En lo personal y hasta la fecha que soy adulto siempre me ha gustado mucho la jardinería, se me da eso de poner árboles, podarlos, regar las plantas, en fin todo lo que se refiere a la jardinería es de mi total agrado, siempre he sido amante de la naturaleza y me gusta cuidarla, porque cuando siembras un árbol sobre todo si es frutal, estas sembrando una gran esperanza para las próximas generaciones, porque este va a crecer junto con ellos, además que son las que van a disfrutar de sus frutos, ya que las pasadas generaciones sembraron los arboles que en la actualidad son grandes, para que nosotros disfrutáramos de ellos, tanto de su sombra como de sus frutos, ese siempre ha sido mi modo de pensar al respecto y tiene mucha lógica si lo analizas y lo digo, porque recuerdo muy bien ahora que soy adulto y veo los árboles que ya son grandes y se viene a mi mente cuando eran pequeños arbustos, hoy los veo grandes con sus frutos, sus frescas sombras que te cobijan bajo el inclemente sol y recuerdo a algunas personas cuando me toco mirarlos que los plantaban. A La edad 17 años estaba en tercero de preparatoria, hasta la actualidad la casa de mi madre tiene un gran patio, donde jugábamos sin problema alguno, teníamos muchos árboles frutales, que siempre me encargaba de regarlos, podarlos, hacerles maceta para que tuvieran donde echarles el agua, así como muchos arbustos con flores que las personas cuando pasaban siempre les hacían halagos por estar muy bien cuidados, eso me gustaba mucho, incluso había personas que me pedían arbolitos o flores y se los regalaba con gusto, también acostumbraba cortar flores y hacer ramilletes para regalárselas a mi madre, recuerdo que se le iluminaba su rostro cansado y desvelado de felicidad al recibirme las flores que le regalaba, mientras ella estaba en su máquina de coser haciendo ropa para sus amistades y de ahí sacar el diario para nuestra alimentación, hacer esto para mí era un gran gusto y lo hacía constantemente, incluso tenía la costumbre de robarme las flores de los cercos de las casas para regalárselas a mi madre, podía disfrutar de la pequeña felicidad que le daba dentro de mi inocencia, son detalles que no tienen precio y que muchas veces dan más felicidad que un puñado de dinero, incluso que recibir una joya costosa, mi recompensa era ver su felicidad, su sonrisa sincera, pero más que nada cuando me daba las gracias acompañada de un abrazo maternal y un tierno beso. Recuerdo que en la parte sur de nuestro patio estaba una puerta por donde podían entrar una persona caminando y a un costado un árbol el cual lo conocemos como el árbol de la fortuna, es un árbol muy bello, con hojas largas y puntiagudas que al cortarlas secreta una especie de líquido lechoso, da una flor en forma de campanita en color melón, también da unas bolas en color verde que asemejan a bellas esferas que adornan el árbol y se campanean con el suave viento, siempre había muchas chuparrosas volando a su alrededor, ya que esta flor da una especie de miel, que le servía de alimento a los pájaros y abejas que alegres revoloteaban alrededor de este bello árbol. Según las creencias de mi madre decía que ese árbol era de la fortuna, quizás de ahí salía su nombre, decía que era nuestra suerte, por lo que debíamos cuidarlo mucho para que siempre gozáramos de su protección. Esto me gustaba mucho y me esmeraba siempre en cuidarlo, ya que de ahí provenía nuestra fortuna y esperanza de bien hacia la familia. Este árbol daba mucha sombra y estaba en la entrada de la puerta, por lo que era muy llamativo por el tipo de flores que daba en esos tiempos. Recuerdo que en las mañanas el espacio que abarcaba ese árbol amanecía tapizado de hojas amarillas que ya desechaba y muchas flores en color melón que adornaban el suelo alegremente. Este árbol era ya viejo, porque desde que tengo uso de la razón ya estaba en casa adornando con su presencia y mi madre decía que ya no se acordaba cuanto tiempo tenía ese árbol plantado en el patio de nuestra casa, era viejo sin duda alguna. Con el paso del tiempo como todo tiene su ciclo de vida, este árbol envejeció y comenzó a verse feo, ya no era la misma sombra, daba pocas flores, se veía triste y marchito, por más esmero que me daba en darle vida con agua y abonos, por lo que un día decidimos tumbarlo, era un árbol con brazos delgados y blando, por lo que no batalle para tal cosa, tome un machete y comencé a tumbarlo, hasta que por fin no quedo absolutamente nada del árbol de la fortuna en nuestra casa, el espacio que ocupaba quedo triste y desolado, después de tantos años de alegrar con su presencia, hasta se veía diferente el patio sin el árbol de la fortuna, como me arrepentí de haberlo hecho, porque muy en el fondo recordaba las palabras que me dijo en una ocasión mi madre, que según sus creencias era nuestra fortuna y que se podría desestabilizar la suerte de nuestra casa, en ese lugar ya no se volvió a poner ningún árbol, quizás si en ese momento en que lo tumbe me hubiera pasado por la cabeza reemplazarlo inmediatamente por otro árbol de lo mismo, ya que eso no habría sido problema para mí, porque había muchos en las casas de los vecinos por ser un árbol muy llamativo y bonito. Al paso de los meses que no fue mucho el tiempo transcurrido a partir de que quite el árbol, el padre de mis hermanos comenzó a enfermar drásticamente, al grado que ya no se alivio, quizás su avanzada edad fue lo que más le ayudo a su enfermedad, recuerdo que le salió un pequeño ganglio en el cuello, por lo que