Cuando pasan algunos años luego de haber terminado el cole, uno, acostado sobre su cama, se pone a pensar en todas las cosas que han cambiado desde esos tiempos hasta esa noche. Todas las situaciones complicadas de aquellos años ahora parecen simples de resolver, pues las diversas batallas libradas a la largo de la vida otorgan cierta seguridad para discernir entro lo uno o lo otro. Pero en aquellos años de «inocencia» uno termina viviendo todo de manera nueva, excitante e inesperada. Los más «entradores» de nuestros compañeros mantienen una vida sexual activa y digna de ser pasada de aula en aula como el secreto a voces de quien ganó una guerra en secreto. Los más «lornas» aún lo esperamos con ansias y creamos relatos entre nosotros. Nos conformamos con ser portadores de las hazañas de nuestros amigos los «cacheros» y de pensar que ya nos tocará, que con paciencia llegará el momento, ese espacio de tiempo en el que la chica con el culo más grande, formado, duro y apetecido por todo el colegio superior algún día nos lo entregará como premio y recompensa a nuestra nada agitada vida y blanca alma. ( ¡qué huevones!).

Y en esa etapa se encontraba Nico, con sus 15 años por delante, sentando en una silla de su aula, pensando en América, en la chica más linda de todo el salón de clases. Académicamente la dama estaba de la media para abajo, nada sobresaliente. Pero esa piel blanca, su sonrisa con hoyitos en los cachetes mientras sonreía, y todo lo que se imaginaba llevaba por dentro, lo volvían completamente loco. Nunca demostró que moría por que ella sea suya, en la intimidad de un beso y en cualquier momento de su vida. Esa era una etapa de vivir experiencias, de cambios y de aceptación personal, cualquier situación emocional que se atraviese sería probablemente determinante para el futuro. Él no lo sabía, y en realidad a casi nadie le importaba, todos solo buscaban vivir.

Ella sabía que lo tenía a sus pies. En verdad lo sabía y él también, y poco les interesaba. Cada uno era un mundo distinto, realidades que se diferencian en las proyecciones que cada uno tenía para su vida. América aspiraba a llevar el modelo de vida como el de su tía, una mujer que andaba por el mundo sin brindar explicaciones a nadie. A la moda siempre. Libre.

A su vez, Nico no sabía qué quería exactamente, pero sí sabía que tenía que estudiar alguna carrera, en cualquier rama que le llamase más la atención. Nada concreto tampoco.

Fue entonces cuando una mañana de alguno de esos días de clases, cuando no llegó el profesor de la primera hora, en la que un grupo de compañeros se animaron a jugar a «la botella borracha» y como quienes quieren dar riendas sueltas a sus descarriladas hormonas participaron Nico, América y otros de los más populares compañeros. Los amigos de él sabían del gusto hacia la chica de labios rosados intensos. Entonces le ordenaron a ella, que había perdido, que le dé un largo beso al ilusionado muchacho. No se negó, parecía tener experiencia en juegos así, luego, lo miró y sus miradas coincidieron durante 2 segundos. Nico disimulaba su emoción, pero el grupo quería explotar en todo tipo de expresiones. El tiempo que se había determinado para el beso era de 5 segundos, debían permanecer pegados sus labios por todo ese lapso. Entonces se acercaron, se miraron con una complicidad nunca antes vivida. Si antes le parecía hermosa, ahora a 2 cm de separación de sus labios le parecía la más linda del planeta. Él nunca antes había besado a alguien, entonces lo dejó todo a la vida, a que ella se encargue de enseñarle las lecciones que no se pueden encontrar en ningún otro texto, aquella clase magistral de cómo pasar de ser alguien que sueña a alguien que realiza. A alguien que concreta su sueño más íntimo y deseado.

