Desde su descubrimiento, él, nunca abandonó esta práctica, nunca pudo deshacerse de ella, porque era quien le daba sentido a su vida, la que él había descubierto, de la que se valía para moldear sus pensamientos, sus actos, su idiosincrasia.
Siempre mantuvo la misma postura, siempre sintió necesario tener más de una mirada en un mismo y singular tiempo, acceder al micro-mundo para poder condescender con el celestial, el común, el conocido.
“El que contempla el bosque desde lejos, no dilucida que es un bosque de manzanas”
Tenía la fórmula para comprender que las historias, las cuales formaban al mundo y no los átomos – me decía mientras elevaba sus cejas y apuntaba con su índice derecho hacia mi humanidad –, eran sinónimo de su posesión intelectual.
Creía que estas te acercaban lo lejano, y en ello, las oportunidades; te guiaban hacia la Eutopia. No habría progreso sin ellas, nadie podría explicarle a nadie que es un átomo o una galaxia, como era lo antecesor de lo sucedido, como proporcionar sistemas que absuelvan a los anteriores, que se reproduzcan con sanidad, con proyección. Nuestra existencia sin historias, sería una constante desde que ellas pisaron el planeta – insistía en su ensimismado razonamiento.
Hay un poema del maestro – dijo mientras se arrimaba pensativo hacia su biblioteca interminable – que grafica el total efecto de esta reflexión.
“Un hombre que cultiva su jardín como un Voltaire.
El que agradece que en la tierra haya música.
El que descubre con placer una etimología.
Dos empleados que en un café del sur juegan un silencioso ajedrez.
El tipógrafo que compone bien esta página, que tal vez no le agrada.
Una mujer y un hombre que leen los tercetos finales de cierto canto.
El que acaricia a un animal dormido.
El que justifica o quiere justificar el mal que le han hecho.
El que agradece que en la tierra haya Stevenson.
El que prefiere que los otros tengan la razón.
Esas personas, que se ignoran, están salvando el mundo”
El atributo (y tal vez mucho más que esto) de entender que esta simpleza en la práctica, pero no en la teoría, es común en aquellos que vieron pasar su vida por todos sus estadios (o bastantes de ellos) que supieron aprender a levantarse después de haber caído, que son conscientes que generar dióxido de carbono en los propios pulmones de uno, significa poder respirar aire puro. Que entienden al dolor como sinónimo de amor y que saben al miedo, como de felicidad – dijo mientras yo observaba.
Nicanor Ache es profesor de la facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de La Plata y escritor. Fue muy intrigante como termine ese domingo por la noche en su enorme pero deshabitada casa. Todo había comenzado un tiempo atrás, cuando luego del trabajo me encontré en el centro del parque con Amir.
Teníamos el sol justo sobre nuestras cabezas, y a pesar de ser tiempo de septiembre (y de estar debajo de la línea del ecuador), llevábamos abrigos considerables. Caminamos tres cuadras hasta llegar a una esquina que unía dos calles y una diagonal. La planta baja era toda una boutique, y la del primer nivel, de idéntico perímetro, era la casa donde tiempo después (siempre tiempo) iba a estar un poco fuera de serie.
Subimos por unas escaleras internas, angostas y casi sin luz. Al entrar a la sala principal, la primera impresión era la de una fábrica abandonada. Tenía cosas valiosas, como una victrola, pero sus partes estaban descuidadas, la base de madera, que apenas se veía en detalle por la escasa luz, estaba en condición de desesperación. Las ventanas estaban cerradas. Una mesa rectangular antigua, con todas sus patas talladas en forma barroca, ocupaba el centro del espacio. Se podía decir, a primera vista, que las sensaciones que despertaba ese lugar eran las mismas que las de su dueño. Pero todo se alteró cuando salimos de ella para ingresar a la habitación triangular que daba forma irrefutable a la figura que tenía como base la edificación. Allí todo cambió de sentido, los colores tomaban vida, la luz que intervenía desde el vértice estructural, se personificaba limpiando cualquier tipo de energías diabólicas que pudiesen llegar a existir allí.
