Aprende a dejar de dudar

Aprende a dejar de dudar

Mandi

20/07/2020

-¿A cuál debería ir, maestro?
– A ninguno. No vayas.
-¿Pero por qué no debería?
-Es el destino no elegir.
-¿Está bien no elegir? ¿Puedo seguir viviendo luego de elegir no elegir?
-No elijas, nada más. Te ahoga en preguntas necias la elección, y te abunda por la agua turbia. Usa pronto unas termales, límpiate, y ya luego de eso entenderás.
-Maestro, es invierno, no deberían haber sitios cálidos.
– …, …
Permanece en silencio un largo tiempo, pero sorpresivamente continúa :-A veces debes ver el no elegir, sí.
-¿Sería ese mi objetivo?
-Tú no tienes un objetivo. – Rió fuertemente.
-Tú inconsciente ya lo conoce, déjale la tarea a él. ¿Para qué forzar? Si elijes hacer, entonces pensarás en no hacerlo; y si no lo haces, desearás el hacerlo. No lo hagas entonces. No elijas. Vete simple, y descansado.
Tras decir eso, el discípulo parte del salón permaneciendo en silencio y con la cabeza mirando sus piernas. Al fin dejó de atacar al Maestro con tanto titubeo…por fin había entendido lo que es permanecer en reposo. Pero, ¿Porqué no puede elegir entonces si siempre lo ha hecho? ¿Porqué el maestro se lo impidió?
El ser iluminado es totalmente indiferente a los polos. Totalmente blindado a las preguntas. Ampliamente capacitado para la simpleza. Es un mar de todo y de todos, pero más suyo que del resto.
«No lo hagas. No elijas.» «Límpiate.» ¿Qué quiso decir este anciano con esa afirmación?
Dice que no escuches a la mente; que no preguntes. Buda, para permitir a un hombre vivir y prosperar con él , le aplicaba ésta condición metálica inmediata que debería cumplirse. Cuando alguien se posaba a su puerta buscando ser  iniciado por el gran maestro, Buda le ponía una condición bastante curiosa, pero si profundizamos más en ella, podremos entender la capacidad de la no mente. Esta era: Deja de preguntar, por al menos dos años. Permanece en silencio y no dudes, no digas nada, sólo entonces podrás comenzar a armonizar con nuestros sentidos. 

Siempre escuchas a la mente, te pones en ella, la entiendes, o a veces no la entiendes, pero allí estás, con ella.
                                                             »¿Para qué piensas en la noche de afuera?»
¿Qué necesidad hay de traer al recuerdo un lobo solitario del pasado? Si no fuera así, sólo estarías dentro, muy Solo, como una unidad. Como un círculo en el cual dos puntos no crean una mitad.

Si vivieras sin esperanza, sin duda, sin elección, entonces tú serías esa noche.

Retírate.

Retirarse es salir del sueño; del sueño de las preguntas. Por eso el maestro le dice a su discípulo, »te abunda por el agua turbia»,  esa la causa principal de la destemplanza, las preguntas.
En las preguntas todo es complicado, a veces suele pasar que generamos tantas que la molestia es insoportable. Todos tienen miles de preguntas, porque todo lo genera; el punto es no dejarse abundar de ellas; no soltar más senda por que allí se pueden estacionar. 

Siguieron hablando:
– Es normal preguntar, yo dejo que pregunten. Más no me es entendido que permanezcan en ellas toda su vida.
-¿Y Dios, maestro, qué dices de él? 
Contestó haciendo un gesto muy intensificado de duda: 
– Para qué quieres saber de Dios. Yo no puedo hablarte de Dios. Sería un sacrilegio total el hablar de algo que no puede ser hablado. Dios es algo meramente interior. No puedo hablarte de Dios si no sientes de Dios. Es algo meramente personal, absolutamente personal. No hay palabras para ello.
Cuándo el iniciado nuevamente quiso preguntar, el maestro levantó el gesto, exclamando: 
– Me gustaría, ya que me escuchas y eres nuevo, contarte una pequeña parábola.
Al ver que sus personas que allí lo acompañaban levantaron el oído, volvió a exclamar:
– Dicen que los camellos nunca se acercan a las montañas. Pero hubo una vez alguno que sí lo hizo. Él ha elegido fenecer diferente, porque además ya está viejo y subir al cielo es su destino. Él no ha elegido vivir en el desierto porque en el desierto todos ellos son montañas andantes, pero junto a las montañas parecerán hormigas, y eso le duele. Él se dijo: »allá no debería haber dolor». Preparando sus más grandes anhelos, despego hacía lo más alto de una; una que no existía, y allí falleció.

