Tic tac tic tac tic tac tic tac ¡PI PI PI PIIIII! Rápidamente mis ojos se abren, asustada con, a pesar de ordinario, escandaloso objeto que te aterriza de cara con la realidad. Con los ojos entre abiertos, apagué con fuerza el despertador mientras percibía en donde estaba y más importante, en donde no estaba, intentaba recordar aquella realidad fantástica de mi sueño, la visión vagamente se presenta en mi memoria, pero dura algunos segundos, hasta que se me olvida por completo, entonces no solo se había alejado mi realidad fantástica, pero también el único recuerdo que tenía de ella. Que en verdad no era nada especial, supongo.
Después de la experiencia rutinaria, pero en efecto densamente devastadora, me senté en la orilla de la cama, sentí el impulso de reclamar la razón por tener que despertarme, pero no tuve ganas de hacerlo, tal vez porque tenía una razón para sonreír en aquel momento, y la razón se encontraba durmiendo profundamente a mi lado. Mientras observaba su rostro despreocupado y su vaga respiración, recordaba la noche anterior… No lograba dejar de sonreír delante de la visión de aquel rostro y el sentir de aquella respiración. Ya nada nos podría separar.
Aunque me hubiera gustado quedarme observado a mi amado por más tiempo, decidí levantarme y preparar un delicioso desayuno, lleno de preciosos detalles y olores extravagantes. Estaba absorta en románticos pensamientos, no lograba dejar de imaginar un futuro en que todo sería tan bello, tan sorprendentemente bello… Mientras colocaba una flor en un pequeño florero en la mesa de la cocina, escuché un ruido, tan desconcertante, tan hiriente, que por unos diez segundos, moverme y respirar se me hizo imposible.
El ruido me resultó demasiado familiar, pertenecía a mi sueño, de pronto visiones de lo que había soñado se presentaron claramente en mi mente: vi a la demente de su ex novia disparando una sniper desde el edificio de enfrente. Apenas volví a mí, corrí hacia la habitación y me encontré con una desgarradora escena: mi amado yacía debajo de las sábanas, con una bala en el pecho y una almohada entre los brazos. Las sábanas finalmente dejaron de ser blancas, siempre tuve una fascinación por sábanas blancas. Estas manchas rojas no las podré sacar nunca, pensé. Luego percibí que había realmente sucedido, no pude contener mi dolor y grité, ahogada en llanto me eché a su lado, esperando que por un milagro despertara, que con su sonrisa me tranquilizara y me hiciera saber que todo se resolvería. Lloré por lo que me pareció horas. Hasta que decidí no llorar ni una sola lágrima más, hasta que sea el momento.
Sabía quién lo había hecho, sabía que ella no aceptaría un no como respuesta, no aceptaría que él en realidad nunca la amó. Soñé eso por algo, debí impedirlo. Estaba tan ocupada por esta realidad temporal… Lo lamentaré por lo que quede de mi vida, pero bueno, me dije a mi misma que ya no tenía nada más que lamentar, ni que perder. Solo debía actuar.
Señores del jurado, deben imaginar todo lo que sufrí, pero si ni remotamente han sentido el dolor que proviene de perder a tu mitad, no tienen ni idea de cómo se siente, por lo tanto no me pueden juzgar. Lo necesito a mi lado, no funciono sin él. Mientras estaba de pié, observando la puerta sin entender, empecé a sentir una terrible sensación de que mis sueños estaban despedazándose poco a poco y de que los más bellos recuerdos me invadían en un ataque punzante. Sin embargo, pronto la tristeza sería debidamente remplazada por rabia.
No sé decir con claridad lo que pasó por mi mente después de esos acontecimientos, y sí, admito que me desesperé. Admito también que hubo un cierto descontrol, pero hice lo que tenía que hacer. Salí de nuestro nido de amor (con pretensión de volver) y me dirigí a su casa, el paisaje se veía tan armonioso que hasta proporcionaba ganas incontrolables de romper esa armonía. Caminando me di cuenta que la tristeza estaba instalada sobre la cúspide de mi corazón, que latía cada vez con menos sentido. Tenía los ojos fijos en una única dirección y mis pensamientos parecían un torbellino de ideas un tanto inusuales. ¿Qué importaba la dulzura del aire y el encanto del cielo enigmático en el que yo con tanto placer hubiera volado? ¿Qué importaba a parte de mi corazón indebidamente quebrado?
