Mi hija se cayó y yo maté a su padre

Mi hija se cayó y yo maté a su padre

Irma Rivas

06/05/2020

Y ahí estaba, meditando.
!Qué haría ahora! Nunca había matado a nadie, era mi primera vez.

…Mi hija Natalí se cayó, yo la vi caer, tenía una mancha de sangre en su carita proveniente de su nariz, estaba inconsciente, había caído boca abajo, se le veían golpes muy fuertes en su espalda cerca de sus glúteos debido a la caída, la levanté con desesperación, horrorizada, por no haber podido evitar que pasara por ese tormento, al levantarla noté como su cabeza colgaba sin demostrar firmeza alguna.
¡Se había roto el cuello! cualquier niño habría perdido la vida de hecho, pero ella estaba viva, era diferente, sabía que habían esperanzas de salvarla.
¿Cómo poder manejar tanta culpa y dolor?, ¿cómo poder explicar que no pude hacer nada?…

Así empezó todo, un diciembre. Tenía 15 años, era de las que vivía por vivir, con mi cabello corto, mis compañeros del colegio, cantando con mi amigo Mikael, que tocaba la guitarra muy bien, sin planes a largo plazo, creyendo que la vida debía ser domada y vivirse en línea recta a voluntad de mis deseos, de pronto, todo dio un giro.

Un día sábado, los profesores estaban ausentes de los salones por reunión de directiva, estábamos cerca de finalizar uno de los ciclos escolares, los alumnos andábamos a libre albedrío, paseando por todo el colegio, aproveché la sombra de un árbol que daba a una banca cerca del portón de salida. Estaba equipada con mi mochila, con cuaderno y pluma en mano, inspirándome y escribiendo una canción, fue cuando se acercó a mi un chico, dijo:

-Hola, soy Dilan ¿puedo decirte algo sin que te incomodes? -Yo ya estaba incómoda desde que lo vi llegar, entonces le respondí.
Si, claro, no creo que sea tan fuerte lo que tengas que decirme como para incomodarme.
-Bueno es que te he escuchado cantar y quiero que seas mi chica, disculpa por ser tan directo, solo te vi, te escuché y me encantaste. 
-!Mira! ¿Dilan? ¿no? para ser franca no te conozco, no se de donde sacaste las agallas para ser tan directo, pero valoro eso, y la verdad es que no, sería mas valiente que tu al decirte que si, con permiso tengo que hacer algo. -Y salí caminando lo más rápido que pude a buscar a uno de mis amigos para contarle lo que había pasado. 

Su mirada me dio escalofríos, nunca había tenido un novio, además fue tan directo que no sabía qué hacer, busqué a mis amigos para contarles todo y se rieron de mi, les pareció gracioso que les pidiera su opinión.

Al cabo de un corto período de tiempo, la galantería mañosa de Dilan terminó gustándome. Nunca me habían cortejado. 
Las flores, las golosinas enviadas con algún cómplice, una que otra cita. Empecé a creer que esa mirada fría no lo definían, y no debía ser juzgado por un rasgo característico en él. Creí que merecía una oportunidad.

Al entregarme a él quiso contarme la realidad de su vida.
Estábamos en su cuarto, siempre estaba muy ordenado lo cual hablaba bien de el, vivía solo porque su madre lo abandonó de pequeño, su padre había fallecido de cáncer al estómago y su familiar más allegado era una tía que vivía en otro país quien le ofreció vivir en su casa a cambio de mantenerla en orden. Se tomaba la responsabilidad en serio. 

Sacó un libro del tercer cajón de una cajonera de madera pulida, sin pintar, de 4 pisos, su portada era la foto de una mujer, la foto parecía muy antigua, pero la mirada oscura de ella me era familiar, había algo escrito que no quise leer, desde que vi la foto me pareció ver en ella la mirada de Dilan como cuando lo conocí. Me miró fijo a los ojos y me dijo: 
– Soy yo, antes era una bruja y se me juzgó injustamente por sacrificar niños, lo cual no era cierto. Gracias a un conjuro puedo reencarnarme arrastrando todos mis conocimientos conmigo y vivir el tiempo habitual de la vida humana, antes de morir debo ser cauteloso y elegir en quien reencarnarme en la siguiente vida, no pienses que te elegí a ti, porque, debo reencarnarme en un ser inocente y sin culpas, incluso podría ser en un animal.

