a daiana le saltó el corazón. facebook le había recordado una foto con su ex de hacía varios meses, y teniendo en cuenta que no habían terminado en los mejores términos, su asalto era entendible. se puso los auriculares y pensó en otra cosa, puso el top 50 del momento porque se había aburrido de sus canciones. tenía muchas cosas para hacer, se le habían acumulado un montón de trabajos de la facultad, tenía que ir a comprar un vestido para el casamiento de su hermana y tenía que arreglar con un pintor que arregle el desastre que había hecho en su living, ¿en qué momento se le había ocurrido que podía pintar las paredes ella sola?

“primero lo más tedioso”, se dijo a sí misma, así que se arregló la ropa para ir hasta el centro a elegir vestidos.

estando en el auto puso la radio. pasaban esa canción de moda, por lo general daiana no conocía ninguna y se las aprendía nada más de escucharlas en los bailes.

llegó al centro, apagó el auto y se bajó. entró al primer local que encontró, y mientras buscaba algo que le gustara iba tarareando la canción de la radio. se le pegó el estribillo, y así estuvo desde ese momento hasta que llegó a su casa. en el auto la puso de nuevo, y de nuevo, de nuevo.

“al fin una canción que me voy a saber cuando salga con las chicas”, pensó.

llegó a su casa y se puso a ordenar un poco, le daba vergüenza tener que llamar a un pintor y tener el departamento desastroso, acomodó los plásticos que iba a usar para no manchar el suelo, la pintura, los libros de la facultad, y múltiples cosas que tenía tiradas por ahí. en la televisión pasaron el videoclip de la canción que escuchó en la radio, y eso la puso de muy buen humor, porque la canción le terminó gustando.

se le pasó el día entre limpieza y trabajos prácticos, tenía la malísima costumbre de dejar todo para último momento, terminando colapsada, pero ya había terminado por hoy, mañana sería otro día.

a las 10:00 am sonó la típica alarma preseleccionada del celular, pero a ella le pareció escuchar la canción de la radio. se levantó rápidamente y después de desayunar se dispuso a terminar los trabajos que le quedaban. entre texto y texto se le pasaba la canción por la cabeza, la escuchaba en su mente como si la escuchara en un parlante. no se podía concentrar, era como si su cabeza fuera un reproductor de música que no iba a seguir su voluntad.

“¡concentrate daiana!” se dijo a sí misma, y con pocas ganas terminó lo que le quedaba.

el día del casamiento de su hermana había llegado. se preparó y esperó a que su papá la pasara a buscar.

cuando él llegó, daiana bajó y se saludaron afectuosamente.

—dale, dai. apurémonos que a tu hermana le va a dar un ataque si llegamos tarde.

ya se encontraban en camino, cuando algo descolocó a su padre.

—me encanta esta canción, la escuché al otro día yendo al centro y no me la puedo sacar de la cabeza.

—¿esta canción, dai? ¿qué hacías escuchando rock, si no mucho tu estilo?

—¿qué decís, pa? es una canción más de baile, de boliche. no es rock.

—pero son los redondos, dai.

—no pa, es una canción de baile.

    la conversación quedó ahí, aunque el aire alrededor de ellos se podía palpar con las manos.

    daiana se sentía incómoda, desconcertada. ¿cómo iba a confundir los redondos con la canción que tenía en la cabeza hace una semana? obvio que no se podía confundir. seguro su papá se había equivocado.

    —para sacarte una canción de la cabeza, tenés que cantar el final —le dijo su primo.

    así lo hizo, pero la seguía escuchando una y otra vez, y en un momento de la noche la escuchaba igual de cerca como si los mismos músicos la estuvieran cantando en su oído. decidió creer que fue el momento en el que justo pasaron esa canción en la fiesta del casamiento, aunque volvió a su casa muy acongojada esa noche.

    el cansancio y el alcohol hicieron que se durmiera bastante rápido, sin tener tiempo de pensar en los extraños sucesos que le habían ocurrido.

    se despertó antes de que sonara la alarma, estaba agitada y transpirada, y escuchando… ¡esa bendita canción! la escuchaba fuerte y clara en su cabeza como el sonido de una voz hablándole a su lado, en su desconcierto y miedo no sabía qué hacer. corrió al baño y se tomó dos pastillas para dormir, deseando que todo sea un efecto colateral del cansancio y que en unas horas todo hubiera pasado.

    el sol de las cuatro de la tarde rompió en su cuarto la imagen de paz que tanto le había conseguido encontrar.

    “fue todo un sueño horrible”, se calmó a sí misma.

    una ducha tibia le sacó los resto de la noche. se sentía descansada y fresca por primera vez en días, así que se le ocurrió ir a comprar unas cosas para hacerse una merienda cargada.

    llegó al supermercado y agarró un carrito, se acercaba hasta las heladeras cuando de repente un susurro le empezó a llegar, como desde el fondo del mar hasta llegar a tocarla, a perseguirla, como si se le hubiera escapado y por fin la encontraba, un susurro demasiado familiar… esa canción. se acercaba y se acercaba… la escuchaba cada vez más cerca, tan cerca como si la estuvieran gritando, y ahí paralizada, en las heladeras del supermercado de su barrio no supo qué hacer, y mientras la canción le rompía los tímpanos empezó a agarrarse la cabeza con un desconcierto que la acorralaba, mirando a todos lados, preguntándose si alguien más escuchaba la melodía tan excesivamente fuerte y clara como ella, hasta que el ruido se volvió insoportable y daiana perdió el control. salió corriendo de aquel lugar intentando escapar de aquel tormento inconmensurable que nadie más parecía notar.

    —¡señorita, tenga cuidado! —gritó una mujer que la vio a daiana cruzar la calle sin mirar por dónde iba.

      el auto quiso frenar a tiempo pero no llegó. la canción de daiana había terminado.

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