1
Te pregunté de dónde venías.
Tú estabas con los ojos cerrados.
Te pregunté qué hacías de tu vida.
Tú empezaste diciendo que tenías cincuenta y tres lunas, que eras muy cercano a Titán, que un día me lo presentarías. Abriste los ojos y me preguntaste si quería ver algo sorprendente, dudando acepté, acariciaste el suelo y a medida que tu mano avanzaba unos dibujos aparecían; decías que eran todas tus lunas, que eran todas tus amigas. Pensé que estabas loco o que tal vez yo lo estaba. Pensé que era mejor correr antes de hundirme más en tu insensata historia, pero me detuviste del antebrazo y dijiste que tenías miedo. No entendías quienes éramos, por qué dormíamos de noche y por qué el mar subía al cielo cuando el sol aparecía, no entendías a esa gente que caminaba con la cabeza agachada que tenía color muerto, que olía a fruta podrida, que se envenenaba y maldecía su vida. Te dije que eran humanos y que eran esclavos del dinero. Frunciste el ceño y comentabas la lástima que te daban.
Te sentaste a mi lado y me pediste que te contará acerca de cómo llegamos a tal punto. Nos quedamos la tarde en la cocina, hablando de cómo el hombre se volvió esclavo de algo que era pura ficción.
2
Ruido, ruido alrededor, estabas sentado en frente de mi, mirando las otras mesas, curioso de ver los rostros sonrientes, mirándome de reojo con una sonrisa chueca. Yo estaba enojada contigo, enojada por tu tono burlesco y tu falta de delicadeza, estaba enojada por no poder estar enojada contigo. Giraste a verme y sonriente decías que el camarero nos ignoraba, sacaste un cigarro y lo encendiste con un fueguito que soplaste, me enojaba tu forma de arreglar las cosas.
Ruido, mucho ruido.
Saqué de mi bolso una pequeña manilla de cuero y te la tiré. Cambiaste inmediatamente de gesto. Estabas sorprendido y preguntaste qué era ese pedazo de cuero, lo puse en tu muñeca y te dije que era un regalo, no entendías mis acciones y te asustaste, te reíste nerviosamente y preguntaste si tú deberías darme algo. Chico si hubieras sabido que en aquel momento me estabas regalando algo. Chico, estabas mal, las estrellas de tus ojos se apagaban y murmurabas palabras que escapaban de tu boca como cuervos. Me asustaste y agarré tu mano, tu mano hecha de huesos de elefante, suave pero fuerte, entonces sentí un calor que quemaba mi piel pero que era necesario.
Ruido, mucho ruido.
3
Era un domingo no muy cálido, tú aún dormías cuando desperté y me quedé admirando tu rostro, me gustaban tus ojos, tu nariz, tu boca, me gustaba como tu respiración cantaba, dulce y armoniosamente.Me gustaba acariciarte el cabello que era oro negro, hecho de pequeñas olas.
Te tirabas a la cama y te dormías, poco importaba cómo cayeras en ella. Tú me decías que esa cama te llamaba y que tenía olor a mujer, un olor muy propio a mí, decías que olía a unas flores que sólo habían en tu hogar, era un perfume muy ligero, como una bailarina que bailaba en el viento.
Te gustaba agarrar mi almohada y la respirabas tan profundo como podías mientras tu cuerpo flotaba. Muchas veces me recostaba encima de ti y cuando lo hacía me parecía escuchar en una torrecilla el eco del mar; sentía paz.
Era un domingo no muy cálido y me quede viendo aquella cama que no me llamaba.
4
Te había soñado más veces de lo que imaginabas, vivías en mi interior y salías de mi como un pájaro sale de su jaula, tímida y temerosamente, pero la euforia de ser libre te hacía dar un vuelo rápido. Sí, así salías de mí y me sacabas lágrimas por no poder atraparte entre mis manos y darte un beso. Estabas hecho de nubes y pequeñas piedras que venían desde aquel lugar que buscabas en las noches cuando salíamos a pasear.
Te acurrucabas en mis piernas y te asustabas porque el cielo se volvía océano y tú no sabías nadar y me decías que querías volver a mi mente que un pájaro como tú no estaba listo para irse lejos. Te acurrucabas y salían pequeños destellos de tus ojos, pequeños destellos que no caían al suelo, que flotaban a nuestro alrededor y formaban un anillo y cuando chocaban producían pequeñas melodías, te acurrucabas y tarareabas tu canción favorita, te acurrucabas y abrazabas mis piernas, suspirabas diciendo que el sol tenía el mismo calor que mi alma y me agradeciste por mis silencios, que evocaban tu hogar.
5
Dibujaste un universo en mi, dibujaste un universo con la yema de tus dedos, con tus labios, con tu respiración que chocaba con mi piel. Dibujaste estrellas y me contaste historias de aquel lugar lejano de donde venías.