Sentí deseos de irme, pero no pude, me convenció de escucharlo, además yo quería escucharlo, a lo mejor terminaría diciéndome que era una broma, y la verdad también es que no podía vivir sin él, ya para ese entonces lo amaba. Lo cierto es que nunca dijo que era una broma, pero no me causó espanto como cuando lo conocí, decidí quedarme con él sin importar lo que sea.
Confiaba en que tomara el control de las cosas y solo me amara como lo había hecho todo ese tiempo, no quise juzgarlo y no quise preguntar nada, solo conformarme con lo que decidiera contarme.

Dilan terminó mudándose conmigo a la casa donde yo vivía con mis padres adoptivos. Mi madre de crianza, Adalia, era muy buena, le había dado trabajo a mi madre biológica como doméstica. Antes de adoptarme, tan solo acompañaba a mi mamá biológica porque no había quien me cuidara, yo hacía las veces de niñera del hijo de Adalia.
Su hijo, su mamá, su esposo y ella terminaron encariñándose tanto conmigo que no tuvieron más remedio que amarme. Mi mamá biológica se había hecho cargo de la familia y yo era la última de ocho hijos por lo que terminó aceptando como una ayuda el hecho de que me quisieran esas personas tan buenas como una hija.

Del fruto del amor que Dilan y yo nos prometimos nació Natalí.
Solo que, al nacer ella las cosas entre Dilan y yo ya no iban tan bien, estábamos juntos por compromiso, evité ver tantas cosas como me fuera posible de su vida hechicera, llegué a sentir miedo de él porque sus rituales exigían sacrificios animales y bromeaba con que yo le pertenecía y debía ser precavida con mis acciones porque él lo veía todo, Dilan podía hacer de todo desde encantamientos simples como desaparecer y reaparecer cosas hasta cambiar por completo su imágen convirtiéndose en lo que quisiera, lo más fantástico era cuando se convertía en gárgola porque podía volar.

Adalia, aceptó que Dilan se quedara para que formase parte en la crianza de Natalí, siempre y cuando no causara problemas, obvio nadie sabía de su macabra actividad a excepción de mi. Acordamos dormir en cuartos separados, se las arregló por parecer un santo inmaculado a los ojos de todos y ganarse su cariño.

Al tener Natalí 2 años, Dilan me propuso ir a una playa exótica en donde había una laguna con el agua turquesa para poder pasar tiempo en familia, el agua era dulce debido a que provenía de una cascada que luego tomaba su cause normal y terminaba en el océano, al llegar al lugar quedé encantada, era maravilloso todo, era un momento perfecto, a pesar de ser solo amigos el se preocupaba por verme feliz, o al menos eso creía yo.

Fueron en esas exóticas vacaciones que Natalí presentó sus primeros poderes, los cuales había heredado de su progenitor.
Es ahora que entiendo sus planes, el nos llevó a ese lugar, no para divertirnos sino para hechizar a su propia hija, me pidió que me quede a su lado y que no hiciera nada, que solo observara, no tuvimos que discutir nada, puesto que yo le tenía miedo !y él lo sabía! 

Dilan empezó a decir palabras extrañas que yo no comprendía, Natalí empezó a flotar y se divertía mucho, ¡volaba!, mi hija volaba, mientras el sonreía y decía: 
-Ella es en verdad Natalí, ahora ¡debe conocer su fuerza!
-Entonces volvió a decir palabras extrañas y Natalí se convirtió en un oso polar, salió corriendo hacia la cascada y empezó a escalarla, yo notaba que las rocas de arriba se movían como si flotasen y le dije a Dilan:
-Esas rocas se mueven, no podrá sujetarse al llegar a la cima, se va a caer, haz que baje de ahí.
-No te preocupes, no pasara nada, y no pienses en moverte para ningún sitio, solo observa -dijo.