de inmediato fue al médico a revisarse de esa anomalía que le había salido, entonces le hicieron una biopsia y finalmente le detectaron cáncer terminal, el cual en tres meses lo deterioro por completo, al grado de ser incurable, en ese tiempo de mi adolescencia me toco varias veces acompañarlo al seguro para que recibiera sus medicamentos, era realmente triste para mí, verlo en esas condiciones tan deprimentes, de por si su estado de ánimo no era bueno por la carga de emociones negativas al recuerdo de la muerte de sus hijos, aparte que en aquellos tiempos aun no existían las quimioterapias como en nuestra actualidad que aunque son muy pocas las posibilidades de salvación, pero aun así algunas personas logran vencer al terrible cáncer, en aquellos tiempos solo eran medicamentos los que le suministraban, no con tanta eficacia como en la actualidad, pero que finalmente no lograron salvarle la vida, de hecho desde un principio fueron tajantes con él y mi madre, sabían que era algo incurable. Según las creencias de mi madre le dijo en una ocasión que tal vez estaba embrujado y que necesitaba hacerse una limpia, claro se entiende que una persona en las condiciones desfavorables en la que se encontraba el, es lógico que cualquier cosa que le sugieran donde le prometan que se salvara lo haría sin pensarlo tanto, incluso si te dan a tomar brebajes o comer cuanta inmundicia te recetan, lo haces sin poner resistencia, con tal de salvar tu vida, por lo que fuimos a un lugar donde había un señor que era un brujo muy famoso, al menos en la región, que le puso atención en lo que le decía quejándose de sus malestares, entonces esta persona rápidamente le dijo que le haría una limpia, obviamente después de ponerle la mano descaradamente para que le pagara sus favores, eso sí pude presenciarlo con claridad, ya que en ningún momento me dijeron que me retirara del lugar y al fin curioso por naturaleza estaba atento a todo lo que pasaba en las cosas que le decía el brujo. El señor que se dedicaba a hacer las limpias le dijo que se parara sobre unos periódicos que había colocado en el suelo, después comenzó a hacer una especie de conjuros, pasándole por el cuerpo unas ramas que le tallaba, lo que me sorprendía y hasta este momento no logro entender es que en las hojas de papel podía escuchar claramente cuando caía algo, lo que según el brujo le decía es que era la sal que le estaba haciendo daño y de la cual por medio de esa limpia lo estaba liberando. Podía escuchar eso claramente cuando el brujo le recalcaba que era sal de la que le estaba liberando, como antes dije yo estaba presente y no perdía detalle de tal cosa, por lo que trataba de encontrar entre el papel la sal que tanto mencionaba el brujo, pero jamás la mire y realmente yo me encontraba a un costado de él, jamás estuve lejos, pero repito se escuchaba cuando caía sobre el papel del periódico que estaba en el suelo. En esa ocasión llegamos muy contentos, ya que el brujo le aseguro que se curaría de su enfermedad y mi madre también le recalcaba tal cosa, que alguien le había echado la sal para que enfermara y que finalmente se aliviaría, que tuviera fe para tal cosa y que muy pronto podría volver a su vida normal. Pero esto no sucedió, ya que ni la limpia, ni los remedios que las personas le decían, mucho menos los medicamentos que le suministraban en el seguro le sirvieron, muriendo en medio de un sufrimiento a causa del terrible cáncer de pulmones, esto por la manía del cigarro que fumaba de manera espantosa. El murió un 11 el febrero del año de 1994 y fue precisamente en mis brazos donde murió lamentablemente, yo con tan solo 17 años de edad, ya que yo lo acompañaba esa triste mañana en la que su salud empeoro por los estragos del terrible cáncer pulmonar y tuve no sé cómo llamarlo si la desgracia o la fortuna de ver sus últimos suspiros que daba, donde pudo despedirse de mí, pude sentir como su vida se extinguía en mis brazos, pude sentir que descansaba, ya que esos tres largos meses de sufrimiento pude ver como agonizaba en vida, pude atenderlo, así como también negarme aquella noche que jamás podre olvidar cuando en medio de su terrible malestar que lo asfixiaba a causa de que sus pulmones estaban cundidos de cáncer y lo que lo mantenía con vida era un tanque de oxígeno en color verde que tenía a un costado a donde estaba conectado día y noche, de ahí dependía su vida y que cada semana se le tenía que ir a rellenar, porque era el tiempo que le duraba. Esa terrible noche con lo poco que le quedaba de su voz apagada me dijo:
Acércate, quiero que hagas algo por mí, por favor, cierra la llave del oxígeno, ya quiero terminar con este cruel sufrimiento, compadécete de mí, ya quiero descansar, solamente cierra la llave del oxígeno y todo acabara, lo cual te agradeceré en la eternidad, allá donde me encuentre, hazlo, no lo pienses.
Aquello que me pedía era algo terrible a lo cual no podía, ni debía acceder, ya que sería cargar con una muerte en mi conciencia y a pesar de que lo veía sufriendo no podía concederle algo así, solo dios podía recogerlo, el sabia cuando lo haría, así que me negué y de la manera más amorosa le dije:
No puedo hacer eso, discúlpeme por no poder ayudarlo en algo tan delicado.
Y el ya no insistió solo sonrió, a los días por fin pudo morir. Esto rápidamente lo relacione por el hecho de haber cortado el árbol de la fortuna y me lleno de miedo al pensar que las tragedias podían continuar en nuestra familia.
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