¿Qué haces cuando pierdes todas las palabras? No soy yo el que escribe. Manos metidas en todo ya ni saben lo que escriben. El día es otro. El tiempo es poco. ¿Qué haces cuando se acaba tu poca suerte? Yo estoy sentado en el último peldaño de la escalera, ¿o vendría a ser el primero? Al ras del techo. Salí de la habitación, no podía respirar, no me llegaban las palabras y mi gato no mordía los dedos de mis pies. Algo andaba mal desde que empezó el día. Y sin ella, tengo un cielo de miedo.

Salí de la habitación, cargado de recuerdos, cargado de fusiles, cargado de deudas, cargado de vacío. Salí con los pies enredados pidiendo perdón por los bailes que negué. Pero si te quieres venir, tráete una copa de vino, un cigarrillo o hierba o una biblia, es raro que pida una biblia, tengo muchos libros, pero necesito papel para rolar. ¿O será que la pido porque algo me dice que ahí están las palabras que he perdido? Si te quieres venir, aquí estoy, sentado en el último peldaño, ¿o vendría a ser el primero? Al ras del techo. Mi gato se ha quedado tendido, y yo me tiendo a los pies del cielo, a los pies del dios de la biblia, pero, ¿Qué hacer cuando eres invisible para un ser invisible? Y se me abre la boca, cargada de silencio, cargada de besos muertos, cargada de preguntas. Y sin ella, sin su delicadeza, sin su certeza, tengo un mar de dudas.

Me he tendido en el techo, es decir, me he rendido a unos pies sucios, a unos pies que han caminado de ciudad en ciudad en la era donde no había zapatos, no había asfalto, y los pies siguen sucios, solo para que los recuerde. He caído a esos pies y estoy siendo pisoteado. Unos pies que han caminado de ciudad en ciudad en la era del olvido, donde no hay memoria, no hay justicia. La misericordia es una bota con punta de acero que golpea tu cara, y la gracia, bueno, la gracia me causa gracia. He caído, tendido, rendido, he hecho que la tempestad se parezca a mí, en algo he hecho caso, pero estoy siendo pisoteado.

Deben recordar que se me han acabado las palabras. No soy yo el que escribe. Manos metidas en todo ya ni saben lo que tocan. El día es otro. El tiempo es poco. Un domingo de censo, un sábado perpetuo, un viernes enfermo, un jueves sin lluvia, un miércoles de miércoles, un martes vomitado, un lunes… prefiero el domingo de censo. Un santo que no escucha, un santo endemoniado. Una bota con punta de acero que me ha dejado sin palabras y casi sin poder respirar, por eso he salido de la habitación, y mi gato, el superhéroe no ha querido salir, quizás él no se ha quedado sin palabras y está pactando algo. Pero, ¿con quién? No sé, aún hay hojas en blanco para que se extienda el cielo de miedo y hojas secas para que las moje el mar de dudas. Salí de la habitación a duras penas, salí casi sin querer salir y ahora no quiero entrar. Y sin ella, tengo una ciudad vacía.

¿Pero que será esto que me pasa? Esto ya lo he vivido, esto ya lo he soñado, lo he visto en alguna película. Una de esas escenas. ¿Han tenido esa sensación de ya haber vivido ciertos momentos? Bueno, una de esas escenas en que se está solo, tendido en el techo, no queriendo estar ahí y al mismo tiempo deseando no estar en ninguna parte. Curioso, confuso. ¡Ay pajarito, pronto te van a cazar! Una de esas escenas en que los amigos escapan de su amigo el tipo loco. Uno de esos capítulos donde la chica de tus sueños se casa contigo en tus sueños, y al despertar… bueno, ¿para qué voy a seguir? Uno de esos capítulos donde ves pasar toda tu vida en cuestión de segundos y dudas de que esa sea tu vida y en esa duda te mueres… bueno, ¿para qué voy a seguir? Uno de esos capítulos donde ella me recuerda y llora, la que lee mis viejos poemas y camina por las paredes de su desierta habitación buscando agua, buscando mi boca, como un perro perdido buscando el camino de regreso a casa, a mis brazos. El perro soy yo, que tendido le lamo los pies al cielo, y este lleno de miedo, prisionero de dios, obediente a sus mareos y a sus dolores de cabeza, me muestra nuevamente la bota con punta de acero. Y sin ella, los golpes si se sienten.

Recuerdo que de chico tenía un tirador, tira de jebe, trozo de suela y una piedrita. Todas las tardes me sentaba en el corral, sobre un tubo de concreto, de esos que se usaban para el desagüe. Me sentaba a esperar que los tiernos y traviesos e indefensos pajaritos se posen en las ramas del viejo guabo, el grande y viejo guabo que no sabía que le quedaban pocos días de gloria. Esperaba muy cauteloso, era un cazador, un vil y cobarde cazador, el mejor de los peores cazadores, esperaba por los indefensos pajaritos y desde ya escuchaba una voz decirme, ¡ay pajarito, pronto te van a cazar! Tomaba mi postura de cazador, alineaba la tira de jebe a la altura de mis ojos con dirección a la cabeza de mi víctima, cerraba el ojo derecho, sacaba la lengua y la posaba en el labio superior. Muy cauteloso, sin hacer ruido, estiraba, deslizaba, sin hacer ruido, era un vil y cobarde cazador, estiraba y soltaba, ¡paf! Adiós pajarito. Algo parecido pasa con dios, o quien sea que estire la tira de jebe, que ahora es una bota con punta de acero. Hay que variar ¿no? Sigo tendido, puedo ver el inmenso techo encima de todos, el intenso azul oscuro con pizcas blancas, puedo ver unas manos y las patitas de mi gato que proponen un pacto decente. La luz con la sombra.