Al llegar a la cima tal como lo predije ¡cayó!. Y es ahí donde pensé que debía enmendar mis errores, me perdí de la realidad, le rogué piedad a Dilan, imploré que no contara que yo la vi caer y no hice nada, que diga que el la estaba cuidando y que yo estaba durmiendo en el auto que solo fue un accidente. Le dije:
Todos te quieren, eres muy convincente para decir las cosas, todos te creerán, yo no puedo explicar lo que en verdad vi, ¡me tomarán como loca!. 

Dilan estuvo de acuerdo, regresamos de urgencia a casa, vino el doctor de la familia, preguntó qué ocurrió y Dilan dio una explicación perfecta, según se lo pedí. Esa era la historia que todos sabían esa noche. Después de estabilizar a Natalí con sueros y drogas, el doctor le recomendó reposo y que durante su recuperación debía alimentarse con sueros vitamínicos, debido a la fractura de su cuello, ya que no podría comer durante algún tiempo.

Todos decidieron ir a la capilla comunitaria para pedirle un milagro a Dios, yo no fui, me quedé a su lado, alguien tendría que quedarse a cuidarla. Observé a mi hija dormida, viva milagrosamente, luego, me dirigí a mi habitación que estaba a lado de la suya en el segundo piso, abrí las cortinas, pero dejé el vidrio cerrado, solo lloraba, no lograba calmarme, la culpa me invadía, no entendía por qué el permitió que eso pasara, por qué le provoco ese daño a Natalí. 

Entonces Dilan se asomó por mi ventana, estaba transformado en gárgola, ya había visto eso antes, le dije que no molestara, que se fuera a su habitación, la cual quedaba en el primer piso, fue cuando me amenazó sin remordimientos, sabiendo que me había sometido a la ineptitud y me dijo:
-Contaré todo, ¡que estabas ahí! y ¡no te moviste!, que viste todo y no hiciste nada. 
-No se cómo ni cuando se apoderó de mi una locura siniestra, le permití entrar para hablar. 

Transformado en gárgola, era mucho mas pequeño que yo, tomé una red de cuero y lo atrapé con ella como si se tratara de una palomita, empecé a golpearlo contra el suelo procurando romper su cráneo, cuando dejó de moverse, lo llevé a su habitación, abrí un cofre de cerámica en la que él quemaba sus sacrificios y aislaba el humo del resto de la casa, lo encendí en fuego junto con su libro, el libro de aquella mujer que era él realmente, me quería deshacer de su mirada también, quería liberarme de la culpa, pero terminé sintiendo más culpa aún. Había cometido un crimen verdaderamente, de nada valía que Natalí se recuperara si su padre ya no estaba y su madre era una asesina.

Luego, limpié la habitación, liberándola de mi presencia, salí por la ventana que daba al patio para que nadie note que estuve ahí, la dejé igual. A lo que regresaron todos de la capilla, no notaron el humo, nadie notó una discusión, la prioridad era Natalí.

Pasaron los días y denunciamos la desaparición de Dilan, ¡oh Dios! la culpa me carcomía en un vil acto de hipocresía absoluta. 
Así pasaron meses y, la familia decidió pensar que el solo quiso irse y evitar la responsabilidad de criar una niña parapléjica o tener que lidiar con su prematura muerte. 

Al final de cuentas, sigo sin haber sido condenada por lo que hice, pero me condenó la culpa y el remordimiento. Nadie entiende que pasó en mi después de eso, solo me tienen lástima.
Natalí sobrevivió después de todo, se mantiene con mucha salud. Antes de terminar donde estoy no volví a ver fuerzas sobrehumanas en ella.
Otra vez Adalia quiso ser buena y la adoptó.

Por otro lado, yo estoy en el hospital psiquiátrico lidiando con el continuo intento de suicidio, que me dejó atrapada para siempre, dentro del eterno suceso donde mi hija se cayó y yo maté a su padre. 

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