Pareciera como si estos dos, marcaran los distintos temple que el experimentaba. Como si habitasen allí dos personas distintas.
Amurado a la pared que enfrentaba a los libros, había un pizarrón que alojaba un manuscrito singular.
Eran algunos de los mandamientos que Moisés recupero en Sinaí, pero estaban de una forma un tanto particular, sería raro explicarlo, pero no escribirlos:
No dirás el nombre de Dios en vano / Solo si no condice con ti.
Santificarás las fiestas / Solo sihay santos.
Honrarás a tu padre y a tu madre / Solo si merecen ser honrados.
No matarás o no asesinarás / Solo si no es por amor.
No cometerás actos impuros / Solo si de los puros no quedan.
No robarás / Solo si no es un corazón.
No dirás falsos testimonios / Solo si no tienes pasión.
No consentirás pensamientos ni deseos impuros / Solo si ya los has cometido.
No codiciarás los bienes ajenos / Solo si no te corresponden.
[Ni la más pura claridad del camino visto a la luz de la dirección de Dios debe conducir a tal certeza de sí mismo que el propio camino en si parezca el único verdadero para todos]
Me quede pensativo por unos segundos.
Saliendo de la cocina, que tenía puertas a ambos sitios, Nicanor nos devuelve amablemente nuestro cometido y nos ofrece darnos nuevamente el servicio cuando nosotros lo creamos necesario y al mismo tiempo nos despide de una forma intensa, como habiéndose arrepentido de toda esa frívola amabilidad.
A pesar de todo ese momento de tensión e incomodidad, volví a los días por sus servicios, sin pensarlo demasiado, guiado más por una fuerza exterior que por mí mismo.
Al llegar a su puerta, una semana después, estaba allí, en su vereda, bajo el sol, esperándome.
Subimos juntos por las escaleras, sin mediar palabras luego de un saludo cordial. Ingresamos y dejó que yo deambulara por toda la casa, husmeando absolutamente todo, sin hacerme sentir ningún tipo de rigor e incomodidad. Hasta que sucedió el primer cuestionamiento de mi parte – presentía que lo esperaba.
– ¿Usted es Comunista? – observaba un cuadro, angosto y largo, que contenía la frase “Patria o Muerte”.
– Yo soy Nicanor – dijo abruptamente – y pienso a la gente en función de la gente y no de las cosas. Así la sociedad se ve, formada por relaciones entre personas, y no, entre cosas y personas. Y por estar condenado a vivir en sociedad, escojo relacionarme con personas no relacionadas más que con su propio ser; o al menos que preponderen esa búsqueda sobre todas las posibles.
Es cuando entran los bienes materiales a ser valorados a un nivel de criterios ponderables como las mismas personas, cuando yace un “error” en el sistema; para éste somos X cantidad de producción o X cantidad de consumo, en X cantidad de tiempo, por X cantidad de dinero; y en su fundamento principal se avala el error: la propiedad privada. La dicha priva, y el peor de los mundos es cuando la propiedad privada de una persona es otra persona; peor mundo es aun, cuando esa privación está avalada por las normas, leyes, cultura, costumbres, de la sociedad que uno habita; y peor que este último mundo, es más aun, aquel en el cual el privado de su “libertad”, de decisión y acción, no se da cuenta de tal condición. Es el mayor peligro que corre y corriónuestra sociedad a través de la historia.
La esclavitud parece inherente a nuestra condición de “sociedad”. Pero hoy, la esclavitud es la mayor vista en la historia de la humanidad, somos bienes materiales presos de la propiedad privada propia del sistema consumista, carácter que absorbe hasta los rincones más impensados de este planeta. Y su espectacularidad e incesante perímetro abarcable, se corresponde a que es tan sublimemente imperceptible la relación de dependencia, que hace, por momentos,no nos demos cuenta de nuestra condición de esclavos.
