Ella nunca fue de las que se maquillan a diario. Nunca fue de las que llevan faldas a la moda y peinados resplandecientes. Nunca fue de las que llevan las uñas impolutas, tacones de vértigo y caminar de diva.
Ella era de las que se muerden las uñas, de las que olvidan echarse crema tras la ducha, de las que huelen siempre a perro y barro, de las que se peinan con trenzas mas hechas. Era de las que acaban con los tacones en la mano y el rimel corrido a las 3 de la mañana, de las que recorren medio Madrid con los pies descalzos y negros, de las que se pintan los labios oscuros en noches de fiesta, de las que bailan rock descompasado.
Ella nunca fue de las que se sientan con las piernas cruzadas, ni de las que se ponen el abrigo debajo del culo para sentarse en el suelo. Nunca fue de las que se ríen como tontas, ni de las que se esconden detrás de los tíos cuando la cosa se pone fea. Nunca fue de las que llevan tanga y escotes hasta el ombligo.
Ella era de las que llegan a un parque y se tiran sin mirar, de las que siempre van sucias y ríen a carcajadas. Ella era de esas que no se preocupan por tener carreras en las medias o porque la ropa se llene de barro. Era de las que dan la cara y se quedan al frente del cañón, de las que dicen palabrotas y dan una ostia si es necesario.
Ella era de las que tienen la ropa sucia tirada por la habitación y la cama sin hacer, de las que cubren las paredes de chorradas, regalos, fotos, mariposas y espadas. Era de las que no se preocupan por combinar la ropa interior o llevar ambos calcetines iguales. De las que juegan a la play y adoran matar putos zombies, de las que matan por una noche de chupitos y porros en garitos mugrientos, de las que cantan canciones con los ojos cerrados y bailan dando brincos.
Era de las que escalan árboles y tienen miedo a las alturas, de las que salen corriendo si un amigo lo necesita, de las que pillan el coche hacia ninguna parte, de las que se meten en cualquier lado y duermen con posturas raras.
Ella nunca fue una señorita.
Ella era la definición tangible de la belleza, con ojos grandes y labios tentadores. Con una sonrisa siempre adornando y el deseo irreprimible de vivir de la diversión. Con el pelo revuelto y los pies volando sin rozar el asfalto, porque decía que la vida dura dos segundos y uno de ellos ya lo hemos perdido. Porque decía que se había deshidratado de tanto llorar y ahora quería ser feliz. Porque pensaba que estaba tan rota que no tenia sentido seguir sufriendo. Porque estaba cansada y ya no soñaba con sonreír.
Decía que decían que tenia mirada de loca, pero ella se moría por estarlo de verdad. Porque decía que los locos no dan explicaciones, solo hacen lo que les sale del corazón, con los ojos cerrados y sin pensar. Porque decía que los locos eran libres, y a ella ya le pesaban mucho las cadenas.
Quería recorrer cada océano en una tabla de madera para poder nadar a su antojo, porque decía que sentir los peces cruzando entre sus piernas le recordaba a su niñez. Quería pararse solo dos segundos a ver cada amanecer, porque decía que era el tiempo que necesitaba para cerciorarse de que ninguno se volvería a repetir. Quería escalar cada montaña y tirarse desde la cima, porque decía que las leyes de la gravedad era lo único a lo que aun no había retado y algún día aprendería a volar.
Nadie sabia donde estaba, donde iba, que soñaba o que temía. Porque lo era todo y nada y nunca estaba en ningún sitio.
Decía que ya no dormía porque quería hacer de sus sueños la vida, y solo le quedaban pesadillas tras los ojos. Quería beber hasta caer en coma, fumar hasta volverse amarilla, follar hasta quedarse sin piernas, y desafiar cualquier atisbo de vida, porque decía que era inmortal y no quería seguir teniendo miedo.
Porque no se quería y quería quererse. Porque tenía los ojos llenos de vida y una sonrisa que se moría por ver mas el sol.
Ella siempre fue una puta hipérbole, una hipérbole bien grande y bien marcada, una hipérbole sin límite, con cuerpo y alma, exagerada, dramática, perfeccionista y tremendamente emocional. Si, era emocional, jodidamente emocional, descaradamente emocional, trambólica, perturbada y loca. Si, estaba muy loca.
