¡Hola, me alegra verte de nuevo! ¿Cómo estás? Veo que no tienes ganas de responder, así que me lo tomaré como que estás genial y que todo te va muy bien, pero… ¿Sabes una cosa? Me da rabia que alguien que hizo lo que tú hiciste siga libre por ahí, haciendo su vida como si nada hubiera pasado… Así que… pensándolo mejor, voy a hacer que hoy sea tu peor día, voy a hacerte revivir ese momento que marcó tu vida y la mía para siempre, te acuerdas, ¿verdad? ¡Ah, no, no, no! No me pongas esa cara, como si no supieras de que va la cosa. Sé que te acuerdas perfectamente porqué tú y yo sabemos que es imposible olvidar lo que hiciste. Pero vamos, si no te acuerdas, no te preocupes que te lo voy a recordar, para eso están los amigos. Así que prepárate porque empiezo.

Me acuerdo perfectamente. Era 4 de julio, mi día favorito. Ese día, el ayuntamiento montaba una feria al estilo americano. Era una tradición del pueblo. Cada 4 de julio se conmemoraba a Jonathan, un vecino muy querido por todo el pueblo. Era el propietario de una pequeña tienda de productos de su país, Estados Unidos. Por desgracia falleció un mismo 4 de julio de hace 5 años por el disparo de un grupo de atracadores. Pobre Jonathan, quien se iba a imaginar que uno de los mejores días del año para él, iba a significar su fin, así dejando un gran vacío en los corazones de todos los habitantes del pequeño pueblo. Cada año esperaba con ansias ese día, el que le permitía teletransportarse por unas horas a su infancia. Aunque ese día acabó con su vida, también nos hacía sentirle todavía más cerca ante su ausencia.

Pero bien, vamos al grano, porque por la cara que pones veo que todavía no te acuerdas de nada…

Ese día todo el mundo iba estresado con los preparativos de los tenderetes, atracciones, los payasos ensayando por última vez sus actos y todo para que estuviera la feria lista a las 18h, cuando se diera el pistoletazo de inicio de la décima feria americana.

En mi imaginación desbordada, ese día tenía que ser el más feliz, la feria que sí o sí iba a recordar toda mi vida… deberás preguntarte ¿y por qué? Pues no tiene mucho misterio. Lo tenía todo pensado: en el recinto de las hogueras, a la luz del fuego y en la oscuridad del cielo estrellado, iba a pedirle si quería salir conmigo. Por fin iba a atreverme, después de siete años sintiendo ese amor y de múltiples intentos fallidos de declaración, por fin había llegado el día. No te mentiré, sentía nervios por todo el cuerpo, no sabía cómo reaccionaría ni cuál sería su respuesta. Semanas pensando en el momento y la ocasión perfecta para tenerlo todo preparado al dedillo, y todo para que después llegaras tú y lo echaras todo a perder en un abrir y cerrar de ojos.

Hasta el inicio de la feria no podíamos quedar. Le había prometido a mi padre que le ayudaría a montar su paradita. Vendía la mermelada casera más rica del pueblo. Ese día hacíamos el agosto. Los beneficios eran increíbles. Miles de vecinos del pueblo y visitantes de localidades cercanas venían a comprar los productos de mi padre.

Por ese motivo quedamos justo cuando empezara la feria en la entrada del recinto. Me dijo que esa tarde había quedado contigo para ir a pegaros un chapuzón al lago, como hacíamos cada año, a diferencia que este yo no podía.

Así que, después de ayudar a mi padre fui a casa, me duché, me puse la camiseta que me regaló por mi cumpleaños y fui al punto de encuentro. Le llamé para decirle que iba para allí, pero no me cogió el teléfono. En realidad, no me extrañé, pensé: se estará duchando o acabando de arreglar.

Pasaba media hora de las seis. Normalmente llegaba tarde, pero cinco o diez minutos, no treinta. Empecé a preocuparme. Sabía que había pasado algo, que la cosa no iba bien. Entonces te llamé. Tu tampoco me cogiste el teléfono. Volví a llamar a su teléfono y nada.

En esos momentos me sentí en el extremo. Me bloqueé. Tenía múltiples opciones y no sabía por cual empezar: ir al lago, ir a su casa, ir a tu casa para ver si sabías algo, … Al final decidí coger mi bici e ir a su casa. Llamé al timbre sin cesar y… ¡sorpresa! Nadie me abrió. A medida que mis opciones se iban agotando, mi desesperación aumentaba. Empecé a sentir palpitaciones. Cada vez pedaleaba más rápido. Cualquiera que me viera pensaría que no tenía un rumbo fijo, pero sí. El siguiente destino era tu casa.