Sigo pensando que mis palabras perdidas tal vez si están metidas en esa biblia. ¿Pero si alguien no trae una copa de vino, un cigarrillo o hierba? ¿Y si trae una biblia? No quedará de otra que abrirla, y al abrirla será entrar a un terreno desconocido, será como posar en las ramas de un viejo guabo al que le quedan pocos días de gloria, será como posar y quedar en el blanco para que unas manos cazadoras estiren, deslicen muy cautelosas la tira de jebe y ¡paf! Adiós pajarito. Y sin ella, estoy propenso a la muerte.

¿Qué será de mi gato? ¿Cómo irá ese pacto? ¿Lo habrá cazado un ratón? Ya nada es seguro, ahora los gatos le temen a esas pequeñas cosas ruidosas. Ahora esas pequeñas cosas ruidosas se pasean por el techo, entre las maderas y cajas y latas. Yo estoy buscando melodías para tener como llamar a un corazón oscuro. Estoy en el último peldaño, ¿o vendría a ser el primero? Al ras del techo, y sacan de quicio, las pequeñas cosas ruidosas, cansan, joden. Eso nos falta, ser un pueblo ruidoso, que el gran gato con aires de ser supremo nos tenga miedo, ser como esas pequeñas cosas ruidosos.

He olvidado mi camisa, la única, tendida en la cama. ¿Se dan cuenta? Todo está tendido, todo está servido, todo está rendido, todo está arreglado para que la rabia nos haga la guerra. Y de lejos, de lejos escucho la voz de Silvio, dice que hay días que vuelve cansado, es que regresa del mundo, no del bosque, no del sol. Silvio Rodríguez y la trova. Yo y la traba que me pone un par de botas con punta de acero.

Desde ahora vengo diciendo que no soy yo el que escribe. Manos metidas en todo ya ni saben lo que excitan. El día es otro. El tiempo es poco. Tendido espero que mi gato acabe el pacto, no quiero seguir jugando a lo perdido, nadie lo quiere, pero tampoco hacemos algo para encontrarnos. Tal vez abriendo esa biblia termine encontrándome. Pero alguien viene pariendo necedad, asumiendo que todo tiene precio y que es más barato una copa de vino que la biblia, más barato un cigarrillo que la biblia, más barato la hierba que la biblia. Pero dicen que lo barato sale caro, pero los que lo dicen no se hacen caso. Y se acercan, escucho sus pasos, escucho el ruido de las manos y las llaves salir del bolsillo, escucho una risa, escucho una mano golpear una nalga y otra vez una risa, la clásica risa excitada. La llave entra al agujero y gira, gira como gira el inmenso techo azul oscuro encima de todos. Gira y se abre la puerta, el inmenso techo se abre y cae agua. Entran a la habitación, encuentran a un gato tendido en el piso dentro de un triángulo.

El día es otro. El tiempo es poco. Escucho decir que el viento se ha llevado lejos la voz de Silvio, y el inmenso techo es violento. El gato ha terminado el pacto. La noche está tendida. Ellos han llegado, han caminado esquivando piedritas, el vil y cobarde cazador hoy no les ha dado, por hoy se han salvado. Cierran la puerta y el gato blanco pide comida, y la risa excitada lo engríe, y él le tiene miedo a las pequeñas cosas ruidosas, solo es un feroz cazador con la moscas. Yo sigo sin querer bajar del techo. La noche está tendida, rendida. Estoy en el último peldaño, ¿o vendría a ser el primero? Al ras del techo. Sigo sin saber quién es el que escribe. Escucho crujir la cama, escucho hablar las paredes, las escucho y son las palabras que he perdido, han estado atrapadas dentro de mis frías paredes, he estado atrapado dentro de mí mismo. A veces somos nuestro propio cazador, esquivamos piedritas y nos damos nosotros, siempre donde duele. Somos ese vil y cobarde cazador que sin medir consecuencias y sin razón estiramos, estiramos a más no poder la tira de jebe y la piedrita sale disparada de regreso, directo a la frente y ¡paf! Adiós a ti, adiós a mí, adiós al que ha estado escribiendo, adiós al pacto de mi gato. El inmenso techo azul oscuro se cierra y adiós al agua. Ella ha vuelto, han sido solo un par de horas y uno haciendo drama, es el pacto que firmé. ¡Un compromiso con el drama! Ella ha vuelto, no con una copa de vino, no con un cigarrillo, no con hierba. Ella ha vuelto con una biblia. Sentado en el último peldaño o en el primero. ¿Se dan cuenta como dio igual? He sido cazado. ¡Adiós pajarito!

Lima, 3 de Diciembre, 2017

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