Pero esclavos de una sociedad somos siempre. De ésta y de la que viene. Hasta el día que nos hagamos luz (lo que nos convierte en esclavos de las leyes naturales), por eso la búsqueda es incesante.
El primer paso es pensar. El segundo paso es asumir. El tercer paso es un tema de ardua discusión – finalizó, giró y fue en busca de vino tinto – como lo son las síntesissiempre – finalizo por segunda vez desde la cocina mirándose abrir el vino.
Seguí revisando sus pertenencias. Vi unos cuadros de figuras no del todo claras, con muchos colores, unas fotografías de Venecia y París algo originales, dos portarretratos con las mismas e idénticas mujeres – aparentaban ser su esposa y su hija.
Los libros reposaban donde cada uno lo estimaba correcto; desde marcos de ventanas, hasta el piso mismo eran sitios en los que solían armar columnas desalineadas.
De repente reposa detrás de mí, de pie y con dos vasos en su mano:
– ¿Quieres un trago? – me ofrece una copa del vino que ya empuñaba.
– ¿Por qué no?
Así fue como prosiguió la charla. Se abordaron temas de los más variados. Dialogamos de las mismas historias que eran para él inimitables, hasta del aborto – si alguien no es consciente hasta los 49 días de su concepción, si la fuerza vital, el alma, entrase al cuerpo recién a los 49 días (tiempo que transcurre entre la muerte de un individuo y la reencarnación de su alma; tiempo también donde aparece el tejido pineal fetal) ¿abortar antes cambiaria de algo el hecho? – me preguntaba algo misterioso, propagándolo en mí.
– Creo que las preguntas que debemos hacernos son otras, como: un cuerpo que habita en otro cuerpo, ¿le pertenece al primero?
– Creo justamente que le pertenece si éste no contempla un alma propia, así es una mera extensión de su cuerpo, como un dedo pulgar. Pero si este conjunto organizado de células ya contempla un alma, deja automáticamente de poseer autoridad sobre él.
– ¿Y socialmente?
–Socialmente es irrefutable. Es darle poder de autoridad hacia el género histórica y humanamente reprimido. Pero deben buscarse respuestas en todos los frentes, porque desde otro es donde se posan para atacar, por ejemplo el Catolicismo. Y desde otro también, podemos llegar a estar equivocándonos. Es importante dejar en claro cuáles son los parámetros, son ellos quienes gobiernan al sentido común, la costumbre. Y quien gobierna el sentido común, paradójicamente, gobierna al mundo (el sentido común es la imperceptibilidad de la que se vale el Capitalismo para ser la razón dominante)
Luego de dos horas habíamos visto el fondo de las copas varias veces. La noche había caído, y nosotros sin preocupaciones lineales.
Los cigarros encendidos estaban por la mitad, apoyándose sobre sus pies en la pequeña mesa de vidrio que continuaba al sillón.
La desconfianza sucumbió. Al ambiente lo rodeaba un aura de armonía demencial. Perecía que ambos nos necesitábamos, que los dos nos preparamos para estar ahí sentados escuchándonos/observándonos.
Llegando al final del encuentro, reveló un razonamiento:
Una vida en función del destino, es una vida perdida. Sabiendo que todos tenemos uno e igual, es absurdo pensar en vivir en función de él, en busca de él; si algo es seguro en esta vida, es la muerte.
Pasa a ser indispensable – respira y pierde la vista en algún punto del techo –, tener un horizonte a donde llegar, tener un tercer paso que dar;y así poder vivir para caminar hacia éste. Lo que importará será recorrer el camino.
Y si descubres que tu vida ya no tiene sentido, como si el propósito vital estuviese resuelto, será hora entonces de dejar la marca en la piel de quien vaya a reencarnarte, allí es donde yace la Eutopía.
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