La mañana de este sábado, los medios de comunicación reseñaron la muerte de Lola Montesinos, primera presidenta (mujer) de Venezuela.
Lola estuvo dirigiendo el plan de emboscada que le dio la libertad a Venezuela, después de 21 años; y posteriormente, fue electa presidenta de la República por voto popular, en las primeras elecciones libres y democráticas que se celebraron en el país, en lo que va del siglo.
Su esposo y su hijo, no pueden creer lo que pasó. Y mucho menos que yo, un “desconocido”, tenga tanta información sobre los hechos.
Lola sabía lo que pasaría, dio algunas pistas, dejó mensajes ocultos, y nadie lo notó.
El 09 de mayo de 2010, en el cumpleaños número ocho de su primogénito, ella publicó el siguiente mensaje en su cuenta de Facebook:
«Quién diría que el futuro de esa niña, sería historia.
La niña que amaste, todavía te odia.
Jugaba a que volvías, y se fue para encontrarte.
Comenzó a justificar el fin y los medios.
Hizo cosas malas, para estar bien.
Hoy lo tiene todo, pero no hay nada que la haga feliz».
El mensaje fue borrado unos segundos después de ser publicado, pero yo tomé las capturas. Esto me llevó a confirmar lo que ya sospechaba.
Lola estudió psicología para entender los Trastornos Obsesivos Compulsivos (TOC) que sufría su madre, especialmente el miedo a contraer una enfermedad mortal (obsesiones somáticas), y fue justamente lo que acabó con su vida; un cáncer silencioso, que terminó por gritarle la muerte, casi de inmediato.
Apenas su madre murió, se casó con Fernando; recién graduado de Economía y fundador de uno de los partidos políticos más grandes y ambiciosos de la década. Ella estaba perdidamente enamorada de él, se desarrolló como activista de derechos humanos, y trabajaron juntos en el partido, haciendo labor social.
Varios años después, tuvieron un hijo, Ricardo Andrés. Se convirtieron en una familia de prestigio, ejemplo incondicional para la sociedad, y las cosas estuvieron estables durante un tiempo. Pero poco después comenzó la turbulencia.
La preocupación de Lola inició con los cambios drásticos que Fernando mostró en su conducta. Se alejó de la visión democrática que tenían, y comenzó a realizar alianzas con el gobierno. Lola sabía que estaba mal. El fraude, la extorción, y la estafa, eran los nuevos objetivos de su política.
Ella intentó detenerlo, hacerlo entrar en razón. Al cabo de algunas discusiones, Fernando propone el divorcio como fin de la pelea, dejándola tomar la decisión.
Lola lo vuelve a hacer, esa madrugada del 09 de mayo del 2012, escribe el siguiente mensaje, en su cuenta de Twitter:
«Le dio vuelta a la página, pero el libro sigue siendo el mismo.
¡No hay una maldita salida!
Se repite el capítulo, y está atrapada entre líneas.
Quiere cerrar los ojos, y abrir la mente,
Quiere que las cosas no cambien de repente.
Él no la dejará, o ella se quita la vida».
Por segunda ocasión, ella elimina el mensaje, tan solo minutos después de publicarlo.
Finalmente, Lola accede a realizar los planes de su esposo, y firman acuerdos millonarios con el gobierno. Por amor, renunció a sus principios, y a la vida honrada que soñó. Prefirió eso, que morir de tristeza tras una separación, aunque después de ese día, solo pudo vivir a la mitad sus alegrías.
Siete años después, Venezuela estaba en ruinas, la miseria y la desidia gobernaban cada esquina. Un país aferrado al pasado, sin albergue para el futuro, dejaba a los jóvenes, la idea de hacer la maleta y buscarlo en otro lado.
Millones de venezolanos se convirtieron en estadística para el 2019, por abandonar el país, o por abandonar la vida, luchando por él. Entre los aspirantes, Ricardo Andrés.
