Le Chemin

En un momento hipotético del destino en declive, un alma puede volar, para refugiarse entre sus anhelos. Entre esas quimeras se encontraba un pequeño niño algo triste, pero idealista, quizá el mañana sería mejor, al final el perderse de horas de ocio por las tardes para cumplir con las tareas iba traer grandes resultados, tal vez solo se forjaba un carácter fuerte, o quizá se condenaba a la libertad.

Cierta noche se acostó cansado del silencio, preso por el vacío de la habitación y de pronto se encontraba en un lugar desconocido, una parte de territorio jamás explorado, un lugar un poco desértico, a kilómetros no se divisaba vegetación ni rastros de civilización, estaba solo, pero no sentía temor solo tenía curiosidad, bajo sus pies había una calzada de dos vías que empezó a seguir, caminó hacia el frente un rato, y al cabo de unos minutos en su pecho algo lo motivo a correr, de la nada empezó a sentirse más ligero como nuca antes y con una inaudita certeza se lanzó hacia delante, lo que resulto en desprenderse del suelo para empezar a planear y surcar los cielos, desde las alturas observaba como ese camino parecía no tener fin, mientras disfrutaba del viento entre su cabello, continuo así por un largo rato preguntándose a dónde podría llegar o si jamás llegaría y se quedaría tan solo en ningún lugar.

Distraído por los pensamientos paso sin darse cuenta por una vieja, descuidada, y abandonada casa al costado de una orilla del camino, en ese momento sintió acercarse a la realidad, y perdió la confianza para mantenerse en el espeso aire cayendo bruscamente al suelo, se volvió hasta esa morada tan antigua y deteriorada, la contempló por fuera, cuando un frío recorrió todo su cuerpo, su piel se erizo, sintió terror y se alejó lentamente, volvió a la calle solo para apreciar que en frente había un denso bosque que debía atravesar para poder continuar con el camino, no lo pensó demasiado se adentró, y para cuando puso el primer pie al interior de este el fango lo arrastro hasta lo profundo, logro aferrándose a un tronco caído escapar, sorprendido y tembloroso vio como el lugar por donde entro ya no estaba, todo era árboles viejos y podridos envueltos en fango, prosiguió saltando entre los maderos y alcanzo a divisar una superficie firme a la que se dirigió, todo el medio parecía diferente en ese punto, había más adelante una hermosa laguna con el agua tan cristalina que se vislumbraba los colores de peces y ranas exóticas buceando con total calma, eso lo tranquilizo, se acercó para observar más detenidamente y se puso a jugar con los pececillos que mordían levemente sus tobillos, pero fue perturbado por el sonido de una voz, en ese momento salió del agua y continuo en el camino, cruzó unos arbustos y al mirar al frente se sorprendió: podía ver como el camino se dividía en las cuatro estaciones del año y no sabía a cuál elegir, pero de nuevo esa voz, ahora más penetrante lo atraía, entonces avanzo por la primavera y distinguió la majestuosidad de unos enormes guayacanes con el tan característico color de sus hojas amarillas sacudiéndose con el viento, pero la voz no se detenía y lo guiaba un poco más allá, hasta una línea casi divisoria de manzanos con frutos de color oro resplandeciente, cuando de pronto esa voz se hacía familiar, podía sentirla aun cuando nunca supo si vio a esa persona realmente en ese lugar juro que era su abuelo trepado en el manzanal comiendo con gracia la fruta, el niño no entendía que hacia ahí el anciano, pero se acercó cariñoso, y de inmediato el hombre bajo de entre las ramas, le dio una manzana susurrándole al inocente unas palabras que no le importaron pues él se sentía feliz y a gusto con su abuelito sentía paz y tranquilidad que lo hacía querer saltar de lo dichoso, sin embargo eso no duró por mucho, el cansado hombre camino hacia los esplendorosos árboles y se desvaneció tras un de ellos, el niño dejo de sonreír y al fin pudo escuchar claramente las palabras “¡¡ten esto, cómelo y vete de aquí ahora!!, este es un bosque encantado y todo lo maravilloso que pudieras ver será razón de tu muerte, no pierdas más tiempo la tarde se está marchando”.

El trance paso y con él muchas horas, la noche ya estaba encima, los últimos rayos de sol caían por el horizonte el chiquillo se dio cuenta que se había quedado quieto allí justo en frente de los guayacanes, pero tenía una manzana mordisqueada en su mano, de pronto todo a su alrededor cambio, y empezó a oír a todos sus temores vociferar su nombre, escabulléndose entre las sombras y acercándose cada vez más mientras la luz desaparecía, espeluznado no dudo en correr, pero sus piernas nos respondían y esa avalancha de temores ya casi lo alcanzaba, sin tener ciertamente una dirección que seguir retornó al pequeño lago, sin embargo lo que encontró fue un peligroso río con la nefasta corriente que arrastraba todo a su paso, siguió a toda prisa por la hilera que lo rodeaba , pero tropezó y cayó en un brazo más pequeño de este que conducía a otro lugar, quizá un salida, pero algo no estaba bien de pronto se sentía estar en un túnel que se iba angostando cada vez más, lo último que apreció fue que la corriente lo arrastro hasta las profundidades.

Y de pronto ………. despertó, su madre  estaba acariciando su cabello, y decía «buenos días mi cielo» con la voz más dulce y delicada como si de un ángel se tratara, mientras miraba la luz que brillaba en los ojos del pequeño, era momento de levantarse,cepillar sus dientes, tomar una ducha y bajar a desayunar;el pantalón, la camisa y la corbata  ya estaban planchados, los zapatos relucientes, la mochila lista, los cuadernos cuidadosamente acomodados,  era otro día de escuela.

Autor: Steven Vásquez

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