En la que me enamoré de una puta. Fue difuso como la conocí, detrás de una cortina violeta ofreciéndole sus servicios a un hombre. Olía a chocolate, limón y canela, como una taza caliente humana; ocurrencia infantil que me hacía reír a carcajadas
La visitaba cada semana; llegaba, pedía vodka, me tomaba de la mano y nos metíamos en su cuarto zambulléndonos en un universo de letras, música y drogas. No hacíamos el amor y no decíamos que no lo haríamos, pero conversar parecía más interesante. Presentía que no sabía seducirme a mí, mientras sentía que no era el momento, yo no la toqué en ninguna de las oportunidades que tuvimos. Nuestra rutina consistía en acostarnos y conversar; le gustaba la astronomía. El cuadro de su imagen era perfecto: estirada de medio lado, su cabello caía desparramado sobre el brazo que sostenía su cabeza y el otro posaba tranquilamente sobre la curva de su cadera. Se veía reluciente por la faena del día, me gustaba que se secara, solo así podía tocarla. Sus ojos verdes brillaban en la oscuridad y sus labios pronunciaban con ternura “mi lindo” como me llamaba; “mi” como si fuese suyo y en efecto lo era, y “lindo” que producía una oleada de amor en mi estómago
Nuestro primer beso se lo robé, puse mis labios sobre los suyos; tenía la lengua húmeda, olía a chupeta y a ron y me respondía sin prisa; conmovida arrugaba la frente colocando una mano en mi mejilla, mientras entrelazaba mis dedos en su cabello. Se movía con impaciencia y tocaba mi espalda queriendo seguir. Al notarlo, me despegué y miré a sus ojos
Besas muy bien. Eres toda una profesional
Se quedó en silencio por un rato y se volteó para que no viera su cara
Eres la primera persona que beso en mucho tiempo
Eso seguro es mentira
Me dio la cara y llorando me dijo
¡por supuesto que no!
Con mi novia Romina todo iba mal, era una mujer terriblemente hermosa, pero la presión de ambas familias porque sentáramos cabeza frustraba cualquier espontaneidad que de ambos surgiera, confundiendo deseo con deber. Así que no culpes a Ana como en efecto sé que no lo harás, ni tampoco a mí, ni mucho menos a Romina. Mi amor por ella es fraternal y no por eso significa que no sea gigante. Por ese amor, le hablé francamente y le conté todo, no con lujos de detalles porque sé que a las mujeres les duele más que haya una traición emocional que sexual y no hubo ninguna sexual, ni ninguna traición, pero a sus ojos y a los de la familia, era una traición
Le dije que no tenía sentido que continuáramos con una relación que era el equivalente a un tratado político entre nuestras familias, que no creía que fuera la mujer de mi vida, ni que yo fuera el hombre de la suya. Que mi amor por otra mujer solo ayudó a acelerar una determinación germinada años atrás y que no había tenido el valor de enfrentar. Eso no lo entendió, me reclamó, firme y tajante que pude habérselo dicho antes, ahorrándonos el berenjenal de fiestas y negociaciones que estaban selladas con nuestra dualidad. Le di la razón, cómo explicarle la estupidez masculina, las mujeres son más prácticas. Le dije que siempre la amaría y sentía que la desgarraba por dentro; se despidió cerrando con brusquedad la puerta, desapareciendo de mi vida
Lloré todos los días de la semana, del mes y de los meses siguientes, porque 6 años juntos no se superan fácilmente
En un año le pedí a Ana que se fuera conmigo. Al principio no quería y argumentaba que los pijos ricos como yo (frase que tomaba de series españolas que veía) creían que podían resolver todo con dinero. Así como Tía Claret no la dejaría, que la buscaría hasta en la morgue porque era su puta más famosa. Ante mi presión me contó su historia. Nació en un barrio donde vivía con su mamá, su hermano y su tío porque su papá los abandonó. Su mamá murió de un infarto, a su hermano lo asesinaron para ajustar cuentas, su tío abusaba de ella y fue quien la metió en la prostitución. Su única alegría era un hermano pequeño que su mamá dejó antes de morir. Le prometí que también me encargaría del niño y solo eso parecía hacerle considerar mi propuesta. Su tío murió tiempo después. Siendo una mujer de 18 años, no sabía de qué otra manera ganarse la vida
Lamento lamentarme tanto maestro, pero su historia se me clavó como una estaca en el corazón y me costó sacarla, cada maltrato de su vida lo sentí como mío. Deseé que me pasara algo trágico para poder entenderla y estar a su nivel, porque la gente que sufre comprende la vida de otra manera, pero se me pasaba al instante deseando que jamás me hubiese ocurrido nada parecido
Aceptó y me la llevé a un apartamento al centro de la ciudad, grande y blanco. No le faltaría nada. En cuanto al hermano convenimos que le pagaría la escuela y una mensualidad. Al principio estaba radiante, brillaba, era una mar de dulzura y alegría. Le dejé claro que no me gustaba el desorden, pero era más ordenada que yo (siempre sospeché que era una herencia de su mamá. Después descubrí que si no estaba la casa ordenada su tío lo utilizaba como excusa para tocarla). Cuando le mostré el apartamento y todo lo que sería suyo, se me acercó y me rodeó con una sábana y empezó a besarme, sabía a chocolate; yo la abrazaba y se pegaba más a mi cuerpo. Sé lo que quería, pero aún yo sentía que estaba muy herida, maltrecha y que no tenía clara su mente; algo grande me frenaba, creo que era respeto, y tal vez, amor. La veía como un libro viejo, delicado, que no debía ser tocado para no desprender sus hojas. La alcé, la acosté en la cama de sabanas blancas, le quité la pesada ropa del día, le desamarré el cabello dejándolo caer sobre la almohada y la arropé del frío. Me miró con suma inocencia y algo de decepción y sin decirme nada se durmió
