Su barba y su melena expuestas al viento le podrían hacer pasar por un guerrillero del ejército zapatista. Tras pernoctar en Chiapas había decidido adentrarse en la selva Lacandona. En el hotel le advirtieron:
—No es buena idea, señor, debería contratar un guía.
Pero no hizo caso y ahora de entre los árboles imaginaba surgir jaguares, armadillos o indígenas de rostro impenetrable. El aire olía a tierra húmeda.
La espesura se agitó. Apareció un hombre al que no reconocía que se aproximaba a él con lentitud. Le inspeccionó y asintió satisfecho.
—Ha pasado mucho tiempo, soldado. ¿Cumpliste con tu misión?
OPINIONES Y COMENTARIOS