observa mientras la tormenta arrecia, la ventana ya no sirve de protección, pero el pequeño...
-Ojalá pudiera dejar a todo el mundo contento cuando me vea-, pensó el sol, mientras repasaba sus rayos para un nuevo día. La lluvia lo escuchó y negó con la cabeza, mientras una leve sonrisa apenada se le asomó. – Si supieras que no todos son iguales, mi amigo. Mejor ponte feliz por los que...