Profundicemos en esta enseñanza. La manera más fácil para un camello es olvidarse de las montañas, decir: «Todas esas montañas son mitológicas, ficticias; la realidad es el desierto». De modo que disfrutan el desierto, disfrutan el ego… Y nunca pueden despertar. 
Me gustaría aclarar que en esta enseñanza por mucho que se mencione al camello como un animal netamente del desierto, esta vez se habla de un rudo personaje que quiere despertar. Del filósofo ignorante que ahora sabiendo que está en el valle, muy abajo, quiere estar en la cima, en la montaña. La enseñanza comienza diciendo: »Los camellos nunca se acercan a las montañas.» Para entender esto, es importante favorecer a la mente con el entendimiento mínimo de la autentica religión y la filosofía.
El amor, la autentica religión, es cien porciento aventurero, lo que un filósofo claramente no estima; el filósofo dice: Primero tengo que conocer el camino, el lugar, cuando el terreno sea bien visto, daré el paso. La lógica es siempre cobarde, nunca se adentra en lo desconocido, es como un camello que nunca abandona el desierto por miedo a perecer; el amor es absolutamente aventurero, solo él puede llegar hasta una montaña, porque es humilde, no tiene ego, ya accedió al mundo de la calma y la sabiduría.
La enseñanza continúa diciendo: »Él no ha elegido vivir en el desierto porque en el desierto todos ellos son montañas andantes.»
Un camello nunca llega a ningún sitio porque siempre está pendiente de la seguridad que le brinda el donde parte. Siempre está interesado en el pasado, el camino que se ha recorrido. Con la lógica, vas hacia el desierto, con el amor, vas hacía la montaña final. Por eso este personaje, ha elegido abandonar toda lógica. Ahora es humanamente correcto, pero a su manera. Ya no más etiquetas, ya no más límites; es un ave totalmente libre en un cielo soleado.

Todos creen haber llegado a grandes montañas, y estas son reveladas con grandes milagros de palabras, tantas que a veces, entre el mar de voces se encuentra la autentica roca montañosa falsaria. Un camello dice: ahora conozco como ser sabio; sólo no tengo que dudar;  vivir sin prejuicios, leyes o dogmas. Es fácil.

Sigue siendo un camello porque aún tiene miedo de aventurar. No ha hecho nada, aún espera algo de eso, aun espera por su método despertar, y por eso aún no podrá alcanzar la autentica roca. Aún sigue decidiendo.
Al amor le interesa lo desconocido, lo sorpresivo, es absolutamente aventurero, solo espera la Budeidad, lo que le sucederá al subir a la montaña; al morir, al llegar al vacío, al no decidir. Entiende que en todo lugar puede estar en una montaña, arriba de los desiertos. Es que en verdad nunca hubo necesidad de abandonar nada. 

La historia termina diciendo: »Despego hacía lo más alto de una; una que no existía, y allí falleció.»
Encontró por fin una transformación inmediata. Al partir, significa que ha entendido el fracaso de la filosofía. De no ser así, ¿para qué buscaría una montaña? En el fondo a encontrado el fracaso de la lógica. Antes había hecho todos los esfuerzos posibles, dudando y dudando, preguntando sobre todo, aportando a favor y en contra. Ahora ha llegado al punto en que sabe que todo el asunto es fútil. A través de las preguntas nada puede conocerse. Al entender esto, llega a él una humildad que no es posible en el desierto; esto lo sube alto, hasta la cima de una montaña. El antiguo filósofo pensaba que estaba en la cima, ya ahora, ríe sabiendo que siempre estuvo en el valle soñando que estaba en la cima; antes, con esperanzas de un resultado inconcluso, ahora aun, la verdad le seguía tan desconocida como siempre. Ahora, ya dejará de dudar al fin. Solo la humildad, la humildad profunda, puede llevarte a una montaña. Ha por fin muerto al ego.

Cuando este filosofo se dio cuenta que es ignorante, se hace plenamente consciente de su ignorancia; y esa es la enseñanza de esta sabiduría. 

Pero cuando te retires, no pienses que estás despierto, no, al contrario, tienes aún muchas clases de sueños; estás sonámbulo, aún dormido, y sin permitir novedad. Por miedo al despabilar tú tiemblas. Si tu camino es negro o blanco, tú tiemblas, si es malo o bueno, tú tiemblas, si cabal o no, tiemblas. Y no sabes donde guiarte, solo tras un susto, a espantarse, y a huir de nuevo a casa. Eso eres tú, eso eres cuando estás en soledad, un cobarde. Por eso necesitas una armadura de hierro, una autentica sanación, un realizado grito de confianza. No elijas entonces; no elijas. ¿Qué si amor o filosofía? No elijas, y el vacío te llevará. 
¿Cuánto lo he dicho ya? No elijas entonces. No sigas ninguno de los dos. Así la chispa será auténticamente divina, netamente espiritual. Ninguno puede ofrecerte velas en las noches oscuras, no, todo ello es de afuera; y lo de afuera no iluminará tu camino, no te llevará a la cima de la montaña; solo estarán allí, en sus pequeños miradores, aún estimando la cima. 
Retírate de ambas; sólo entonces ascenderás.

Sé tú, sin ese deterioro que genera las preguntas; ahora, vacío y preparado; sin elegir entre ser un lobo Solo o solitario.
Simplemente sé….

– Mandi.

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