Aún a pesar de los siglos, yo seguiré en ti.

Aún a pesar de los siglos, yo seguiré en ti.

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18/04/2019

(…) Pasados ya más de 20 años; aún sigo aquí… he visto a las personas ir y venir, una tras otra, dejándose llevar por el tiempo… he visto a la ciudad crecer y a las calles hacerse tan largas que me parece tanto, en tan poco tiempo; y hoy… simplemente hoy… me he levantado solo con ánimos de dejarme llevar, porque siento, mi vida se va súbitamente y advierto como todo y todos cambian… más yo aún sigo aquí (…)

Y fue en aquel momento, la primera vez que pude alcanzar a verlo, cuando pensé que por fin había acabado; pero no, era incapaz de irme y no sé si fue porque entonces me ataban lazos mucho más fuertes o porque aún no era el minuto indicado para partir; así que me dispuse a esperar y lo cierto es que me acostumbré muy rápido a él.

A pesar de ser un total extraño y de haberse apoderado de mi cuarto sin más; de mi cama y de todos mis viejos juguetes, que mis padres aún conservaban tal y como yo los había dejado la última vez; a pesar de todo, yo aprendí quererlo, aprendí a verlo dormir cada noche, aprendí a verlo crecer y estuve a su lado siempre, en su primer día de escuela, en su primer juego de fútbol y en su primer romance de niño; hasta tal punto en que me era imposible estar lejos de él y al final… creo… terminé por convertirme más que su hermano en su misma sombra, aunque nunca lo supo; y a mí, claro, tampoco me importó que no lo supiera.

Pero lo cierto es que los años fueron pasando y ya me estaba habituando a la idea de quedarme en este pequeño espacio de vida para siempre, cuando las cosas comenzaron a cambiar muy lentamente; todo inició con una fiebre que no cedía sino solo en las noches, después aparecieron dolores en todas partes del cuerpo hasta que la debilidad y la fatiga terminaron por encerrar su vida y la mía a no poco más de los límites del cuarto. Recuerdo que fue un 7 de abril de 2006; yo estaba ahí en la consulta, cuando el médico tras el resultado de los análisis le daba el diagnóstico de leucemia:

-Es una enfermedad bastante agresiva, sobre todo esta clase de leucemia que tiene su hijo -explicó mirando a mis padres con lástima- solo puedo decirles, que es el tratamiento, únicamente quien determina el pronóstico y para ello tendremos que internarlo aquí en el centro.

Ellos, difícilmente podían contener sus lágrimas… y yo… pues no podía hacer nada para consolarlos, absolutamente nada. Apenas habían pasado 3 días y ya habíanlo ingresado. Creo que por aquel entonces, él no comprendía muy bien la seriedad de su situación, pero el cáncer estaba dispuesto a mostrar su verdadero rostro y verse rodeado de tantas personas y a la vez tan solo dentro de su propia oscuridad y en un momento tan hostil; marcó una pauta en su vida y entonces sucedió, llegó a escucharme y a sentirme, por primera vez.

Así es, que lo acompañé, como me era ya costumbre, durante todo el tiempo que duró el tratamiento, las pruebas agotadoras y todo lo demás; no importaba que nuestros padres estuvieran ahí, nunca me fui de su lado. Aunque fue muy duro verlo sin su fino cabello medio castaño y en algunos momentos sin fuerzas casi para hablar; siempre me esforzaba y le susurraba al oído que debía seguir adelante, que debía seguir peleando, porque era la única forma de salir de aquella cama y entonces recuerdo que solo me miraba y me sonreía y yo sabía que esa era su forma de decir que sí, que al menos lo intentaría. Pese a ello la enfermedad seguía empeorando, había avanzado inevitablemente contrario a todo lo agresivo que había sido el tratamiento, a los sueros y a la radioterapia; se había extendido hasta su médula:

-¡Cómo es posible, ustedes nos han dicho que el tratamiento era lo bastante fuerte como para contrarrestar el avance! -gritó desesperada mamá.

-Lo sé… pero es imposible… no podemos predecir cómo se comportará la leucemia, todo depende no solo de los medicamentos sino también del sistema inmunológico de su hijo.

-Pero no hay ninguna opción… no queda algo que se pueda hacer, tiene que haber algo, tal vez en otro hospital… ¡no lo sé! -intervino papá.

-En el estado en que está, ya un transplante de médula no es factible, el cáncer se ha propagado a otros órganos y con ese nivel de proliferación solo es posible continuar con la radioterapia y la quimio, lo siento mucho… realmente lo siento – respondió el especialista a la vez que apoyaba su mano sobre el hombro de mi madre.

Mientras escuchaba estas palabras no hacía más que recordar todo por cuanto habíamos pasado, no podía pensar siquiera en mis padres, en cómo se sentirían al perder otro hijo… otro círculo vicioso del que ya no podrían aparentar haber escapado, desde aquel trágico accidente en el que la vida se había liberado de mí, terminado sólo, en el secreto de un viejo banco de autobús manchado en sangre y que me dejaría atrapado en el miedo de no “despertar” nunca más.

…Y ahora… estoy aquí, en este punto en el que ya no hay vuelta atrás, como una sombra que no ha desaparecido aún, solo un alma que observa desde su infinidad el sufrimiento de quienes ha amado tanto. Así que me acercó a él, tan débil que apenas puede sostener la mano de mi madre, me acercó y sé que es la última vez que nos veremos, pero sé que al menos esta vez puedo hacer algo más que observar.

-Sería tonto de mi parte dejar que ellos te perdieran a ti también, después de haberme llorado tanto en mi silencio; solo espero que no me olvides, a pesar de que nunca te dije quién era y desde hoy sé… lo sabrás.

(…) Y esta parte que queda de mí, se funde en una sola alma y con mi muerte doy vida a quien más adoro, me alejo, me esparzo, susurro en el viento mis últimas palabras y me dejo llevar por el resto del Universo mientras apago mi luz lentamente, muy lentamente, para dejar que otra semilla siga brillando en mi lugar… hoy, pasados ya más de 20 años ha llegado el momento de partir… más hoy sé, que aún a pesar de los siglos, yo seguiré en ti (…).

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