No había otros ojos, los de él eran los más dulces. No había otra boca, la de él siempre fue la más pintoresca. Ni si quiera existe para mi un rostro que demuestre tanta ternura y nobleza, a no ser que sea el tuyo. Sinceramente tu mano también me hubiera gustado no soltarla nunca, pero tarde o temprano, cuando se nos va una persona muy querida, notamos que nos sujeta a donde quiera que vayamos, así como una cadena perpetua de la que estamos condenado a no salir nunca, para bien o para mal, eternamente vas a permanecer en mí. Y no se trata de una historia de amor cualquiera, porque sí, sé que todos los abuelos van a estar ahí o lo estuvieron, con sus nietos, sin soltarlos, con ese amor incondicional que les une como si fuesen madre e hija, sin ninguna razón, sin pedir absolutamente nada a cambio.
Abuelo, como cualquier nieto, como cualquier madre e hija, sin pedir absolutamente nada a cambio pero sin embargo, existiendo una única razón. La razón del querer y amar. Y que bonito es recordarte en los cumpleaños, los carnavales, las comidas en familia, el fin de año, el día de reyes… Que espléndido contar anécdotas de lo maravilloso que eras, de como nos querías y de tu encantadora manera de demostrarlo. Nunca me dijiste que estudiara, tampoco te oí decir que debería de ser una mujer de diez, comprar una casa o formar una familia. Jamás me contaste el secreto para ser políticamente correcta ni cómo debí limpiar la casa. Es más, incluso a día de hoy no pienso en esos elementos, no limpio mi casa, estudio porque es lo que me gusta y ni se me pasa por la cabeza ser políticamente correcta. Pero, algo que creo que no te hacía falta demostrar, que se notaba de lejos tus intenciones así como el aroma durante horas que te deja un perfume caro es que desprendías unas ganas de soñar despierto y unos alientos de vive tu vida de manera que puedas disfrutarla y exprimirla al máximo que cualquiera que te hubiese conocido y hablado contigo saldría de su mayor depresión o de todas las desgracias que le preocupasen, aunque sea por unos minutos sé que tú serías capaz de atrapar todos esos malos pensamientos que le bailasen en la cabeza, así como un atrapa sueños, como un amuleto, así te recordamos abuelo.
Melómano virtuoso, comportamiento envidiable.
Con las bisagras oxidadas, con el motor a medio funcionar o las válvulas de escape tupidas siempre demostraste que el entusiasmo y la esperanza es lo ultimo que se pierde.
Hoy estarías mejor que ayer sucediera lo que el universo quisiera, tú eras más que fuerte para enfrentar lo que el reloj tuviese guardado para ti.
– Paulita, alcánzame un vasito de agua lo más congelada que puedas, por favor. –
Así me decía al oído y en menos de un segundo, en lo que volvía de la cocina ya tenía una propinilla en los brazos del sofá.
No sabemos el valor del dinero cuando somos pequeños pero para mí eso significaba mucho, ya que no sabía contar pero esos gestos hacia mí me hacían pensar que estaba ofreciéndome una parte de él, para hacerme feliz, para ver mi sonrisa. Y esa actitud es la que a mi me inculcó mi abuelo, el ser humano no debe sentirse bien viendo a otro mal, una sonrisa cuando vayas caminando por la calle puede alegrarle el día a cualquiera. Me demostró que si la propinilla que me daba la usaba para hacer el bien y para demostrarles a otros, mi afecto, era propinilla bien usada.
No hay edificio que no pueda escalar ni avión que no pueda pilotar. No hay meta que no pueda alcanzar ni sueños que no consiga lograr.
Y crecí, y a los amigos que tuve y tengo les di, mi mayor energía al jugar, mis más sinceras disculpas al errar y mis más honestos besos y abrazos.
El valor de un niño está en sus sueños y en como cuide a los suyos.
Ojalá ahora, abuelo. Me encantaría conocer algún número para llamarte y hablar contigo. Hablar de lo bueno y olvidar todo lo malo, como he reído y amado a quienes me lo han demostrado y este alma de entusiasta que parece ser que tu me pegaste y que ahora apostaría el brazo con el que estoy persiguiendo mis sueños en que estás súper orgulloso de la vida que he elegido. Las manos las uso para escribir y dibujar, jamás para agredir o pegar. Mi cabeza para pensar como ayudar a los demás en vez de utilizarla para insultar o dañar. Mi boca, para reír por supuesto. Reír hasta cansarme o hasta llorar, porque así me enseñaste tú a tomarme la vida, abuelo.
Cuando las personas fallecen todos estamos a falta de cariño porque sabemos que no pasaremos mas tiempo con ellas pero, sin embargo, aunque tenga un anhelo tan grande en mi corazón, aunque hayas dejado un hueco en el alma de todos cuando te fuiste abuelo, me alegro de que algunas heridas tarden en curar porque la herida que tu me diste cuando te fuiste… no quiero que cicatrice. Es más, quiero que crezca y crezca porque mientras más crece una herida, te duele más, y así tal vez sea la única manera de que no te vayas de mi mente porque no se muere quien se va, se muere quien se olvida y… Yo no quiero olvidarte nunca cielo.
Y pienso y repienso a quien acuden las personas que no tienen abuelos ya que para mi, los pocos años que recuerdo a tu lado no han tenido precio ni tampoco han sido suficientes. Incluso me da por razonar si lo que hiciste fue brujería, como cuando tienes un sueño y aunque te hayas despertado sigues pensando que todo es cierto, que no te has ido de mi lado.
Y si fuese verdad que esto se tratase de magia.. ¿Entonces por qué no puede ser eterna?
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