Ricardo se graduó de bachiller, e ingresó a la universidad para estudiar Comunicación y Periodismo. Es un muchacho educado, con mucho criterio, el suficiente para saber que sus padres, eran responsables de la desgracia de miles de familias. Así que tomó la decisión de unirse a la protesta, con el fin de evitar represión. Lo consiguió un par de veces, pero terminó por abandonar la lucha, y comunicarle a Lola y Fernando, su decisión de emigrar.
Fernando lo apoyó, mientras que Lola no reaccionó, quedó estática ante la posibilidad de que su único hijo se fuera de su lado. No pronunció palabra alguna, y se encerró en su cuarto.
Horas más tarde, recurrió nuevamente a las redes sociales, para publicar otro de sus misteriosos mensajes, esta vez desde una historia de Instagram, que por supuesto, eliminó segundos después:
«Ella le dio vida, y él la deja morir.
¿Qué más le tiene que pasar?
Quizá tenga que pedir perdón,
Quizá después de eso, pueda dormir
O Tal vez ya no despertar es una opción».
Yo me pregunto, ¿qué ganaba con escribir esos mensajes, y eliminarlos a los pocos segundos?; ¿acaso sabía que yo la espiaba y quería que la ayudara? No lo sé, pero fue impresionante lo que ocurrió.
Durante los días siguientes, Lola actuaba normal, cumplió con su papel de esposa, madre, y corrupta. Todo volvió a la “normalidad”, y nadie jamás sospechó, lo que estaba tramando.
Un par de meses después, con el apoyo de la DEA, y grupos de inteligencia militar de más de 120 países, Lola logra la captura de los ciudadanos del gobierno solicitados, en un enfrentamiento que dejó sin vida a miles de venezolanos.
Ella colaboró en secreto, con toda la información que poseía, y a cambio pidió inmunidad para su familia. Solo concedieron el amparo para ella, mientras que Fernando, fue privado de libertad. Lola aceptó haberlo hecho por su hijo, quiso darle el país que se merece, para que no tuviese que irse a ningún lado.
A pesar de las pérdidas, el país entero celebraba por fin, la cara de la libertad. El presidente encargado, tomó posesión del cargo por 30 días, mientras se organizaban las elecciones correspondientes.
Los resultados estuvieron a favor de Lola, el pueblo aplaudió su valentía y sacrificio, y le dieron las riendas del país, por primera vez en la historia de Venezuela, a una mujer.
Al terminar el conteo y el discurso, Lola llega a casa, para celebrar junto a su hijo, y solo consigue una nota encima de la mesa, con el mensaje:
“Felicidades mamá, estoy muy orgulloso de ti. Pero mi decisión ya estaba tomada. Me fui a vivir a Londres, con mi novia, si no te lo dije antes, fue porque no quería opacar tu desempeño en la campaña. Te llamo cuando llegue, te quiero”.
Yo llegué muy tarde para impedir lo que sabía que pasaría.
Mi nombre es Manuel Montesinos, soy hermano de Lola. Hijo de Luis Montesinos. Papá fue secuestrado por la Farc, cuando Lola tenía ocho años, mi familia lo rescató a él y a mi madre, años después. Él siempre estuvo buscando a Lola, y luego de que una bala le atravesara el pulmón en un barrio de Cúcuta, me pidió, casi moribundo, que la buscara y cuidara de ella.
Yo me acerqué a Lola, cuando di con ella. Pero me confundió con un oportunista, que venía a darle información de su padre por dinero. Así que hallé la forma de estar cerca de ella, vine a instalar cámaras de seguridad que ella misma pidió, y por eso sabía lo que pasaba en su casa, me metí en sus redes y en su cabeza, por eso sé que, Lola sufría de una depresión muy grande, que arrastra desde la niñez, cuando papá no volvió, y ella creyó que fue abandonada; depresión que, terminó por quitarle la vida.
Por eso estoy aquí, colaborando con ustedes, diciéndoles todo lo que sé. Yo vi por las cámaras cuando Lola leyó el mensaje de su hijo, y sabía que ella no podía con eso. La seguía observando mientras iba en camino a su casa, y en el trayecto perdí la conexión con las cámaras, lo último que hizo antes de que la perdiera de vista, fue escribir una nota:
«A los hombres de mi vida:
Yo también los abandoné». L.M.
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