Desde que te conocí, en cada minuto y momento de mi existencia deseé olvidarme de ti. No te quise conocer, tampoco quise sentirme conectado a ti, no quería amarte con locura ni besarte de la manera que lo hice, no quería entregarte mi corazón ni decirte que era tuyo y exclusivamente tuyo. Nunca quise que fueras el amor de mi vida ni ser el de la tuya, pero así fue, el amor fluyó como fluyen las acuarelas en un lienzo inmenso en el que se planea dibujar la totalidad del cielo, y en tus ojos se reflejó el brillo de los míos al igual que se reflejan los colores del sol en el mar al caer el majestuoso atardecer.
Me esforcé por no demostrártelo, ya me habían dicho que el amor podía doler y no quería arriesgarme a sufrir, pero mi estúpido corazón me dominó y cegado corrió hacia ti sin permitir que nadie se entrometiera en el camino. Tú tampoco te negaste, en cuanto mi corazón delató mis sentimientos y escapó a tus brazos, lo recibiste de la manera más tierna y acogedora, y me entregaste el tuyo para que hiciera lo mismo.
Todo fue nuevo para mí, siempre me consideré una de esas personas que no saben como tener una relación sentimental. Ahora me doy cuenta de que no era asunto mío, simplemente no había conocido a la persona correcta, esa persona que saca lo mejor de ti con una simple mirada, esa que siempre te hace sentir especial por el solo hecho de existir. Aquella persona por la que sabes que harías cualquier cosa sin importar las consecuencias, pues sabes que pase lo que pase, ella estará ahí, y nada podrá ser tan malo. La mujer de tus sueños hecha realidad.
Contigo me atreví a hacer lo que siempre había querido y nunca había hecho por temor a equivocarme, tu lograste eliminar de mí todo miedo, temor e indecisión. Fuiste el antídoto perfecto para la enfermedad que yo tenía, de no ser por ti seguiría desperdiciando mi vida detrás de un escritorio que funcionaba perfectamente de cárcel y seguiría fingiendo una felicidad inexistente con tal de complacer a todos los que me rodeaban. Gracias a ti ya no tenía que llevar una vida ajena, por fin estaba escribiendo mi propia historia donde el elemento principal de la trama era mi felicidad y el epílogo final explicaba que todo era gracias a ti
El significado de la palabra amor había cambiado para mí, ya no existían palabras para definir aquel término, para mí tú significabas amor, y no había profesor o diccionario que me convenciera de lo contrario. Me enamoré de ti y tu de mí y la vida dejó de ser rutina y se convirtió en hechizo. Cada vez que nos veíamos el tiempo se detenía, los relojes dejaban de correr y nadie más importaba, solo importaba este sueño y vivirlo. Te convertiste en mi vida, mi pasatiempo favorito era recorrer cada espacio de tu delgado cuerpo con mi boca, mi trabajo era encontrar los lugares más bellos del mundo para hacerte sonreír, y mi pago, mi pago era ese no se qué que me hacías sentir cuando me mirabas a los ojos al final de cada viaje y me decías con tu dulce voz: «te amo».
Tanto fue el tiempo juntos que no logro entender cuando las personas me dicen que solo han pasado dos años, si ellos supieran que conocimos cada esquina de esa esfera redonda en cuestión de meses, seguramente tendrían que cambiar su percepción acerca del tiempo, como lo hicimos nosotros. Pero no los juzgo, pues sé mejor que nadie que no todos tienen la dicha de conocer el sentimiento más inmenso del mundo, y sé también que cuando no se ha sentido, es muy difícil creer en su existencia, al fin y al cabo, es más fácil fingir que no existe y vivir conforme con eso, que aceptar la realidad y luchar por encontrarlo.
Tú me sacaste del grupo que no lo había sentido, me enseñaste a amar con cuerpo y alma, me ayudaste a fortalecer ese amor con confianza, me explicaste cómo hacerlo crecer y finalmente, me acompañaste a disfrutarlo. Lo único que no me enseñaste, fue a sobrevivir sin él y eso es lo que me aqueja en el presente. Me acostumbré demasiado a tan bello amor que cuando se alejó de mí me desmoroné en cuestión de minutos. El cielo dejó de brillar, la música no volvió a sonar como antes, y el brillo de mis ojos se inundó en un mar de lágrimas sin fin que se llenaba día a día siendo ese mi nuevo pasatiempo.
Me gustaría decir que la historia sería completamente diferente si hubiera conocido el verdadero precio de tu amor, pero estaría mintiendo, porque el hombre es testarudo y codicioso, y no renuncia a ningún tesoro para poder disfrutarlo al máximo. Mi tesoro fue tu amor y al igual que el dinero, no fue más que una ilusión. En el momento menos esperado, cuando creí que nada ni nadie iba a ser capaz de destruir mi felicidad, fue mi propia felicidad la que me dio la estocada final. Me abandonaste sin siquiera darme la oportunidad de despedirme, no tuviste misericordia a la hora de romper mi corazón y llevártelo contigo, me dejaste a la intemperie y no me diste nada para defenderme, solo un puñado de recuerdos y la fría y siempre aterradora soledad.
¿Y qué hago si ya no estás? ¿Y qué digo si ya no me escuchas? ¿Y a quién le pregunto si tú ya estás muerta? Muerta con mi corazón, muerta con mis ilusiones, muerta con el sentimiento que me hacía sentir el hombre más importante del mundo, muerta con mi alma y muerta conmigo. Porque sin ti, soy un muerto que solo vive para extrañarte, que no hace más que pedirle al cielo una explicación acerca de tu partida, que cuenta cada una de las estrellas del universo esperando el momento de volverte a ver, un muerto que solo vive para amar y que es inútil desde que murió su amada, un muerto que intenta olvidar el ayer que nunca pasa, pero que vive en él, y que sabe que al olvidar ese ayer, al igual que el mundo, se olvidará de ella, se olvidará del sentimiento, y sin más remedio, se olvidará de sí mismo…
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