Ellos.

¿Suena bien, no?

Ellos siempre estaban juntos, se tenían el uno al otro, se amaban, se deseaban, se necesitaban, y sobretodo, se tenían. Ellos eran dos personalidades muy distintas, tan distintas como lo que sentían el uno por el otro.

Ella era un cúmulo de emociones, tan viva, tan muerta, tan feliz, tan infeliz, tan cofundida, tan enamorada. Ella no sabía si esto era felicidad, creía que sí, veía a una chica sonriente en el espejo cada mañana, no una persona descompuesta, tanto física como emocionalmente. Ella confiaba en él, ella creía en él, y ella, se volvió a equivocar.

Él la amaba, por supuesto que la amaba, pero no de la misma forma que ella. Él la deseaba, deseaba tenerla entre sus brazos y aspirar ese perfume tan suyo, pero solo deseaba su perfume y la tranquilidad que le proporcionaba, no a ella. Él la necesitaba, sin ella, él no era nadie ni nada, pero él creía que la necesidad era sinónimo de encaprichamiento, y él no quería hacerle daño a ella.

La gente siempre los veía como un ellos, pero realmente, nunca fueron un ellos, nunca fueron un nada, y poco a poco, sin saberlo, el ellos pasó a ser él y ella, seguido de mil y un recuerdos imborrables, en las mentes de cada uno.

Él, sin querer hacerle daño, la acabó machacando. Y ella, acabó aprendiendo de nuevo, que nunca se puede confiar en algo tan abstracto, tan invisible, e incomprensible, como el simple hecho de amar.

Ella pensó y pensó en que dicen que el ser humano es, en cierta forma, como un animal. Tiene miedo a lo nuevo, a lo diferente, y por eso lo rechaza y lo aparta, por temor de que lo distinto sea malo, pero, a diferencia de otras, ella era una gran soñadora.

Ni te podrías imaginar la cantidad de historias que podía llegar a crear escuchando una simple canción, la de aventuras que podía vivir sin quitarse los cascos de la cabeza, la cantidad de deseos que se cumplían cuando pulsaba “play”…

Pero, desgraciadamente, ella tenía un sueño diferente al resto de chicas. Ella no quería ser abogada, ni modelo, ni nada de eso.

No.

Ella tenía un sueño distinto, un sueño raro, un sueño que, por miedo a que alguien la juzgara o por miedo a ser apartada, nunca dijo.

Un sueño que se quedó en el olvido.

Un sueño que nunca se cumplió.

Un sueño más.

Un sueño menos.

Y mientras tanto, él, solo se dedicó a perderse todos los días en una mirada distinta, pero que siempre se pareciera a la de ella, se dedicó a intentar recuperar su aroma dentro de distintas botellas con diferentes líquidos, intentó olvidar su piel suave con la arena del mar….

Intentó demasiadas cosas, pero, afortunadamente no funcionó ninguna. Todo le seguía recordando a ella, cada paso que daba le hundía cada vez más en la desesperación, en la locura…

Él mismo se empezaba a comparar con el sombrerero loco de Alicia en el país de las maravillas, porque, realmente, ¿el sombrerero estaba loco o se volvió loco al ver a Alicia?

Ni él mismo entendía lo que le pasaba, se estaba volviendo cada vez más demente, no podía evitarlo, el simple hecho de pensar en ella le quemaba, imaginar todas sus curvas, todos los momentos que vivieron, todas las risas que le pudo haber sacado, todas las lágrimas que podría haberle secado… pero que no hizo.

De un día a otro, él decidió hacer un último intento e ir a buscarla. Ir a buscar a esa chica con ojos marrones que le había robado el alma, la chica que le había hecho romperse la cabeza cuando ninguna otra lo había siquiera intentado, la chica que siempre lo desafiaba, la chica que siempre le hacía pensar todas las cosas más de dos veces, la chica que no era del montón, la chica diferente a las demás, la chica única pero de manera distinta a como eran las otras chicas »únicas», la chica que realmente era el amor de su vida, su chica.

Así que, como pudo, salió a la calle por primera vez en meses, a buscar al ángel de sus pesadillas.

Rebuscó entre los trozos que le quedaba de corazón, rebuscó entre sus recuerdos, y se dirigió al lugar donde había empezado y terminado la magia que sujetaba su cordura y lo que quedaba de su amor, al portal de ella.

¿Estaría en casa? ¿Con quién? ¿Estaría igual que él?

Después de insistir e insistir, nadie abría la puerta que los separaba, así que él decidió ir al parque donde ella cantaba, donde la magia de su voz le envolvía, donde ella le contó su sueño, el que nunca y había contado a nadie por miedo a que la juzgaran, por miedo a que nadie la apoyara.

Cuando ella se lo contó, él se quedó en estado de shock durante unos cinco segundos pero en seguida la apoyó, le parecía estupendo, le parecía perfecto, y que seguro que se le daría genial, así que ¿porque no la iba él a apoyar? Si ella quería ser rapera, tenía aptitudes más que suficientes, ella podía ser todo lo que quisiera, porque le sobraban aptitudes por todos los lados, pero para todo, ella era magnífica, a ojos de él, ella era perfecta.

Pero, afortunadamente, a él se le ocurrió grabarla y subirlo a internet, cuando todavía no sabía ni él mismo lo que sentía por ella, solo por el hecho de que alguien se burlase de ella, por meter el dedo en la llaga, por nada más que eso.

Llegando al parque, se decidió a ir donde antes de que él la arruinara de esa forma, ella cantaba. Vio a mucha gente alrededor de ese banco en concreto, así que, muy decidido fue a preguntar qué sucedía, pero no se podía ni imaginar lo que la gente le iba a decir.

Ella le había superado, había seguido su camino, y gracias al vídeo que él subió intentando burlarse de ella, le habían llamado muchas empresas, y ahora, ella era famosa, feliz, y una rapera profesional que se dedicaba a lo que realmente le gustaba, y que le había superado por completo, siguiendo su vida como si nada.

Y, mientras tanto, él seguía siendo un chico que, afortunadamente, decidió burlarse de ella, un chico que decidió intentar olvidar a alguien inolvidable, un chico que decidió irse y nunca volver, un chico que decidió acabar con lo poco que le quedaba de vida, si se podía llamar sí.

Él era el sombrerero loco.

Ella era Alicia.

Ellos eran todo, y a la vez nada.

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