Ella siempre fue una hipérbole irónica, de aquí a Roma, de crucero, en avión y en coche. Amante del campo, del aire puto, del barro, del frío, del invierno, de la nieve y como no, de la Navidad. Si, estaba irremediablemente enamorada de la puta Navidad. Incluso de sus Navidades infelices, y solas, y tristes, y frías, y crueles también.
Pero es que siempre fue una hipérbole y yo que le iba a hacer. Una hipérbole voladora, de alma libre, de besos cortos, de caricias largas, de sus manías y de las mías. Era una hipérbole cansada, insegura, sola, libre. Si joder, tremendamente libre. Y con ganas de vivir, con ganas de morir, con ganas de fiesta, de estar loca, de emocionarse, de sentir.
Como no iba a sentir si era una hipérbole, una hipérbole descarada, liberal, incondicional, irracional, impulsiva, sentimental. Siempre fue una hipérbole con ganas de ser hipérbole, de batir récords y corazones, de perderse y no encontrarse, de irse y no volver, y de quedarse en casa para siempre.
Era una hipérbole y le rebosan las ganas. Las ganas de dormirse entre mis huesos, de besarme el alma, de volverme loca, de sacarme de quicio y también los ojos. De volverme ciega, de matarme de risa, de clavarme una espada, de quererme sin remedio y destrozarme el alma. De matar mi prefrontal a base de su lógica inventada.
Yo le decía que era una pequeña camicace, porque cruzaba sin mirar la Gran Vía de Madrid, hacia puenting sin cuerdas en los rascacielos de Nueva York, escalaba la Giralda para tirarse de cabeza.
– Revienta paredes.
– Nudillos de acero.
– Drogata de endorfinas
– Yonki de adrenalina.
Se pinchaba temeridad en vena, derrapaba contra la policía. Iba pidiendo guerra. Siempre andaba mentida en peleas callejeras – Niña pija, no tienes ni idea.
Jugaba con un revolver a medio cargar, danzando entre sables, aprendiendo a volar. Se tiraba de coches en marcha, hacía acrobacias con motos – Conejillo de indias.
Yo la llamaba de muchas formas, pero sobre todo – Camicace, – Siempre fue un peligro multiplicado al borde del abismo, con los pies colgando. Equilibrista de las nubes. – ¡Tu problema es que temes mas la vida que la muerte!.
– Pequeña, te bañas desnuda en el hielo, no esta frío dices, vives del miedo, pero te quema. Arráncate la piel a tiras, que no duela.
– Saborea la victoria, sabotea la derrota.
– No sabes perder pero de te da bien. Te sienta mal. Sonríes mas.
– Hambrienta de poder, vagabunda de la soledad, no sabes lo que significa hogar.
– Oyes te quiero y no vuelves a mirar atrás. Siempre corriendo, huyendo, oliendo a libertad.
A veces se olvidaba de su lado oscuro, de lo mucho que le hacía falta, de la poca falta que le hacía yo.
Ella decía que lo seguía sintiendo entre esas grietas de su piel que amenazan con abrirle las entrañas, para que el mundo entero pudiera ver lo podrida que estaba por dentro. Y por fuera.
Ella se olvidaba de su lado oscuro, pero aún cuando renegaba de su existencia sus labios sonreían. Porque ella sonreía por dentro, y esta bien. Pero en el fondo ella nunca se olvidaba de su lado oscuro, porque decía que le ayudaba a recordar que es una persona de carne y hueso, real, tangible, viva. Que se equivoca, y llora, y ríe, y baila, y se cabrea, y marea al mundo. Con sus virtudes, sus defectos, sus inseguridades, sus mentiras, sus verdades, sus poses de princesa y toda su crueldad.
Ella nunca tuvo un lado oscuro, porque siempre fue oscura. Y lo sabía mejor que yo. – Niña pija, no conoces el miedo, vuelve a las andadas. Este no es tu juego. Pero era una hipérbole sin ganas de pensar.
Y a pesar de todo, siempre tenia un corazón enamorado detrás.
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