Para cuando sus labios hicieron contacto su mente estaba en blanco, sus ojos estaban cerrados como es normal en un principiante. Sintió el mundo a sus pies, fueron los 5 segundos más provechosos de su corta vida. Puso solo su boca en el lugar que debía ponerla, ella se encargó del resto. La muchacha le dio la primera clase de la vida, succionó su labio inferior y lo remojó entre los suyos. Si antes los deseaba, ahora eran de él y para él. Hicieron ese intercambio de flujos tan rico para todo el mundo. A penas escuchaba el conteo regresivo que sus compañeros cronometraron a partir del contacto. No quería que se acabe nunca ese instante. Pero se acabó. Abrió los ojos y ella ya los tenía abiertos, ella mencionó-besas con los ojos cerrados- y empezó a reír. Él se quedó en silencio, podía morir en paz.

La siguiente clase comenzó y por la confianza de los minutos anteriores se sentaron juntos como nunca antes. No prestaron atención a nada, se la pasaron hablando en silencio, una que otra vez soltaban ciertas risas. Sabían que querían más, que no había sido suficiente lo ya sucedido. Pensó que días así solo ocurrían una vez cada mil años, bajó la mirada y observó sus piernas que no estaban cubiertas por su corta falda. Dudó entre hacerlo o no, pero si tenía que despertar del sueño tenía que hacerlo con honores. Posó la palma de su mano sobre una de las rodillas de América, ella no dijo nada, ni lo miró, estaba de acuerdo también. Subió unos 5 centímetros hacia arriba y el clímax llegó. En se momento tenía ganas de decirle al oído que ella era el amor de siempre, que era el pensamiento de día y noche, y por la que estaba dispuesto a ganarlo o perderlo todo. Su piel era suave, tibia y juvenil. Nada comparado a lo que había soñado. Ella había permanecido en un silencio cómplice hasta que decidió hablar, ya no había mano en la pierna, todo estaba regresando a su normalidad. Nico estaba tan emocionado con la resiente experiencia que no dudó en aceptar cuando ella le mencionó lo siguiente: «Hay un chico de otro salón que quiere estar conmigo y me lo propuso ayer, le dije que lo pensaría y que hoy le daría la respuesta. Si le digo que no, entonces mañana estaré contigo»….

Y sí, sí, fue un tremendo tonto para no entender el mensaje, pero vamos, era su más grande ilusión. Había avanzado kilómetros en un día y algo así no le parecía determinante. Tenía esperanza. Se pasó todo el camino a casa pensando en cada situación en la que ella le decía que no a ese individuo, que también a él le mencionaba que había alguien en su salón en el cual ella pensaba. Pero bueno, ya dicen por ahí que hacer planes en muchos casos es malo, porque nunca resulta lo que uno quiere con exactitud. Y vaya que no.

Al día siguiente se arregló como nunca, iba 50 a 50 en las probabilidades de ser elegido, el beso del día anterior le daban cierta confianza y ventaja, pensó. Llegó al salón y creyó que lo mejor era esperar a la hora del recreo. Ya no se sentó nuevamente a su lado, eran dos desconocidos nuevamente. Llegó el momento y entre terminar de guardar las cosas la perdió de vista, ya no estaba en su lugar. Salió en su búsqueda y la imagen que vio fue dura, triste, el cuento más melancólico de todos, más por todas las ilusiones que se formó durante horas. América se encontraba en el balcón del segundo piso mirando hacia el espacio de abajo, era tomada de la cintura por un chico del salón del costado. Sonreía y era toda de él, un tipo guapo, para la época y nuestra realidad. Alguien que ante los ojos de cualquier otra chica fue la mejor decisión que pudo tomar. No hubo necesidad que responda de qué fue lo que decidió, todo estaba claro. Sabía que la observaba. Dio media vuelta y regresó al aula. Todo había terminado. Se había cerrado una etapa.

Han pasado los años y siempre cuenta esa experiencia como algo gracioso y digno de un juvenil que empieza a vivir. Ahora es Bachiller en Ingeniería y cada día descubre y aprende más de la vida. Esa época ya quedó atrás. Se alejó en cierta medida de sus compañeros de esos tiempos para dar paso a la llegada de otros. Alguna que otra vez la promoción se reúne. Pocas veces asiste, por falta de tiempo principalmente. De América solo sabe que tuvo 3 hijos y que vive con su segunda pareja en algún lugar de la zona. Todos tienen sus vidas y todos son, a sus maneras, felices….

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