Era una mujer joven. Estaba sentada en la barra hablando con el camarero mientras se degustaba un buen whisky con agua, todo el mundo la observaba, aquella mujer tenía un estilo de fiera para ir cada vez a por mas, se bebía botellas enteras, se iban amontonando en las esquinas al lado de las mesas. Era hermosa. Pelo castaño, piel algo morena, los ojos parecían otras sonrisas, un buzo bombacho verde oscuro que le cubría hasta la mitad de los muslos, y sus piernas eran como dos buenas piezas de madera lijados, tallados y embarnizados a mano por el mejor carpintero artesanal. Miraba al camarero con brillo en los ojos y hablaba con el mientras dejaba escapar una leve sonrisa. No parecía que se emborrachara. Pronto empezó a correrle agua por las piernas, un delgado chorro, que le abrazaba los muslos, las pantorrillas, los talones. Por la pata de la silla corrió aquel caudal e hizo un charco que iba aumentando su volumen por toda la barra, la chica seguía bebiendo, riendo y haciendo juegos de coqueteo con el camarero. La música sonaba alta, era un jazz tocado con la marimba, el bajo, y platillos , los hombres de todo el bar permanecían hipnotizados mirando a la dama, y el caudal iba recorriendo todo el piso, llegaba a las mesas, el orinal, luego los pies de los demás presentes, era un pequeño tsunami por la madera, iba lento con pequeños oleajes , pintando de café oscuro el piso caoba. Las paredes del bar se movían como un barco, y el agua que se iba extendiendo pronto chocaba con estas haciendo pequeños sonidos de marea, todos tomaban un trago. La chica todavía reía y ahora el camarero era el que le coqueteaba, los hombres de las mesas hacían apuestas y brindaban con sus botellas, con sus puros en la boca, camisas a medio abotonar. El bar tenía una iluminación amarilla, y moscas orbitando los bombillos, habían carteles de artistas de rock, reggae, premios nobel, y otros escritores, una cabeza de iguana puesta del modo que ponen las de los cervatillos que coleccionan los cazadores. El agua ya llegaba a la mitad del nivel de altura, todos ya estaban mojados pero se dejaban llevar por la corriente de las olas que dejaba el movimiento de un lado al otro del bar. El camarero y la chica se besaban lentamente agarrándose el pelo, abrazándose, cogiéndose una nalga, apretándose. La luz de una de las ventanas era violeta y había sombras de palmeras en el exterior. Ahora todos flotaban encima de sus sillas, con botellas en mano la chica y el camarero estaban en el fondo. Al lado de la barra en el rincón de esta y el piso, desde esta posición solo se veían las piernas de los borrachos encima de sus asientos, la luz amarilla se reflejaba en la superficie al igual que se ve desde abajo como el sol re refleja en el mar. Pronto la marea tocó el bombillo del bar y este estallo haciendo una pequeña chispa dejando todo en oscuridad. El camarero que estaba en su toqueteo con la chica sintió que esta se alejaba y solo sentía su buzo, la atrajo hacia sí, y con la poca luz que alcanzaba a tener vio que la chica se había vuelto una pequeña bebe del tamaño de un dedo de la mano de él. Metió el brazo en la prenda y una corriente lo impulsó hacia adentro, al tiempo que entraba se encogía todo su cuerpo. Todo a excepción de la bebe era negro, por alguna razón ella estaba iluminada, era una pequeña morenita de ojos grandes, y pelo churco, envuelta en lo que parecía ser un recibo de los que el entregaba a los clientes que pedían factura. Se acercó, se sentó al lado de ella, recostándose completamente en el suelo y cerrando los ojos, la bebe extendía los brazos tratando de agarrar al camarero hasta que logro agarrarle una oreja y reclinar el brazo para acercársele, le besó el cuello y lo abrazó, pronto a través de la servilleta empezaron a extenderse unas largas piernas iguales a las de la chica, cuando abrió los ojos vio las piernas clavándose en el suelo haciendo agujeros, la bebé fue poco a poco perdiendo su forma humana para darle forma a lo que terminaba siendo una silla de madera, y de la oscuridad fue estirándose lo que asemejaba ser una superficie que acababa siendo un piano, un piano negro, gigante de 9 octavas. Se sentó en la silla y entonces empezó a darle, pronto cayó un vaso de cristal en la repisa del piano sin llegar a romperse y reposando de tal manera que no pudo irse para ningún lado, y una corriente de whisky cayó encima del vaso llenándolo hasta la mitad, él le daba ¡Le daba! Como a un instrumento de percusión, mientras se emborrachaba, golpeaba las teclas blancas, negras, y salían escalas y armonías, cada vez cogía mas ritmo y el volumen de la canción aumentaba, pronto colgado patas arriba salió un borracho de los que apostaban tocando un violín y otro salió desencogiéndose y expandiéndose del vaso de whisky, y salieron platillos de sus antebrazos. Ya formaban una pequeña banda los tres, tocando el violín, el piano, y los platillos. De aquella oscuridad un barril añejo hecho de lata, fue encendiendo una pequeña llamarada, y pronto se convirtió en una especie de hoguera. Cada parte de aquella oscuridad fue cogiendo forma, salieron estrellas en el cielo, un piso de concreto, una pared feísima al frente y otra atrás, basura por el suelo, y el olor a orines viejos con basura. Todos estaban en un callejón con su fuego y su banda, los borrachos ahora tenían, barbas añejas, gorros con agujeros, y una botella de whisky barato que alcanzaban a coger con la axila, y cada vez que hacían una pausa en la melodía de cada uno, se pegaban un buen trago, volteando completamente la botella, para verter el líquido por todo el diafragma. Era un buen trio, cada uno complementaba la melodía del otro con su armonía, y se iban turnando mentalmente. Se veían algunas personas que pasaban a lo lejos de aquel callejón, apenas la luz de los postes alcanzaba a medio iluminar sus siluetas. Las barrigas de los borrachos convertidos en músicos vagabundos, empezaban a aumentar de tamaño y a volverse transparentes, con cada bajo del piano una barriga se movía como gelatina y se inflaba al igual que un globo, todos eran un buenos panzones con abdómenes que se asemejaban a una bomba transparente llena de un líquido amarillo. La música sé que cada vez iba mejor, con el mismo ritmo pero subía más de volumen. Todos empezaron a caminar, hasta el mismo piano ahora tenía unas patas humanas, pequeñas llenas de pelos y blancas, que daban pasos al compás del concierto, caminaban por la pared del callejón, iban subiendo aquel edificio por la parte más negra y vieja, y las personas los miraban mientras ascendían, en el tope había un chevi, descapotable y cuadrado, los tres vagos saltaron encima de el sin dejar de tocar ni un solo instante, y el carro por si solo encendió la marcha , flotando y dando vueltas por todo aquel universo, encima de la ciudad llena de luces, y el cielo de estrellas. El carro no tenía horizonte solo iba como un pescado nadando por el océano sin saber adónde es arriba o abajo. El carro tenía un agujero en cada asiento, y los tres músicos desalojaron sus panzas en esos huecos, apenas, el carro salió disparado en línea recta, su bolsas se descolgaron y el agua amarilla iba desparramándose por toda la ciudad. El chevi de pronto fue a toda máquina directamente hacia las estrellas, iba en modo cohete, y la velocidad disminuye, se frena. Por primera vez el carro tuvo que dejarse llevar por la gravedad. Iba como un cuando derriban a los helicópteros en las películas. Dando vueltas y giros. Todos vieron una gran masa de agua, un océano, se iluminaba por dentro con una luz amarilla, y cayeron, sumergiéndose en aquel mar, el carro recobró el aliento, y volvió a coger rumbo, aunque daba curvas y vueltas. Habían botellas moviéndose como peces. Cigarros. Y en vez de corales, unas sillas de cuatro patas, al revés sobre todo el manto de abajo, habían iguanas con barriga y pantalones sentadas en sillones bebiendo y fumando, o viendo televisores que estaban por encimas de las sillas al revés. Una de ellas escupió un gargajo hacia el vehículo, que antes de chocarlo se desintegro en el agua, y otra le tiro una botella de cristal vacía que choco y alcanzó a rayar algo el carro. Una voz de mujer empezó a cantar, era igual a la de la chica de buzo verde y piel morena. Se acercaron a dónde provenía aquella voz y encontraron que era una iguana cantando. Tenía un vestido apretado y unas piernas largas, y una flor encima de la cabeza, estaba encima de una tarima con un micrófono unido a su soporte, la iguana cantaba sensualidad llevando el micrófono y su soporte con la mano. Los músicos empezaron a acelerar el ritmo y la iguana les seguía tarareando y llegando a armonizar con la misma nota. Para entonces el camarero abrió los ojos, sonaba un jazz con una hermosa voz de mujer y había un calvo con buzo verde.
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