Su barba y su melena expuestas al viento. Así lo recuerdo, tomándose un daiquiri en el Malecón.

La última vez que lo vi repelaba porque a la maleta no le cabía casi nada. Se fue, dejando ese espacio vacío y a la gatita, esa que según él, le quedaban -aún- muchas vidas.

De reojo me vio y dijo: lástima que no haya billetes para ti.

Vio su reloj, marcaba el día veintidós. Eso ya es historia.

Tomé entonces mi coche y terminé estampada en el muro con una bonita sonrisa de Joker, en un tiempo de “huidas falsas” de pandemia.

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