Entonces sus demonios la dominaban. Con el dinero que le daba compraba LSD y Cripie. La encontraba descalza y más delgada, con los ojos desorbitados, muchas veces tenía cortes en los brazos y las piernas, revivía aquellos momentos en que su tío la poseía y en que los hombres le hacían daño. Por eso la envié con Doriana, una amiga psicóloga. Decía que tenía episodios de estrés postraumático. A pesar de que peleaba con Ana para que cumpliera la terapia, dejó de asistir porque decía que era demasiado doloroso. Un día la encontré acostada en la cama llena de sangre de menstruación e ida por las drogas, no había comido. Sentí un vuelco en el corazón pensando que estaba muerta. La alcé y la metí en la ducha, abría los ojos intermitentemente y trataba de alejar mis manos con golpes y patadas, mientras las lágrimas descocían mis ojos
Esos momentos de crisis autodestructivas me provocaban oleadas de tristeza generándome ira, quería zarandearla y cachetearla para hacerla reaccionar. Cuando has adorado la vida cada segundo y fibra, presenciar la pulsión de muerte manifiesta produce resentimiento. Ya había visitado parte del mundo y por eso no entendía por qué esta mujer quería morir, es decir, si con la cabeza, pero no con el alma, que, en su alma y en su corazón ella realmente no quería respirar y yo que me esmeraba tanto por devolverle las ganas de vivir
Dudé maestro ¿cómo no? Me cuestioné si valía la pena enfrentarme al mundo por ella; no quería exactamente salvarla, ni verme como un mesías, solo quería ayudarla con las oportunidades que jamás tuvo. Muchas veces me rendí y sentía que no daba para más, porque hubo periodos en que la encontré peor que en ese estado. Me partía el alma verla así. Al finalizar cada crisis, cuando estaba limpia, me miraba con mucha culpa y me prometía que esa sería la última vez, que regresaría con Doriana y le creía, realmente lo hacía
Una noche regresé y no estaba, ni su ropa, ni su cepillo de dientes, se había ido. Sentí cómo el mundo se me derrumbaba, como miedo por lo que pudiera sucederle, y para mí vergüenza un profundo alivio apenas perceptible. La busqué en todos lados regresando al prostíbulo donde Tía Claret me dijo que no estaba. Concluí que estaría con su hermano menor, pero nunca había anotado su dirección; yo solo transfería el dinero y ya. Si esperaba que algo triste me sucediera, era el momento, el amor de mi vida me había abandonado
Un año después recibí una llamada de Tony diciéndome que Romina lo había llamado para decirle que estaba en la peluquería “¿me estás llamando para decirme que Romina fue a la peluquería?” “la vio” “¿qué vio?” “Ana trabaja ahí”. Sentí que el estómago se me revolvía, se me bajaba la tensión y sudaba
Dudé si ir, el resentimiento me hacía ver todo negro, pero tenía ratos en que mi corazón me decía “ve”. Tomé las llaves y abrí la puerta y en el marco, plantada frente a mí, allí estaba
Mi primer impulso fue abalanzarme para abrazarla, besarla, sentir que seguía siendo ella. Se me adelantó sosteniéndola en mis brazos. Comencé a llorar y sollozando me decía “perdóname”. La llevé alzada para sentarla, me miraba con los ojos húmedos, asustada de lo que diría.
Después de salir de aquí me fui con mi hermano y monté una peluquería. Seguí viéndome con Doriana y le pedí que no te contara nada, no la odies. Ella dice que he mejorado un poco, que casi puedo ser una persona sana para mí, sana para ti
Lamento que mis razones no sean suficientes, pero sabía que intentarías detenerme. Necesitaba salvarme a mí misma, reparar cada pedazo roto que tengo adentro. No quería seguir hiriéndote por mi incapacidad para amarme. Por eso me fui
Yo te amo Valentín, desde esas noches en que ardía para que me tocaras
Después de una pausa dijo
¿No tienes nada que decirme?
Arrugué la frente porque no era verdad, tenía mucho que decirle y me quitó la oportunidad de expresárselo. La miré rabioso, pero en ese momento la desesperación de mi amor me dominó e hizo que la llevara a la habitación. Temblaba porque estaba nerviosa, eso me conmovía, y a pesar de tener mucha experiencia con hombres, conmigo parecía como si fuese la primera vez que haría el amor
Desnudos me detuve en seco y la miré “Supe que te amaba desde antes, no necesitaba que te fueras. Vete de nuevo si eso te hace feliz, pero no regreses. No tendrás derecho cuando ya he reconstruido mi vida y te he superado” y me besó
Hacerle el amor era una venganza por el tiempo que no estuvo y la sentía ya una mujer, que podía tocarla, que podía hacerle el amor tantas veces quisiera
Lo entendería mucho después, en ese momento era un niño rabioso tomando venganza de noches de sexo que nunca llegaron a ser. En ese momento solo era un hombre destilando por cada poro de su piel el amor que le debía, que nos debíamos. En ese momento estaba alucinado por la luz que emitía su cuerpo, sentía que ambos explotaríamos y de nosotros saldrían cocuyos que llenaran la habitación de aire perfumado y lucecitas como si en el cielo hubiese estallado un montón de estrellas
Sentía, sentía, sentía tantas cosas que por ese segundo toda mi vida había valido la pena, que había podido amarla un instante, que podía morir feliz, que si en ese momento decidía irse no me importaría porque lo había sentido todo. Pero se despertó, me miró intensamente a los ojos y…. más nunca se fue.
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