Oh, pero espera… ¿Por qué me pones esa cara? ¿Tal vez empiezas a acordarte? Bueno, prosigo…

Al fin llegué a tu casa. Después de recorrer ese camino de un tiempo máximo de 5 minutos, pero de veinte a mi parecer, llamé. «Voilà». Allí estabas tú, con el pelo un tanto húmedo, claro, del baño que te habías echado en el lago. Te expliqué lo que estaba pasando y si sabías algo, pero por sorpresa, a mi favor, me dijiste que no, que te acompañó hasta casa y a partir de ahí no sabías nada. Antes de irme al lago me acuerdo perfectamente que te dije: por cierto, límpiate bien que tienes restos de pintalabios esparcidos por la cara, a lo que tú me dedicaste una carcajada y cerraste la puerta. Sinceramente pensé: ya se está liando con otra persona. Que graciosa que es la inocencia, ¿verdad?

Siguiente destino: el lago. Por fin llegué, jadeando y con la boca seca. No podía más, todo esto se estaba convirtiendo en mi mayor pesadilla. Tenía la esperanza de encontrarle allí, hasta me había preparado para encontrar un cuerpo sin vida. Desgraciadamente, así fue. Allí, delante de mí, en la orilla del lago, yacía el cuerpo sin vida de una golondrina. Por suerte no era el que yo estaba buscando. Pensé que el esfuerzo que hice fue en vano y el resultado negativo. En ese instante me dejé caer de rodillas al suelo. No sabía qué hacer, no tenía más opciones y las lágrimas empezaron a ocupar el espacio de mis ojos. Un sentimiento de impotencia me invadió, el saber que podía haberle pasado algo y yo podría haberlo evitado, simplemente diciéndole que íbamos a quedar toda la tarde, que se viniera a ayudarnos a mi padre y a mí, …

Pero una llamada inesperada irrumpió el canto de los pájaros e hizo que ese momento tan lamentable terminara. Era mi padre. ¿A que no te imaginas para que llamó? Básicamente llamó para decirme que estaba ahí. Que llevaba más de diez minutos esperándome, si, la persona que llevaba más de una hora buscando, por la que había perdido el norte, por la que en aquellos instantes estaba llorando y por la que en esos momentos temía por si le había pasado algo malo. Allí estaba, junto a mi padre. Que surrealista, ¿no?

Cogí la bici y me fui pitando a la feria. Efectivamente, allí estaba, charlando y echándose unas risas con mi padre. Al verme aparecer con ese aspecto moribundo, con la cara desencajada y más pálida que Casper, se quedaron patidifusos. Lo único que hice en aquel momento es abrazarle con todas mis fuerzas, hasta que me di cuenta de una cosa: no olía como siempre. Ese olor me resultaba un tanto familiar, muy cercano, lo había olido antes. No faltaron más de diez segundos para darme cuenta que olía a ti. En ese momento empecé a atar cabos.

No habíais quedado para ir al lago. Quedasteis para ir a tu casa y estar juntos. Para recuperar el tiempo perdido durante tu estancia en Australia. Y aquí el porqué de la presencia de pintalabios en tu cara cuando fui a tu casa para preguntarte si sabías algo. No tuviste ni la más mínima decencia de decírmelo. Reconozco que fui una persona muy ingenua al pensar que tu pelo mojado se debía al supuesto baño del lago, a partir de hoy sinónimo de bañera. En cuanto cerraste la puerta y llegué al lago, transcurrieron diez minutos. Parecen pocos, pero dan tiempo para muchas cosas, una de ellas avisarle de que se fuera corriendo a la feria porqué se os había pasado la hora y que yo le estaba buscando y pensando que algo malo le había sucedido.

¿Sabes qué pasa ahora? ¿No? No te preocupes. Como bien sabrás nos conocemos des de parvulario y me temo que ya sabes que soy una persona muy rencorosa y vengativa, así que ándate con cuidado para que no te pase lo mismo que a mí. A lo mejor tú no tendrás la misma suerte que yo, si así puede llamarse. A lo mejor cuando mañana quedes con esa personita no llegues a verla, pero no solo mañana, sino nunca jamás, o quién sabe… a lo mejor me apiado de vosotros y vuestra historia fluirá.

Ya veremos que hago… Mientras a esperar.

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