Me entregaste en pequeños pedazos parte de tu alma y yo me aferraba a ti, me aferraba a tu pecho que olía a estrellas, a otro planeta, me aferraba a tu mirada perdida, a tu sonrisa sutil, me aferraba a tu cigarro que sabía a dulces y olía a rosas, me aferraba a tu voz que sonaba como olas al atardecer, me aferraba a tu espalda que ocultaba pequeños agujeros negros que absorbían mis besos, me aferraba a ti, quien venía de tan lejos. Y para nunca soltarte, cosí nuestras almas. ¡Oh! chico, tú estabas mal, tan mal que te asustaste de una pequeña caricia que dibujaba el contorno de tu rostro. Te asustabas al sentir mi corazón latir en tus oídos y creías que había un pequeño ser en mi pecho que golpeaba desesperadamente para salir de ahí. Y me pasaba horas explicándote que eras tú quien lo alteraba con tu sola presencia.
Dibujaste un universo en mi alma y te dibujaste dentro, luego me dijiste que así siempre seríamos uno solo.
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Sé que te gustaba el amanecer como a mí porque a esa hora nadie existía, la gente dejaba este lugar y nos dejaba solos, solos a nosotros, que nos quedábamos en los parques a admirar el silencio y la oscuridad. Celebrábamos los rayos del sol que como cuerdas de una guitarra se alargaban hacia ti y tú tocabas blues tristes y me decías que siempre me recordarías en días lluviosos porque nunca vimos uno juntos.
6
Me dejaste en choque y se volvió un choque constante que mis ojos no logran- hasta ahora- ocultar. Me dejaste ciega ante tanta luz, y mi corazón se puso blanco, caminé sin rumbo, asustada, porque no entendía nada y toda esa gente alrededor se convirtió en un monstruo sin rostro. No tenía voz y aquella tormenta que alguna vez vi en tus ojos, se posó en los míos y hubo un diluvio, nunca ninguna lágrima cayó al suelo, todas ellas se fueron al cielo como atraídas por un magneto. Me fue imposible ver el cielo durante estos años por miedo de atraerlas a mí, por miedo de que cayeran como lluvia y tu voz resonara en mis oídos, por miedo de verte caminando en la luna buscando aquello que te había confiado.
Tenía miedo pronunciar tu nombre e invocar tu cuerpo junto al mío. Chico estoy mal, y ahora tengo la respuesta a tu pregunta, no te quiero por estar sola, te quiero porque me das algo que es imposible en este mundo, me das paz.
7
Yo te espero todos los días, en los parques, en los cafés de la esquina, en las calles vacías, en la azotea, al borde del lago, en el taxi, en la cocina, en la bañera, en la cama. Yo te espero en la madrugada, en la mañana, en la tarde, en la noche. Te espero en los días soleados y los días nublados, te espero con un cigarro en la boca, una taza de café en las manos, un libro en la mesa, una musiquita de fondo, una lámpara encendida, un amor en el alma.
Te espero, te espero.
Y te busco cuando la luna se apaga y las luciérnagas a mil millones y millones de kilómetros se encienden en el cielo contigo. Te busco, con tus anillos, con tus lunas, con tu magia, te busco desesperadamente y te pido que pares el tiempo, que esto no puede terminar así, tú allá, yo aquí.
8
25.
En los días 25 pasan cosas, cosas increíbles y tristes, pasas tú o pasa un adiós. Los días 25 son raros, siempre pasan desapercibidos. Pero mis días 25 no son sábados, mis días 25 son viernes, con olor a cigarrillo barato y gasolina. Son de silencios ruidosos de olvido. Los días 25 de cada mes, me voy a algún lugar con mi mejor vestido y pido el mejor champán en los bares repletos de borrachos. Brindo en honor a tu ausencia; llevo tu libro favorito conmigo y susurro tu parte favorita, la susurro hasta que mis días 25 se impregnen de esas palabras.
Los 25 nos pertenecen eternamente
9
Si pudiera saltar en el tiempo, saltaría a aquel día en que te conocí. Así huiría en cuanto viera tu magia. No te hubiera visto a los ojos, ni te hubiera tomado por un brujo, ni por un loco. Te hubiera ignorado y te hubiera dejado en aquel lugar.
Si pudiera dar un salto en el tiempo, saltaría a aquel día que estuvimos en la cocina hablando y te hubiera votado de mi casa, hubiera cambiado de número.
Hubiera estado a tiempo de no tomarte en serio.
Si pudiera saltar en el tiempo me gustaría saltar a aquella tarde y nunca haberte conocido. Hubiera preferido vivir sin conocer el amor de mi vida, a vivir sabiendo que nunca más lo volvería a ver.
10
Debes prometer que, dentro de algunos años, vendrás como un meteorito y me contarás si encontraste aquello que te confié en la luna, que me mirarás y no pasarás de largo. Que dudarás de la realidad y que para romper el hielo me regalarás una sonrisa. Que el silencio nunca faltará entre nosotros y que te costará irte como a mí me costará dejarte ir. Promete que nunca botarás mi manilla al infinito y que en el fondo, aquella flor de tu hogar, te recordará siempre a mí.
Sobre todo, debes prometer que me confirmarás si el amor es más mágico que tu polvo de estrellas muertas.
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Tierra:
La flor se llama Goyoni….
Soltaré esta carta y se irá, a otras estrellas y con suerte la leerás en las noches.
S.
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