La imagen de su edificio se hacía cada vez más cercana, yo podía sentir el perfume del miedo, que provenía de un futuro próximo, pero aún indescifrable.
Sí, lo planee, esperé el momento indicado para entrar al edificio sin que nadie me lo impidiera. El ascensor demoro en llegar, pero yo estaba calma, dos minutos esperándolo y solo apreté el botón una vez. En verdad todo estaba en su máxima tranquilidad, ya había decidido que hacer y cómo hacerlo, ¿qué más podía sacarme de esa tranquilidad infinita?
La puerta estaba abierta, entré y me senté. Cuando notó mi presencia su rostro palideció, yo sabía que me tenía miedo, con razón. Intentó preguntar, argumentar y hasta llorar, pero de nada sirvió…No dije nada, no expresé ningún tipo de sentimiento. Apenas terminó de hablar alcé la pistola que estaba en mi cartera, apunté para su rostro (el cual nunca me había parecido más ridículo) que súbitamente asumió una expresión de completo terror. Pidió clemencia, intentó manifestar un falso arrepentimiento, sin saber que lo único que demostraba era su mediocridad y la estupidez de su existencia. En ese momento, la rabia, el temor y la soledad se juntaron en apenas dos acciones, un disparo y una lágrima, una sola lagrima.
¿Son capaces de juzgar por una acción creada a partir de la impertinencia de una maligna criatura que le quitó la vida a quien yo más amaba en el mundo? Esa falta me deshizo en pedazos que no supe reconstruir, no sabía cómo actuar, no sabía qué hacer con ese inmenso vacío. Me dolía, pero me ocasionaba un cierto placer, notaba una cierta gracia. No los engañaré: estaba conmovida con la belleza de mi propia acción. No era una mera venganza, era simetría.
Saliendo de su casa veía el paisaje, seguía tan armónico como antes, tenía un aire simple y una melodía aún encantadora. Empecé a recordar su apasionado rostro, el inmenso y verdadero amor, las manchas de cenizas en las sábanas porque nunca aprendió a usar cenicero… Las risas, las drogas, la literatura, las películas y los gemidos en la madrugada. No había nada que no recordaba, nada que no extrañaba, me dije que no estaría más tiempo así, no lo soportaría. Es por eso que tienen que dejarme ir, tengo que volver a su lado.
Ahora mi palabra es para usted, Señor juez: puede condenarme, torturarme o hacer lo que desee, pero no dejaré de proclamar mi pobre verdad, no dejaré que piensen en mí como una desequilibrada cuando mi único crimen, mi único acto de fragilidad, fue haber amado demasiado. No deben preocuparse, no pretendo hacer daño a nadie más, tenía que terminar con simetría la situación, con total simetría, para poder estar a su lado nuevamente, dejen de mirarme así, esto tiene total sentido y lo saben. Además, me gustaría recordarles que jamás causé tanto daño como el que ella me causó, le quite la vida, pero ella me quitó mi corazón. Créanlo, es peor. Bueno, dejaré de complicar este simple acto de confesión, contaré como terminó esta serie de acontecimientos, para que sepan que no queda maldad en mi corazón, solo un agudo dolor.
Al llegar nuevamente a nuestro nido de amor, empecé a sentir una singular melancolía, solo quería dormir, olvidarme de todo lo que había pasado, olvidarme de lo que podría pasar. Estaba agotada de vivir, ahora que la conocí, sin mi mitad sería imposible vivir. Entré, busqué el martillo que habíamos usado para colgar un cuadro justo la noche pasada, era pintor. Lo encontré y lo agarre con mucha determinación, entonces me dirigí a nuestro nido de amor, aún con el aroma de la deliciosa fragancia que nuestros cuerpos creaban al estar juntos, Miré su cuerpo, ya sin alma, me acerqué, acaricié su cabello… Sabiendo que sería por última vez. Fue entonces que me senté en la orilla de la cama y tomé todas las pastillas que mi psiquiatra me ha recetado en los años que llevo medicada, incontables pastillas.
Apenas empecé a sentir los efectos de somnolencia, sujeté con fuerza el martillo y destruí animosamente el despertador, les cuento que luego abrí una pequeña sonrisa sarcástica y respiré aliviada, no reclamé, no me desesperé. Sin imaginar todo eso, apenas me conecte nuevamente a aquel mundo de “realidad fantástica”, tan solo sujeté su mano, me eché a su lado y volví a dormir.
Lola
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