«Te quiero. Y eso no va a cambiar por muchos días que estemos sin vernos o por muchos kilómetros que haya entre los dos». Le dijo Cesar…
Y es que lo que sentía por ella era algo especial, era la primera vez que sentía algo tan intenso por alguien, pero ¿por qué le ocurría eso a él?
Parece que tenía una especie de imán para lo difícil.
Desde bien pequeño Cesar, destacaba por su gran simpatía, además de ser un chico con buenas dotes, moreno con unos rizos perfectos y unos ojos color café que no dejaban a nadie indiferente.
Pero si por algo destacaba era sobre todo por estar un paso por delante de los demás, cuanto más tenía más quería, era inconformista, siempre que tenía algo quería algo mejor, era como un tipo de necesidad para él, de poder tener o conseguir algo pero sentirse atraído por algo distinto, algo diferente, casi siempre algo imposible.
Esta vez ese algo imposible tomaba vida, ese algo tenía cabeza, pies y manos, tenía ojos y nariz, tenía incluso una sonrisa, la sonrisa más bonita que jamás había visto, y no es que no hubiese visto más a lo largo de su vida, es que esa sonrisa tenía un no sé qué, algo que la diferenciaba del resto.
Cesar nunca había tenido esa sonrisa delante de sus narices, lo que hacía todo esto menos entendible, solo la había tenido delante cuando veía una y otra vez sus selfis a través de su cuenta de Instagram y las veces que había coincidido hablando por Skype.
No había noche que no se acostase pensando en quitarse todo de la cabeza, en intentar no pensar en ella, pero
¿Cómo puedes borrar de tu vida a alguien que es lo mejor de tu día a día? Y es que… «Hay personas que en un día te aportan más que otras en toda una vida”.
Por más que le daba vueltas al asunto siempre llegaba a la misma conclusión: »
¿Es posible enamorarse de alguien a quien nunca has visto?»
Y es que eso nadie lo controla, nadie elige de quien se enamora, ni como, ni cuándo. Nadie entiende el amor.
Este llega sin más, poniendo nuestro mundo patas arriba, y te envuelve, hace que tu mundo no gira solo en torno a ti, si no, que gira en torno a dos.
Como en otras ocasiones, Cesar tenía todo absolutamente pensado, hoy 14 de febrero la iba a ver por primera vez, la iría a recoger a la estación de autobuses de Méndez Avaro, en el primer autobús que había con destino Madrid.
Todo tenía que quedar perfecto, después de tanto tiempo planeándolo no podía salir nada mal.
Lo siguiente que tenía pensado era llevarla a desayunar unos churros con chocolate calentito.
A continuación, pasarían la mañana recorriendo el centro de Madrid, sumergiéndose por Callao, observando la cantidad de enamorados paseando por la Gran Vía, esquivando gente por Chueca, sería una mañana «turista».
Para la hora de comer no tenía nada planeado, el plan le vino a él sin quererlo…
El viernes por la tarde, nervioso llegó Cesar a Casa, estaba agotado de estar toda la tarde de aquí para allá, dando los últimos retoques para que no se le escapase ningún detalle.
Terminando de cenar entro por la puerta Carmen.
-Ya estoy en casa.
-No hace falta que lo jures -Dijo Cesar
-Que borde eres hijo, de verdad que te vas a quedar soltero.
-Pues espero estarlo hasta dentro de poco – Le contesto Cesar con una risa picara.
Entonces fue cuando madre e hijo tuvieron una de sus charlas. Si madre e hijo, una de esas charlas irreales, que solo cuadran como conversación entre colegas, pero es que la complicidad de ellos dos, era increíble…
-Pues me gustaría conocerla… ¿Por qué no la traes a comer a Constanza? – Le pregunto a Cesar con gran entusiasmo.
-Mama, siendo San Valentín va a estar súper lleno, y encima seria darte más trabajo. – Dijo Cesar apenado.
– Tú no te preocupes cariño, yo me encargo de todo, además tu abuela me dijo que me echaría una mano, así que tu tranquilo, os prepare una velada madre in San Valentín. El entusiasmo de Carmen hacia que Cesar se plantease que le hacía más ilusión todo aquello a ella que a él.
-Bueno mama, si tú lo dices… no voy a decir que no, pero eso sí, procura no irte de la lengua, no sé si cuando vayamos seremos algo más que amigos, a veces es que no sé ni si sentirá lo mismo que yo… -Otra vez le volvían las dudas a Cesar.
-¿Otra vez con lo mismo Cesar? -Le pregunto elevando el tono de voz.
-Hijo lo que tenga que ser será, cuando tenga que ser, solo uno mismo sabe lo que siente, cuando la tengas enfrente y la mires a los ojos, ahí quizás te des cuenta de lo que siente ella, y sobre todo de lo que sientes tú, así que tranquilo. ¿Sabes qué? Algún día te contaré la historia de cómo se conocieron tus abuelos, veras lo increíble que es el amor y como la vida puede sorprenderte.
Esas palabras lograron calmar un poco a Cesar, y tras otra larga media hora siguieron hablando hasta que los dos decidieron acostarse, ya que el sábado sería un día bastante intenso.
Después de la comida en Constanza volverían a coger el metro, esta vez rumbo al jardín botánico, junto a su cámara réflex, su deber era el de querer inmortalizar todos los momentos que le fuesen posibles, y ¿qué mejor sitio que allí? Un lugar bonito junto a la persona que le parecía la más bonita, una unión perfecta.
Allí pasarían la tarde hasta que junto a la entrada de la tarde se tuviesen que volver a poner rumbo a la estación de autobuses y donde tendrían que despedirse… eso sí para ese momento tenía la mayor de las sorpresas del día así que no sería un momento triste a pesar de que fuese la despedida.
09:35: Cesar observa su reloj nervioso, ve a lo lejos el autobús con dirección Madrid que llega con 10 minutos de retraso.
– Por fin, por fin. Se repite entre dientes Cesar.
Y entonces llega el momento, se abren las puertas del bus y empieza a bajar gente.
Cesar se encuentra detrás de una familia que se encuentra esperando a su hija que viene a pasar el fin de semana con ellos, la busca con la mirada, pero bajan y bajan persona y no la ve… hasta que por fin ocurre…
Cesar levanta la mirada lentamente, recorre esas «Vans» de color rojas, hasta un fular de color crema que le ocultaba la mitad de su cara, solo quedaba al descubierto lo que se había convertido en su criptonita…su mirada…
-¿Cesar? ¡¡CESAR!!
Por un instante Cesar se había quedado embobado con lo que estaba presenciando, mira que se lo había imaginado veces.
Para intentar arreglar la situación, Cesar quiso poner un toque de humor…
-Si soy Cesar, encantado. Y le dio dos besos.
-¿Y tú cómo te llamas? Le pregunto sin poder evitar sonreír.
-Yo me llamo Valeria, el placer es mío. Y está le contesto con otros dos besos.
– Ala que casualidad ¿sabes que te llamas igual que mi abuela? – Añadió Cesar…
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